martes, 1 de julio de 2025

John Singer Sargent y el "escandaloso" tirante de "Madame X"

"Retrato de Madame X" "La indecencia disfrazada de arte" (J.K. Huysmans)

Para muchos, la arriba retratada es solo "Madame X", la del escándalo, pero esa incógnita no era tal en la época en que fue retratada por John Singer Sargent, aquella distinguida mujer era de todos conocida, la singular Virginie Amélie Avegno Gautreau, una acaudalada dama que pronto se convirtió en toda una sensación en los exclusivos salones parisinos. Su belleza era singular, su figura llamativa y sugerente pero supo añadirle la magia de sus afeites; de ella se decía que se empolvaba la piel con polvos de arroz lavanda hasta parecer de porcelana, pero con un misterioso matiz azulado; su cabello tomaba el color de la caoba gracias a tintes con henna y además de usar tintes oscuros en las cejas y los labios, tenía la curiosa costumbre de aplicar un toque de colorete en sus orejas. Podría parecer una mezcla desafortunada, pero Virginia lograba lucir espectacular, logrando un resultado equilibrado, original y sobre todo atrevido, que la hacía resaltar allá a donde se presentara.

Sargent, ante aquella mujer que ya de por sí parecía una obra de arte en movimiento, se obsesionó por pintarla y lograr captar con su arte la belleza de una mujer que consideraba todo un reto. En esta ocasión no era la modelo la que acudía al pintor, sino todo lo contrario. Así lo decía en una carta: "Tengo un gran deseo de pintar su retrato y tengo razones para pensar que ella lo permitiría, y está esperando que alguien se lo proponga como un homenaje a su belleza... debes decirle que soy un hombre de un talento prodigioso."

Y sin dudas lo era. Sargent, aunque estadounidense, había nacido en Florencia y pasó toda su vida en Europa, hablaba cuatro idiomas y sus modales eran exquisitos; su forma de atender los largos y tediosos posados era novedosa y lograba hacer de la elaboración del retrato una experiencia diferente. No solo tocaba el piano de forma excelente durante los descansos en las sesiones o daba conversación inteligente a las damas que acudían a su estudio, es que además su forma de entender el retrato y su forma de manejar los pinceles resultaba totalmente nueva y moderna, con todo lo cual, pronto se convirtió en un codiciado retratista entre las clases acomodadas que por entonces demandaban imágenes que supieran captar el glamour y alta posición de sus personas.

Sargent sabía sacar el mejor partido a sus modelos, buscaba la luz más adecuada y se esforzaba por conseguir poses originales y favorecedoras que hicieran de cada retrato algo único. En el tratamiento del rostro tenía el don de hacer aflorar la personalidad y distinción del retratado, dándole una viveza muy apreciada por todos. Como decía Warhol de Sargent: 

"Había hecho que todos parecieran más glamurosos. Más altos. Más delgados. Pero todos ellos tienen carácter, cada uno de ellos tiene un carácter diferente"

Consciente de la importancia que tenía para las retratadas, Sargent no olvidaba los detalles como las joyas y complementos e inteligentemente daba un tratamiento especial a los lujosos vestidos de las modelos para que lucieran como era debido en todo su esplendor. Y ni que decir tiene, era muy cuidadoso en atenuar cualquier detalle que pudiera ensombrecer el resultado y la dignidad de la modelo. 

Por supuesto, Virginie Gautreau, aceptó la propuesta del pintor. Como recién llegada a la élite, esperaba que el retrato la ayudara a ser aceptada entre la vieja nobleza. Todo detalle era importante y la modelo eligió un espectacular vestido de noche en terciopelo negro, que a la par que provocaba un intenso contraste con su blanquísima piel, entallaba magníficamente su cintura. El amplio escote, parecido a un palabra de honor, dejaba desnudos sus hombros, realzaba su elegante cuello y se encontraba rematado con unos finos tirantes, en los que centelleaba un cierto brillo metálico o de pedrería que contrastaban con la negrura absoluta del vestido.

Una vez finalizado el retrato, no fueron aquellos hombros desnudos o el amplio escote que mostraba la dama los que llamaron la atención del público, fue el simple hecho de dejar caído el tirante izquierdo, el que doto al cuadro de una sensualidad inesperada, una pequeña frivolidad, una muestra de sugerente abandono de una altiva dama, el que desato el escándalo. Un vendaval de inesperadas críticas arreció contra la modelo y el pintor, entre las que se encontraban afirmaciones como las del escritor Joris-Karl Huysmans que definió la obra como: "La indecencia disfrazada de arte". Se llegó a decir que, si uno se paraba ante el retrato durante su exposición en el salón de 1884, "oiría cada maldición en lengua francesa", tal era la indignación que provocaba. Todo suena muy exagerado, pero por lo visto, en aquella época la honra podía pender de un simple tirante.

El escándalo fue a mayores y John Singer Sargent se vio en la necesidad de repintar la obra para recolocar el conflictivo tirante en su sitio. Virginia Gautreau, abochornada, se vio empujada a abandonar la ciudad, evitando así de los hirientes comentarios de los que era objeto. Pero con el tiempo el cuadro se convirtió en lo que ella esperaba, en su mejor embajador, en una muestra de elegancia, distinción y atrevimiento. Curiosamente, Virginia Gautreau terminó por posar, unos años después, nuevamente con un tirante bajado, esta vez para el pintor Gustave Courtois. Ya no hubo escándalo alguno. Aquel detalle, aquella frivolidad del tirante caído, acabó por convertirse casi en su enseña, en un símbolo.

John Singer Sargent, que hubo de quedarse durante un tiempo con el "escandaloso" retrato en su estudio, pudo con los años venderlo al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, donde ahora se expone, diciendo: "Supongo que esto es lo mejor que he hecho" (con permiso de su fabuloso retrato de Lady Agnew de Lochnaw del que ya hablamos en este blog)


John Singer Sargent

Imágenes: De Wikimedia Commons - Dom. Público (CC0) - Fuentes a Imagen 1 - 2 -

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