“Lo que he hecho, nadie me lo puede quitar. He trabajado como un hombre, y he
amado como una mujer.” (Camille Claudel – Carta al Dr. Michaut – 1914)
Camille Claudel puede ser considerada,
con toda justicia, como una de las mujeres más sobresalientes del mundo del
arte. Llegó al taller de Rodin con apenas diecinueve años. Su talento
era inusual y pronto se vio involucrada en proyectos como la famosa Puerta
del Infierno, ayudando a Rodin, como miembro del taller, a realizar
trabajos sobre las manos y los pies de diversas figuras, entre ellas "El
pensador".
La joven escultora pronto se
convirtió en musa y modelo de Rodin quedando su rostro y sus formas en no pocas
obras, entre las que se puede destacar “La Danaïde”, “La Aurora” o
“El amor fugitivo” entre otras. Camille resultó toda una inspiración en el
taller de Rodin. De hecho, según Camille, algunos trabajos suyos fueron
finalmente firmados por el famoso escultor, que no tardó en enamorarse de ella.
Él tenía 43 años y ella diecinueve cuando le escribía:
“Feroz amiga mía. [...] Esta noche, recorrí (durante horas) sin encontrarte, nuestros lugares, ¡cuán dulce me sería la muerte! ¿Por qué no me esperaste en el taller? [...] Camille, mi amada a pesar de todo, a pesar de la locura que siento venir y que será obra tuya si esto continúa, ¿por qué no me crees? Abandono mi Dalou, la escultura; [...] Hay momentos en los que francamente creo que te olvidaré. Pero en un solo instante, siento tu terrible poderío. Ten piedad, malvada. No puedo más, no puedo pasar ya un día sin verte. Si no, la atroz locura. Se acabó, ya no trabajo, divinidad malhechora, y sin embargo te amo con furor. Mi Camille, tranquilízate, no tengo amistad con ninguna mujer, y toda mi alma te pertenece. No puedo convencerte y mis razones son impotentes, mi sufrimiento no lo crees [...] Déjame verte todos los días [...] no dejes a la fea y lenta enfermedad apoderarse de mi inteligencia, el amor ardiente y tan puro que siento por ti, en fin, piedad querida, y tú misma serás recompensada.”
Diez años estuvo Camille junto a Rodin y según pasaba el tiempo sentía que debía volar sola para expresar su propia voz. Rodin llegó a escribir: "Tus manos han comprendido lo que yo no había conseguido expresar. (...) Te necesito, no solo como escultora, sino como la llama que da vida a mis mármoles.” Camille estaba convencida de que Rodin se aprovechaba de su talento y sus ideas y en 1893 le escribió: “Ya no tengo el valor de verte. Tú eres como un dios y yo solo una aprendiz.” El distanciamiento, que fue progresivo, concluyó con el establecimiento de Camille de su propio taller de escultura, y su obra en solitario le dio cierto éxito durante un tiempo. Allí surgieron obras como “La valse”, “Clotho” o el sensacional grupo escultórico “La edad madura” donde se muestra arrodillada tras ser abandonada. Rodin por su parte siguió apoyando, durante unos años, la carrera de Camille, aunque tímidamente, y sin volcar grandes esfuerzos ni la influencia de la que era capaz en ello. En 1898 escribía: “La señorita Claudel es una escultora admirable, pero su carácter orgulloso la hace difícil de ayudar. Rechaza todo consejo, incluso los más fraternales.”
En torno a 1905 se agudizó el desequilibrio de Camille, que posiblemente se inició poco después de abandonar el taller de Rodin. Inmersa en una actividad frenética de creación, cada vez se encontraba más aislada a la par que se sentía espiada y perseguida por Rodin, hasta el punto de convertir este sentimiento en pura obsesión. Así, en 1894 escribía: “Ya no tengo a nadie. Él me ha robado el alma y el taller” y en 1905: “Rodin me persigue. Ha enviado a sus espías a destruir mis moldes. Todo está bajo su poder.”
Entre 1909 y 1913 vive prácticamente
encerrada en su taller, años en los que escribía: “Me han envenenado la
comida. Han destruido mi alma.” Su paranoia, cada vez más intensa, la llevó
a destruir gran parte de los bocetos, los moldes y las obras creadas en
aquellos años, siendo muy pocas las que han llegado a la actualidad. En 1911
escribía: “Ya nadie viene, ni siquiera para ver mis esculturas. Temo que
Rodin haya pedido que me cierren todas las puertas. El mundo del arte es una
casa con llave, y él guarda la cerradura.”
En marzo de 1913, una semana después
de la muerte de su padre, su gran defensor, ingresó en un estado físico
lamentable en el Hospital de Ville- Évrard a instancias de su madre y su
hermano, lo cual, dado el estado de Camille, era algo perfectamente legal en
aquella época. El informe médico de ingreso decía: “Delirio de persecución
sistematizado. Ideas fijas respecto a una supuesta conspiración dirigida por
Auguste Rodin. Conducta autoagresiva y socialmente peligrosa.” Al año
siguiente fue trasladada al manicomio de Montdevergues, cercano a Aviñón.
Entre uno y otro ingreso, Camille
pasó privada de libertad casi 31 años, tiempo en el que igualmente se vio sin posibilidad de ejercer su arte: “No hago nada aquí. Nada de escultura. Es una vida sin finalidad, sin razón de ser”. Durante ese tiempo solo recibió siete
visitas de su hermano, muy espaciadas entre sí. No tardó en mejorar
sensiblemente, no era peligrosa, pero era un estorbo. En 1917, le escribía a su
hermano: “Aquí me dejan morir lentamente como un animal apestado. (…) ¿Qué
crimen he cometido para merecer esto? (…) ¿Te das cuenta de que hace cuatro
años que estoy aquí encerrada sin juicio, sin visita, sin consuelo?” Los médicos,
en fecha tan temprana como 1914 sentenciaban: “Señor Paul Claudel: Su
hermana no presenta ningún signo de locura violenta. No es peligrosa. Podría
volver a una vida en libertad si se le garantizara apoyo social.” Por su
parte, su hermano en 1937 le escribía al Hospital: “Mi hermana no está
curada. Su delirio permanece... No puedo responsabilizarme de su cuidado.”
En 1929 todavía seguía su obsesión con Rodin: “El viejo monstruo tiene orejas en todas partes. Me roban mis bocetos, me los copian, me los desmontan.” Hay estudiosos del arte que sostienen que antes de su reclusión Camille pudo haber sufrido plagios de sus obras, lo que posiblemente acrecentó su paranoia, pero no era peligrosa ni merecía el final que tuvo. En 1935 seguía su lamento y escribía a su hermano: “Todo el mundo me ha olvidado, excepto tú, quizás. Pero tú también te callas. ¿Acaso he muerto ya para ustedes?”.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, que golpeó a Francia duramente, los abastecimientos eran en
general muy escasos y más aún para instituciones psiquiátricas. En esta
situación, Camille Claudel sufrió un adelgazamiento extremo hasta morir de caquexia
a los 78 años, podría decirse que de hambre. Su hermano la visitó en 1943, poco
antes de morir. Sobre el encuentro escribió: “No me reconoció. Está seca
como un palo. Ha desaparecido la hermana que amé”. No estuvo presente en su
entierro. El cuerpo de Camille quedó en una fosa común sin lápida y fue
removido posteriormente. Al día de hoy no se sabe dónde están sus restos. Soledad
absoluta.
Respecto a Rodin, solo recordar las palabras de Ruth Butler en un libro sobre el escultor: "Permaneció absolutamente mudo
respecto a la reclusión de Camille. Ni una sola carta, ni una visita. El
silencio fue su lenguaje.”
Hoy el mundo reconoce a Camille
Claudel como una de las grandes escultoras de la historia del arte. Como a Mozart,
no le hizo falta una lápida desde la que ver su triunfo sobre el tiempo.
Imágenes: Tomadas de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Img 1 - Img 2 - Img 3
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