jueves, 31 de julio de 2025

Pollock: Jack el Goteador

 


Jackson Pollock explicó así su forma de pintar en una entrevista con William Wright, en 1950:

"Mi pintura no procede del caballete. Por lo general, apenas tenso la tela antes de empezar, y, en su lugar, prefiero colocarla directamente en la pared o encima del suelo. Necesito la resistencia de una superficie dura. En el suelo es donde me siento más cómodo, más cercano a la pintura, y con mayor capacidad para participar en ella, ya que puedo caminar alrededor de la tela, trabajar desde cualquiera de sus cuatro lados e introducirme literalmente dentro del cuadro. Se trata de un método similar al de los pintores de arena de los pueblos indios del oeste. Por eso, intento mantenerme al margen de los instrumentos tradicionales, como el caballete, la paleta y los pinceles. Prefiero los palos, las espátulas y la pintura fluida que gotea y se escurre, e incluso un empaste espeso a base de arena, vidrio molido u otros materiales inusuales adicionados. Cuando estoy en la pintura no me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Sólo después de una especie de período «de acostumbramiento» (logro) ver en lo que he estado. No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc, pues la pintura tiene una vida en sí misma. Trato de que ésta surja. Sólo cuando pierdo el contacto con la pintura, el resultado es una confusión. Si no, es pura armonía, un fácil dar y tomar y la pintura sale muy bien"

Sirvan estas palabras del propio Pollock para poder comprender la dimensión psicológica del autor ante la creación de una de sus aparentemente caóticas obras. Nacido en 1912, este pintor estadounidense llegó a convertirse en uno de los pintores más importantes del siglo XX. Su forma de pintar, a base de goterones y salpicaduras ayudado de cualquier utensilio —lo que se conoce como "dripping" o "drip painting"— termina creando cuadros densamente cargados de pintura, sin espacios vacíos, en los que curiosamente reina un determinado orden y se constituirá en punta de lanza de un movimiento que será conocido como "Action painting".

Debido a esta curiosa forma de pintar, Jackson Pollock se ganó el apodo de "Jack the Dripper", - Jack el goteador- en un evidente juego de palabras con el nombre del famoso "Jack el destripador" (Jack the Ripper). Lo que Pollock plasma en la tela no era una imagen, sino un hecho, una acción y aunque su pintura puede parecer aparentemente fácil, su obra es extremadamente difícil de copiar dado el punto de supuesto azar que interviene en cada cuadro y el especialísimo proceso creativo que se gestaba previamente en la mente del autor. Pollock mantenía: “No hay accidente. Cada línea, cada gota, está pensada.”

El apoyo de Peggy Guggenheim fue determinante en su evolución artística. En 1943, la célebre coleccionista de arte encargó a Pollock un mural para la entrada de su casa en Nueva York, pero este se encontraba bloqueado y no comenzaba el encargo. Peggy le presionó seriamente con retirarle su apoyo si no lo finalizaba de inmediato, obligándolo así a aclarar sus dudas. La célebre coleccionista de arte lo contaba así en sus memorias: “Tuve que amenazar con despedirlo si no terminaba el mural. Finalmente, su esposa Lee (Krasner) lo encerró en la habitación con el lienzo. Lo terminó en una noche.” Con el tiempo, aquella pintura se convirtió en una obra referencial y ahora, bajo el título “Mural”, se conserva en el Museo J. Paul Getty de Los Ángeles.

El influyente crítico de expresionismo abstracto, Clement Greenberg, se refirió al artista como “El pintor más grande de su generación” y la Revista Time publicó en 1950 un artículo con Pollock como protagonista en el que preguntaba: “¿Es el mejor pintor vivo de los Estados Unidos?”. Su fama sería ya imparable.

Y a pesar de ello Pollock vivía en sus últimos meses en una espiral autodestructiva. Murió joven en un accidente de tráfico, con tan solo 44 años. Toda su vida fue una lucha constante contra su alcoholismo, encontrándose sus cimas artísticas en aquellos momentos en los que lograba mantenerse lejos de la bebida.

Hoy en día, hablar de Pollock es como hacerlo de Mark Rothko o de Picasso. Al igual que estos, el precio que alcanzan sus obras en las subastas es astronómico, baste decir que en 2006 su cuadro “Numero 5, 1948” se vendió por la cifra de 140 millones de dólares. Y así, chorreando pintura, Pollock superó el sueño de los alquimistas y logró que cada gota de pintura que lanzaba valiera mucho más que el oro. "Cosas veredes..."

Imagen: Tomada de la siguiente página: Fuente Original

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