En la historia del arte no han sido demasiadas las mujeres
que han logrado trascender. Una de ellas es la sevillana Luisa Ignacia Roldan
Villavicencio, hija del escultor Pedro Roldán y conocida por este hecho como
"La Roldana". Ya en el taller de su padre demostró su habilidad desde
temprana edad y con solo catorce años firmaba y vendía pequeñas esculturas por su
cuenta. Más singular y extraordinario para una mujer es que lograra, en pleno
siglo de oro español, conseguir ser escultora de cámara del Rey de España
Carlos II, algo realmente insólito. Algunas veces, y esta es la prueba, el talento logra abrirse
camino.
A pesar de su aparente éxito, La Roldana paso siempre muchas
estrecheces económicas. Poco antes de morir en la completa indigencia, llegó a
firmar una declaración de pobreza y años antes había escrito al Rey, para el
que trabajaba, una súplica que decía: "Me hallo con mi marido e hijos
faltos de todo, hasta del pan de cada día...". Nunca fue fácil la vida de los artistas y menos en España.
Pero si en algo le sobraba era talento y una prueba
portentosa del mismo es su "Arcángel San Miguel venciendo al demonio"
(1692), obra maravillosamente policromada y tallada en madera de cedro que además encierra una sorprendente anécdota. Como quiera que según la tradición los
ángeles no tienen sexo, La Roldana decidió dar a San Miguel cuerpo y rostro de
mujer. Aunque no hay una evidencia documental de la época, si hay
investigadores modernos que sostienen la atractiva teoría de que la escultora talló
su propio rostro en el Arcángel y que como venganza por el mal comportamiento y
falta de apoyo en todos sentidos que su marido, Luis Antonio de Arcos, tuvo
siempre con ella, utilizó el rostro de este en el demonio que tiene a sus pies,
por supuesto desnudo, con cuernos y rabo. Para algunos puede ser éste el
demonio más asustado de la historia del arte. Allí le tienen, ya derrotado y
vencido, mirando desesperado al Arcángel San Miguel transfigurado en su esposa,
que a pesar de su rostro sereno se muestra decidida a darle el golpe de gracia
con su espada flamígera. Como decía Serrat "Harta ya de estar harta…".
Su marido, que firmaba más de un contrato por su esposa
rezando con ello como autor, provocó que La Roldana, orgullosa como estaba de
esta majestuosa escultura de más de dos metros y medio de altura, se asegurara
de firmarla, no una sino hasta dos veces. Supongo que no quería que nadie
dudara que aquella maravilla tenía alma de mujer.
Puede que solo sea una leyenda, una interpretación moderna
del empoderamiento de la mujer, pero es de esas leyendas, tan bien traídas, que
gustan tenerlas por verdad.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY-SA 4.0 - Fuente Original
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