Toulouse Lautrec fue el cronista de la vida bohemia de Paris
a través de sus maravillosos cuadros y carteles. Su ambiente predilecto eran
los cafés, los cabarés, los teatros, el Moulin Rouge y los prostíbulos de
Montmartre y Montparnasse. En sus pinturas cobraron vida artistas de la noche como
Jane Avril, Yvette Guilbert o La Goule, sobrenombre de Louise Weber, pero también
bailarines, borrachos y gentes pintorescas de la bohemia parisina que tenían en
la absenta, la peligrosa hada verde, su bebida preferida. Pero hoy nos olvidaremos de su faceta como pintor para centrarnos un poco en su afición a la coctelería.
Lautrec murió joven. Tan solo tenía 37 años cuando fue
vencido por su adicción al alcohol. Se le atribuye la frase: "Beberé leche
cuando las vacas se alimenten de uva", lo que ya da una idea de sus
fijaciones. Era amante del buen vino del que decía: "hace en la garganta
el mismo efecto que la caricia de una pluma de pavo real", pero también de
bebidas duras como el absenta y otras invenciones suyas de alta graduación. Y es que Lautrec no era un bebedor al uso. Igual que era un genio mezclando colores sobre la paleta, también hacía sus pinitos combinando licores, de hecho se le atribuyen combinados de nombres exóticos como el "Love Cocktail"
(Cóctel del amor) o el "Meadow Oysters" (Ostras de pradera), pero
entre todos ellos destacan especialmente dos.
El primero es el que presentó como "Rubor de doncella", nombre que hacía alusión a cómo se le subían los colores a las damiselas cuando lo tomaban. No es de extrañar el sofocón con esta mezcla de absenta, ginebra, el jugo de medio limón, un poco de azúcar glass y sirope de frambuesa.
El otro combinado era el llamado "Terremoto"
(tremblement de terre). Una mezcla a partes iguales de absenta y coñac a la que
dio aquel nombre porque al beberlo consideraba normal que se sintiera temblar
la tierra bajo los pies.
Con estos combinados, y también con elaborados platos de
cocina ideados por él, buscaba sorprender a sus amigos, disfrutando de la vida
e intentando olvidar sus propios fantasmas. Sus problemas físicos, sufridos
desde su infancia y su enanismo siempre fueron un lastre para él. A su madre le escribió: "Mi querida mamá,
definitivamente eres la gallina que empolló a un famoso pato".
Por si fuera poco, estaban los problemas emocionales con una
familia aristocrática que no aceptaba los ambientes en que se movía. No era una
situación la suya en la que resultara fácil mantenerse sobrio. Trago a trago,
terremoto a terremoto, se encaminó con paso firme hacia un alcoholismo severo
que no tardó en pasarle factura, con el tiempo llegaron los episodios de
delirium tremens, como cuando se imaginó rodeado de arañas y atemorizado por
sus alcohólicas visiones se puso a disparar sobre las paredes, episodios tras
los cuales sería ingresado en un sanatorio mental y posteriormente recluido en
su casa de Burdeos, donde permaneció hasta morir.
A juzgar por algunas fotografías parece que Lautrec supo pasarlo bien, sabía reírse de si mismo y le supongo tan orgulloso de su condición de alquimista de licores como de pintor, aunque será por esta segunda faceta, en la que nunca le tembló el pulso, por la que, con justicia, será siempre recordado. No en vano toda la bohemia, que era en realidad su verdadera familia, sigue bailando en sus cuadros.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público - CC0 - Fuente original
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