lunes, 30 de noviembre de 2020

Los amantes del Batallón Sagrado de Tebas


¨De manera que si, por una especie de encantamiento, un Estado o un ejército pudieran componerse de amantes y de amados, no habría pueblo que llevase más allá el horror al vicio y la emulación por la virtud. Hombres unidos de este modo, aunque en corto número, podrían en cierta manera vencer al mundo entero¨. (El Banquete , Platón). 

Curiosamente y sin que exista parangón en la historia, ese pequeño ejército de amantes al que hacía referencia Platón, existió en la realidad. Más allá de la popularidad alcanzada por Leónidas y sus 300 guerreros (más algunos apoyos siempre olvidados) en la batalla de las Termópilas, hubo en la antigüedad otro grupo de 300 guerreros que merecen el mismo eco, dada la extraordinaria singularidad de su conformación y la calidad como fuerza de élite de sus componentes: el poderoso Batallón Sagrado de Tebas. Este grupo fue creado aproximadamente en el 378 a. C. por Górgidas (quien sabe si con la inspiración del texto de Platón citado que se fecha entre el 385 y el 370 a. C) bajo la premisa de que los 300 hombres que integraban el mismo habían de ser parejas de amantes, 150 parejas de hombres que lucharían hasta la extenuación por la vida de la persona amada que luchaba a su lado, con el añadido de que si uno de los amantes perdía en la batalla a su pareja, sin duda redoblaría sus esfuerzos para vengar su muerte. 

En cada pareja había un componente de más edad, denominado "heniochoi" (conductor) y otro más joven que recibía el nombre de "paraibatai"(compañero). Plutarco hablaba así de ellos:

"Para varones de la misma tribu o familia hay poco valor de uno por otro cuando el peligro presiona; pero un batallón cimentado por la amistad basada en el amor nunca se romperá y es invencible; ya que los amantes, avergonzados de no ser dignos ante la vista de sus amados y los amados ante la vista de sus amantes, deseosos se arrojan al peligro para el alivio de unos y otros."

Al frente del Batallón se encontraba Pelópidas, al que en la batalla de Mantinea, tal como se ve en la imagen de cabecera, salvó la vida, arriesgando la suya propia, Epaminondas, que después sería uno de los grandes generales de la antigüedad. Entre ambos generales se forjó una solida amistad que duraría años y que muchos la llevan también al terreno íntimo. Con el liderazgo de ambos militares, Pelópidas y Epaminondas, el batallón Sagrado de Tebas, ayudó grandemente a la derrota de los supuestamente invencibles espartanos en las batallas de Tegira y Leuctra, dando la hegemonía a Tebas sobre las demás ciudades estado.

Dicha primacía duró aproximadamente cuarenta años, los que duró el Batallón Sagrado. Hubo de llegar Filipo II de Macedonia con todas las innovaciones tácticas y estratégicas por él ideadas y aprovechadas por su hijo Alejandro Magno, para que el Batallón Sagrado de Tebas sucumbiera totalmente en Queronea (338 a. C.), batalla que constituye el inicio del auge de Macedonia. Los restos de los 300 miembros del Batallón Sagrado fueron enterrados bajo el conocido como León de Queronea (imagen de la derecha). Según cuenta Plutarco, Filipo al ver los cadáveres de aquella formidable fuerza de élite, totalmente única e irrepetible en su concepción, dijo: 

"Perezca quien sospeche que estos varones o sufrieron o hicieron algo inapropiadamente"

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domingo, 29 de noviembre de 2020

Jerry Lewis, "El profesor chiflado" que no lo era tanto


"Cuando uno es genial y lo sabe, como es mi caso, no hay que andarse con rodeos...."

Eso decía Jerry Lewis como el irresistible "Buddy Love" una vez el desastroso y extremadamente tímido Profesor Kelp tomaba su pócima mágica para transformarse radicalmente. Pero por muchas muecas que hiciera, Jerry Lewis no tenía un pelo de tonto. Podría tener toda la incontinencia gestual y cómica que se quiera pero la sesera la tenía muy bien amueblada. 

Cuando en 1963 dirigió y protagonizó "El profesor chiflado", (The nutty professor) una de sus películas más recordadas, exigió con determinación que se recogiera en el contrato una cláusula por la que se garantizara su derecho al 50 % de los beneficios de futuros remakes de la película y la inclusión de su nombre como productor ejecutivo en los títulos de crédito.

Los estudios Paramount no vieron mucho problema en aquella "extravagancia" de Jerry Lewis y ante la férrea insistencia de este firmaron el contrato aceptando sus condiciones. Era aquella una época en la que los remakes eran anecdóticos y no se mostraba "El profesor chiflado", una relectura en clave humorística de "El extraño caso del Dr. Jeckyll y el Mr. Hyde", como una obra potencialmente revisionable. Se puede decir que en los mentideros de Hollywood hubo un cierto cachondeo con las condiciones de Lewis. 

Pero el remake llegó en 1990 y una segunda parte mas en 1996. Eddie Murphy, dio vida de nuevo a Buddy Love (Amigo Amor) y se encargó de hacer una mina de oro de aquella disparatada comedia. Por supuesto en los créditos apareció bien visible el nombre de Jerry Lewis y su cuenta bancaria se vio aumentada en más de 100 millones de dólares, gracias a aquella disparatada exigencia suya de 1963. Sin duda pensó: El que ríe el último ríe mejor.

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sábado, 28 de noviembre de 2020

El desasosiego de Fernando Pessoa

 

"El mundo es de quien no siente. La condición esencial para ser un hombre práctico es la ausencia de sensibilidad. La cualidad principal en la práctica de la vida es aquella cualidad que conduce a la acción, esto es, la voluntad. Ahora bien, hay dos cosas que estorban a la acción –la sensibilidad y el pensamiento analítico, que no es, a fin de cuentas, otra cosa que el pensamiento con sensibilidad. Toda acción es, por naturaleza, la proyección de la personalidad sobre el mundo exterior, y como el mundo exterior está en buena y en su principal parte compuesto por seres humanos, se deduce que esa proyección de la personalidad consiste esencialmente en atravesarnos en el camino ajeno, en estorbar, herir o destrozar a los demás, según nuestra manera de actuar. Para actuar es necesario, por tanto, que no nos figuremos con facilidad las personalidades ajenas, sus penas y alegrías. Quien simpatiza, se detiene. El hombre de acción considera el mundo exterior como compuesto exclusivamente de materia inerte –inerte en sí misma, como una piedra sobre la que se pasa o a la que se aparta del camino; o inerte como un ser humano que, por no poder oponerle resistencia, tanto da que sea hombre o piedra, pues, como a la piedra, o se le apartó o se le pasó por encima. El máximo ejemplo de hombre práctico, por reunir la extrema concentración de la acción junto con su importancia extrema, es la del estratega. Toda la vida es guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un hombre que juega con vidas como el jugador de ajedrez juega con las piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensara que cada lance de su juego lleva la noche a mil hogares y el dolor a tres mil corazones? ¿Qué sería del mundo si fuéramos humanos? Si el hombre sintiera de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga hacia la sensibilidad que la acción tuvo que olvidar."

El párrafo está tomado del "Libro del desasosiego", una verdadera colección de pensamientos y reflexiones sobre todo lo que nos rodea. Fernando Pessoa, su autor, amigo de crear personalidades paralelas -heterónimos- y firmar con sus nombres sus libros, ideó esta obra como una autobiografía de Bernardo Soares, de quien decía que se trataba de un "semiheterónimo porque no siendo su personalidad la mía, es no diferente de la mía, sino una mutilación de ella. Soy yo, menos el raciocinio y la afectividad". En el libro se reúnen pensamientos reunidos desde 1913 a 1935, fecha en la que falleció Pessoa, quedando todos aquellos aforismos en completo desorden y con instrucciones poco claras sobre como debían quedar estructurados. La primera publicación de la obra se hizo décadas después de la muerte del escritor portugués, concretamente en 1982. 

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Chandler y "El largo adiós" de los "Noctámbulos" de Hopper

 

"Un individuo triste sobre un taburete conversaba con el barman, que sacaba brillo a una copa y escuchaba con esa sonrisa de plástico que luce la gente cuando está tratando de gritar. El cliente era de mediana edad, elegantemente vestido y estaba borracho. Quería hablar y no podía dejarlo aunque quizá, en realidad, ni siquiera tuviera ganas de hablar. Parecía cortés y amable y cuando yo le oía no daba la impresión de arrastrar demasiado las palabras, pero no cabía duda de que se levantaba por la mañana con la botella y que sólo la dejaba cuando se dormía por la noche. Seguiría así durante el resto de su existencia y ésa era la única vida que tenía. Nadie sabría nunca cómo había llegado a aquella situación dado que incluso aunque lo contara él no sería verdad. En el mejor de los casos un recuerdo distorsionado de la verdad tal como él la conocía. Hay un hombre triste como ése en todos los bares tranquilos de la tierra"

El fragmento de "El largo adiós", obra de Raymond Chandler, parece hacer una clara referencia al famoso cuadro "Nighthawks" (Noctámbulos) de Edward Hopper, una pintura de 1942, que por su representación de la soledad en la gran ciudad ha sido un referente en la ambientación de múltiples películas, canciones y libros. Chandler, uno de los grandes de la novela negra, supongo que encontró decenas de historias para cada uno de los personajes. Puede que para la silenciosa pareja del cuadro, ese encuentro fuera tan solo un "largo adiós" como el título del libro de Chandler.  El cuadro fue pintado por Hopper justo después del ataque a Pearl Harbor, cuando el EEUU se veía abocado a entrar en la Segunda Guerra Mundial y entre la población existía una sorda sensación de desánimo y preocupación por el futuro. Hopper se inspiró en un "diner", ya inexistente, que se ubicaba en Greenwich Willage, su barrio natal de Nueva York. El local, que parece no tener puertas al exterior, remarca la sensación de "no hay salida" y muestra la soledad de sus ocupantes a través de amplias cristaleras a un mundo donde nadie los mira. Las historias de cada uno de los personajes queda a la interpretación que cada uno quiera darle a la escena. Su destino depende del espectador.

Hopper tuvo siempre tendencia a mostrar en sus pinturas el mundo interior de las personas. En el cuadro nadie habla, todos están absortos en sus pensamientos. La pareja muestra cercanía física pero sus bocas están selladas y su pensamiento parece estar en otro sitio. Hasta el camarero dirige la mirada al exterior, como si los clientes fueran invisibles. Hopper decía de su forma de entender el arte:

"El buen arte es la expresión exterior de la vida interior del artista, y su vida interior resultará en su visión personal del mundo. Ninguna cantidad de invención talentosa puede reemplazar el elemento esencial de la imaginación. Una de las debilidades de las pinturas mucho más abstractas es el intento de sustituir las invenciones del intelecto humano por una concepción imaginativa privada. La vida interior de un ser humano es un campo vasto y variado y no se ocupa solo de estimulantes disposiciones de color, forma y diseño. El término vida de un ser humano no debe ser usado como despectivo, ya que implica toda la existencia y la competencia del arte es reaccionar y no huir de él. La pintura tendrá que lidiar más completamente y menos indirectamente con la vida y el fenómeno de la naturaleza antes de que pueda ser grande de nuevo."


El óleo, de 154x82 cm. se expone actualmente en el Art Institute of Chicago.

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

viernes, 27 de noviembre de 2020

Lapislázuli mejor que oro: "El Descendimiento" de Rogier van der Weyden


No soy un experto en pintura para desentrañar, aunque fuera mínimamente, los secretos de esta maravillosa obra de arte que es "El descendimiento de la cruz", pintada hacia 1433 por el artista flamenco Rogier van der Weyden y que podemos disfrutar en el Museo del Prado gracias a los caprichos y amor por el arte de Felipe II; pero puede que, aunque sea superficialmente, alguna pizca podamos hablar de ella. 

Supongo que a todos nos resultan evidentes sus juegos con la profundidad en un espacio tan reducido, la estudiada composición de las figuras y el ballet de simetrías y armonías que existe entre los personajes de una obra que rebosa color y maestría en el uso del pincel y el tratamiento de las telas y sus texturas. Dentro del maravilloso paréntesis pictórico que crea el pintor en los extremos de la obra con las figuras recogidas de San Juan Evangelista, con su soberbia túnica roja y tras el cual llora desconsolada María de Cleofás, se opone en el lado opuesto la doliente María Magdalena con sus manos entrelazadas, dejando enmarcados en el centro a María Salomé, vestida de verde, y José de Arimatea con su capa bordada en oro (era el que puso los cuartos para pagar el entierro de Jesús y en la calidad de su vestimenta se deja muestra de ello), personajes estos que ayudan a sujetar a los verdaderos protagonistas de la obra, Jesús, que sujetado también por detrás por Nicodemo, se nos muestra ya sin vida tras ser retirado de una cruz mínima por un desconocido joven, y en una pose prácticamente idéntica a la de una Virgen María que se derrumba desmayada bajo él por el dolor, mientras sus manos parecen querer tocarse. Y precisamente de esta figura es de la que quería hablar en esta entrada ya que guarda una anécdota curiosa. El maravilloso ropaje azul que lleva la Virgen, con sus elaborados pliegues perfectamente tratados, esta pintado con el que posiblemente sea el color más caro de la historia de la pintura, el azul ultramar, cuyo carísimo pigmento base aparece en este ropaje con una de las concentraciones más puras de toda la pintura de aquella época. No era un color fácil de obtener pues para su elaboración hacia falta moler una piedra semipreciosa conocida como lapislázuli que provenía de tierras tan remotas como Afganistán y que llegaba en ocasiones a multiplicar por cuatro el valor del preciado oro. No cabe duda de que el Gremio de ballesteros de Lovaina no reparó en gastos a la hora de encargar esta obra, en la que queda rastro de su origen en las dos pequeñas ballestas que se enmarcan en los vértices superiores de la pintura. 

Sobre los incontables pequeños detalles como las lágrimas de los personajes, las venas, los juegos en las posiciones de las manos, los huesos y calaveras presentes en la obra pero siempre cerca de brotes de plantas que sugieren la resurrección, los brillos, calidades y texturas de las telas o pieles de los vestidos o el curioso cinturón que porta María Magdalena y que se presenta abrochado sobre su ingle a modo de un símbolo de castidad, son todas ellas y muchas más, maravillas que solo se disfrutaran en presencia de este sobrecogedor cuadro, o gracias a las ventajas de este tiempo que vivimos, aplicando detenidamente el zoom sobre la imagen, con el que lograremos descubrir algunos de los secretos de una verdadera obra maestra, una de mis preferidas de siempre.

Fuente: A partir de una anécdota leída en el nº 110 de la revista "Muy Historia"

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0). Fuente Original

jueves, 26 de noviembre de 2020

Las estrecheces de Pablo Picasso


 

"Un pintor es un hombre que pinta lo que vende. Un artista, en cambio, es un hombre que vende lo que pinta"

Son palabras de Picasso, a quién, una vez llegado el éxito, los cuadros casi se los quitaban del caballete nada más darle la última pincelada. En la lista de los veinte cuadros más caros de la historia vendidos en subastas hay actualmente siete Picassos, el más caro de ellos "Les femmes d'Alger" vendido en 2015 por tan "solo" 179'4 millones de dólares marcando en su momento un hito al ser la pintura más cara dentro de ese selecto ranking al que antes aludíamos. Siempre fue así, las pinturas de Picasso siempre han sido muy codiciadas. Se cuenta que cuando el pintor malagueño, lejos ya los años de la bohemia parisina, recibía visitas en su casa al sur de Francia, no era raro que sus invitados, esperando encontrar un pequeño museo de joyas desconocidas del pintor, le preguntaran extrañados por la llamativa desnudez de sus paredes y la ausencia de sus obras en ellas. Así, en cierta ocasión uno de esos invitados le preguntó al pintor por aquellas vacías paredes:

- ¿Por qué, Pablo? ¿Acaso no te gustan tus pinturas? 

- Todo lo contrario, amigo, todo lo contrario. Me gustan muchísimo -respondió Picasso- El problema es que... Verás, no puedo permitírmelas.

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

martes, 24 de noviembre de 2020

Rembrandt, el orgullo y el falso florín


 "Sin una atmósfera la pintura no es nada." (Rembrandt)

Rembrandt, arriba en uno de sus muchos autorretratos, fue un pintor portentoso que por su pincelada y el tratamiento que daba a la luz resultaba de una modernidad inusual en su época. No es extraño que pintores mucho más modernos como Van Gogh dijeran de su obra: "Hay que haber muerto varias veces para pintar así". Y a pesar de ello, siempre hay quien pone peros. 

Se cuenta la anécdota de un alcalde que se dirigió al taller de Rembrandt en Amsterdam para encargarle uno de sus famosos retratos, accediendo a ello el pintor. Una vez terminado el cuadro, el alcalde (o burgomaestre como le decían por allí) fue a recoger la pintura que no fue del todo de su gusto, alegando que el retratado no se le parecía suficientemente e invitaba al pintor a trabajarlo un poco más. Rembrandt, que era de la idea, según sus palabras, de que "una pintura se puede considerar acabada cuando lo dice su pintor", sabía que aquel retrato era perfecto, a pesar de lo cual aceptó "aparentemente" la sugerencia. Una vez marchó el personajillo de su taller, Rembrandt, en vez de volcarse en el retrato, que dejó tal cual estaba, se puso a pintar una moneda en el suelo, un florín de la época. Los reflejos, luces y perspectiva que dio a la moneda la convirtieron en una verdadera tentación para cualquiera que entrara en su taller. Poco tiempo después volvió el retratado para revisar la pintura y tan pronto entró en el taller y vio la supuesta moneda, se agachó con el mayor de los disimulos posibles para adueñarse de ella. Lastimosamente solo logró arañar el suelo y una carcajada del pintor, que le dijo "y decía que no atinaba con los parecidos..." Ridiculizado y visiblemente avergonzado, pagó al pintor lo debido, recogió su retrato y se marchó sin mirar siquiera si había hecho alguna modificación en el mismo.

Por supuesto el sujeto de la obra que dejamos a continuación: "Viejo con una cadena de oro" (1631 -expuesto en el Art Institute of Chicago) no tiene por que ser el protagonista de la anécdota, de hecho hay quien lo identifica con el padre de Rembrandt, pero nos ofrece una muestra más del talento del pintor con una obra menos conocida. El autorretrato de la cabecera esta fechado en 1659 y se expone en la National Gallery of Art de Washington DC.


Imágenes: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuentes: Imagen 1 - Imagen 2

El "Síndrome" de Benedetti Vs El boxeador del Quirinal

 

Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en estos detalles.

El poema se titula "Síndrome" y es obra del admirado Mario Benedetti. Para ilustrarlo hemos elegido un detalle de la escultura "El púgil en reposo" o de las Termas por haber sido encontrado en los Baños de Constantino que se ubicaban en el monte Quirinal. La edad golpea como si la vida fuera un combate de boxeo. Y a pesar de ello, el boxeador,  sentado tras el combate, con las marcas de la pelea sobre su cara e incrustaciones de cobre rojo para simular la sangre, vuelve su rostro a no se sabe dónde como si buscara la explicación de no se sabe qué, como si los golpes que recibe fueran invisibles, pero con la certeza de que se volverá a levantar nuevamente a luchar por muy cansado que pueda encontrarse. Para los expertos la obra se relaciona con Lisipo o pudiera ser que con su hermano el también escultor Lisistrato. Siglos III-II a.C. Actualmente se expone en el palacio Massimo alle Término, una sección del Museo Nacional Romano


Imagen: De Wikimedia Commons - Imagen 1 (CC POR 2.5) . Imagen 2 (CC0)

lunes, 23 de noviembre de 2020

Los ahorrativos Hermanos Marx

 

La  vida familiar de los pequeños Hermanos Marx, con sus cinco miembros: Groucho, Harpo, Chico, Gummo y Zeppo (en la foto solo los tres primeros y más famosos) tuvo que ser de lo más divertida. Groucho contaba que en los tiempos de juventud, cuando la familia se desplazaba en tren de una ciudad a otra para sus actuaciones en el teatro de vodevil y el éxito en el cine aún estaba lejos, su madre Minnie Marx, intentando ahorrar algún que otro dólar, decía que los chicos tenían trece años y hacia viajar a todos los hermanos con billete infantil. El truco podía funcionarle durante un tiempo, pero la ahorrativa Minnie seguía utilizándolo cuando todos los hermanos tenían ya más de veinte años. En cierta ocasión el revisor no pudo contenerse y se dirigió a Minnie diciéndole: "¡Señora, uno de sus 'niños' está fumando en el vagón restaurante y el otro, afeitándose en el baño de caballeros!" La madre, que debía reírse hasta de su sombra, simuló pesadumbre y con tono de tristeza le contestó: 

"¡Ay señor! Estos hijos míos crecen tan deprisa..."

Imagen: La fotografía (promocional de "Sopa de Ganso") es cortesía de la estupenda página Doctor Macro. Fuente Original

domingo, 22 de noviembre de 2020

Erik Satie y las Gymnopédies


 

"Antes de componer una pieza, camino multitud de veces a su alrededor acompañado por mí mismo"

Con estas palabras dejaba claro Erik Satie que la aparente sencillez de sus obras pianísticas era solo un espejismo, de hecho, alcanzar la belleza de piezas como las que conforman el ciclo de las Gymnopédies o las Gnosiennes requiere un estudio profundo sobre cómo alcanzar la pureza despojándolas de cualquier nota superflua. 

El caso es que el singular Satie, un personaje en toda regla que nos regalará más de una jugosa anécdota en el futuro, era un pequeño desastre a la hora de tocar al piano sus propias creaciones. Alberto Zurrón, en su muy recomendable libro "Historia insólita de la Música Clásica", nos cuenta que cuando Satie le mostró sus deliciosas Gymnopédies a sus amigos Gustave Doret y Claude Debussy y se sentó al piano para interpretarlas solo logró restarle toda su majestuosidad por la imprecisión y torpeza con la que las ejecutaba (nunca mejor dicho). Debussy, que además de compositor era un consumado pianista, siendo consciente del asesinato que su amigo Satie estaba cometiendo con las piezas, no aguantó más el suplicio y retiró a Satie del piano diciéndole: "Vamos, te mostraré cómo suena realmente tu música". 

Satie no causaba buena impresión en sus profesores de conservatorio. Descombres decía de él: "Debería trabajar más duramente. Estudiante muy dotado pero muy haragán", en otra ocasión decía: "El estudiante más haragán del Conservatorio. Sonido agradable. Espléndido ataque. Tiene excelentes cualidades que el trabajo duro puede desarrollar. Lecturas con esfuerzo." Otro profesor de Satie, Ambroise Thomas, incidía en la misma idea: "Podría hacerlo mejor pero no trabaja lo suficiente". En cualquier caso no creo que las escasas notas, la sobriedad y languidez de las Gymnopédies sean en modo alguno una muestra de esa pretendida "flojera" del compositor, si no más bien, una manifestación de ese talento latente que tras la misma ya vislumbraban sus profesores.

Las Gymnopédies nacen tras leer Satie la obra "Salambó" de Gustave Flaubert, momento en el que decide crear unas piezas de piano inspiradas en danzas de la antigua Grecia. No es "Gymnopédie" un término inventado por Satie, que ya sabemos era muy dado a dar nombres muy singulares a sus obras, de hecho había versos contemporáneos como los de Contamine de Latour que hacían uso de la palabra y en los diccionarios de la época se definía el término como la danza que era practicada por jóvenes bailarines espartanos desnudos, unas danzas de las que existen ecos en obras de Jenofonte, Platón o Plutarco. Se sumergió tanto en las composiciones de estas obras el desocupado Satie, que en cierta ocasión, al ser preguntado por su ocupación, al no ocurrírsele nada mejor que decir, se presentó como Gimnopedista y hay quien mantiene que incluso se presentaba así antes de haber escrito una sola nota de las maravillosas Gymnopédies.

Las obras pese a su minimalismo, a su cadenciosa y melancólica expresión (cada una de las tres Gymnopédies tiene indicaciones de interpretación del tipo "Lento y doloroso", "Lento y triste", "Lento y grave") son un verdadero desafío a las convenciones de la música clásica de su época y hasta se podría decir que tienen su puntito transgresor. No obtuvieron gran reconocimiento en su día y sin embargo hoy son piezas de gran éxito, perfectamente reconocibles y familiares para la mayoría (aunque no sepan su nombre) y profusamente utilizadas en multitud de películas o anuncios. Brian Eno, uno de los grandes impulsores del género conocido como "Ambient" señalaba a Satie como una de sus principales influencias.

Según Jean-Pierre Armengaud en "Erik Satie, una biografía para piano"

"La música de Satie (...) simplemente transpira inquietud, tirita de frío ante el academicismo de la tonalidad, se queja discretamente de no ser como todo el mundo, sonríe de no estar inscrita en ningún "partido" estético, se ríe de su propia pretensión, se ahoga frente a su probable impotencia, se ilumina con la conciencia de sí misma, se eleva sin hacer ruido para no asustar a sus demonios y muere por el simple hecho de haber existido"

Alexandre Tharaud interpreta la Gymnopédie nº 1:


Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

sábado, 21 de noviembre de 2020

Zsa Zsa Gabor: Entre diamantes y maridos


 

Todos conocen los ocho matrimonios de Liz Taylor y a pesar de parecernos imbatible con esta cota (por mucho que uno fuera por partida doble con Richard Burton), todavía hay al menos una actriz que la superó, la hoy un tanto olvidada Zsa Zsa Gabor, fallecida en 2016 con 99 años y que se casó nada más y nada menos que nueve veces. Nacida en Budapest como Sári Gábor y Miss Hungría en 1936, no tardó en abrirse camino en el cine y hacer sus pinitos en Hollywood. Entre sus papeles más recordados figura sobre todo el de protagonista en la película "Moulin Rouge" a las órdenes de John Huston, un director que por cierto, más allá de sus encantos, la consideraba una meritoria actriz. Más allá de su trayectoria cinematográfica, su agudo ingenio, un irrefrenable amor por las joyas, su Rolls Royce amarillo, su curioso acento húngaro y el rosario de matrimonios del que hacía gala la hicieron un personaje muy popular en Estados Unidos. 

Citar a sus esposos es casi tan arduo como hacerlo con la lista de los reyes godos, pero entre ellos se pueden destacar personajes famosos como George Sanders o Conrad Hilton. La Gabor por supuesto intentaba abordar este asunto de la incontinencia marital con buen humor y alguna frase memorable, como aquellas en las que decía: "Creo en la familia numerosa; toda mujer debería tener como mínimo tres maridos" o la más preocupante: "Cuando observo a una mujer, no me fijo en su vestido o en su elegancia, sino en su marido". En cualquier caso no era una mujer que guardara rencor a sus antiguos esposos una vez llegado el momento del divorcio (nada menos que siete) o de la ruptura de una relación prometedora, algo que dejó muy claro cuando al ser preguntada por la forma en la que había logrado reunir su esplendorosa colección de diamantes, contestó: "Nunca odié lo suficiente a un hombre como para devolverle sus diamantes". Y es que, como decía aquella canción, un diamante es para siempre, muy al contrario que muchos matrimonios.

Imagen: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro. Fuente Original

Historia de una lejanía: Las cartas de Miguel Hernández a Lorca


Personalmente siempre me han admirado más los versos de Miguel Hernández que los de Lorca, y pese a mi amor por la música, no creo que toda la culpa de esta preferencia sea de Serrat y del maravilloso disco que dedicó a las obras del primero. No hace mucho me encontré con una reseña de la correspondencia que mantuvieron estos dos poetas y ese sentimiento se afirma aún más por la soledad y el infortunio que siempre atenazó al poeta de Orihuela y que una vez más vuelca descarnadamente en estas cartas de las que hablaremos a continuación. Federico García Lorca, ya con 34 años, y durante su gira con "La Barraca" tuvo un encuentro en Murcia con el joven Miguel Hernández, que en aquel 1933 tan solo tenía 22 años. De sus labios escuchó Lorca algunos versos que aplaudió sinceramente. "Perito en lunas", el primer libro de poemas de Miguel Hernández se publicaría en breve con poquísimo eco en los medios y sin palabras de apoyo de Lorca a quien había enviado una copia. Es entonces cuando, un tanto desencantado, escribe al poeta granadino hasta cuatro cartas de las cuales este solo dará respuesta a la primera, aquella en la que entre otras cosas Hernández le decía:

"Sr. D. Federico G. Lorca

Le escribí hace mucho pidéndole elogios, aunque ya se los había oído para mi "Perito en lunas". Y aquí me tiene uste esperándolos -entre otras cosas. He pensado ante su silencio, que usted me tomó el pelo a lo andaluz en Murcia -¿recuerdaaa?-, que para usted fuimos, o fui, lo que recuerdo que nos dijo cuando le preguntamos quién era uno que le saludó. 'Ese -dijo- uno de los de: ¡adiós!, cuando les vemos'. Y luego: 'Me escriben muchas cartas a las que yo no contesto'. ¿Puedo estar ofendido contigo? (...) Por otra parte, en mi casa soy el cristo de los cinco sampedros: me niegan la mitad del pan; me niegan, padre y madre y sus hijos, como hijo de aquéllos, como hermano de éstos; les avergüenza el que haga versos; no quieren darme vestidos nuevos, y hasta a los pantalones viejos que tengo no les quieren poner remiendos, que amordacen rotos proclamadores de nalgas mías. Hoy mismo, hoy, me han escondido la llave del huerto para que pudiera entrar en él. Y yo he saltado a la torera la tapia, no la valla, y aquí, en este chiquero de abril, aquí, donde ha tenido el suyo “Perito en lunas” este estío, bajo esta higuera, que dilataban hasta sus pámpanos mi carne de acordeón semejante a una palmera degollada, aquí le escribo esto desesperado, desesperado.(...) Aquí, en mi huerto, en un chiquero, aguardo respuesta feliz suya, y pronto, o respuesta simplemente; aquí, pegado como un cartel a esta tapia, detrás, de la cual viven padres pobres, con tantos hijos y tan poca casa, que, para que los niños no vean los orígenes de su fabricación, el comienzo de sus hermanos, se salen al callejón a reanudarse las noches más empinadas. "(selección - texto de la carta incompleto)

Lorca le contestó así:

"Mi querido poeta:

No te he olvidado. Pero vivo mucho y la pluma de las cartas se me va de las manos. Me acuerdo mucho de ti porque sé que sufres con esas gentes puercas que te rodean y me apeno de ver tu fuerza vital y luminosa encerrada en el corral y dándose topetazos por las paredes.

Pero así aprendes. Así aprendes a superarte, en ese terrible aprendizaje que te está dando la vida. Tu libro está en el silencio, como todos los primeros libros, como mi primer libro que tanto encanto y tanta fuerza tenía. Escribe, lee, estudia. ¡Lucha! No seas vanidoso de tu obra. Tu libro es fuerte, tiene muchas cosas de interés y revela a los buenos ojos pasión de hombre, pero no tiene más cojones, como tú dices, que los de casi todos los poetas consagrados. Cálmate. Hoy se hace en España la más hermosa poesía de Europa. Pero, por otra parte, la gente es injusta. No se merece 'Perito en lunas' un silencio estúpido, no. Merece la atención y el estímulo y el amor de los buenos. Ése lo tienes y lo tendrás porque tienes la sangre de poeta y, hasta cuando en tu carta protestas, tienes en medio de cosas brutales (que me gustan) la ternura de tu luminoso y atormentado corazón.

Yo quisiera que pudieras superarte de la obsesión de esa obsesión de poeta incomprendido por otra obsesión más generosa política y poética. Escríbeme. Yo quiero hablar con algunos amigos para ver si se ocupan de 'Perito en lunas'. Los libros de versos, querido Miguel, caminan muy lentamente. Yo te comprendo perfectamente y te mando un abrazo mío fraternal lleno de cariño y de camaradería.

Federico."

En la respuesta a Lorca, un Miguel Hernández aún esperanzado le diría:

"Dispensa, Lorca, amigo, calorré de nacimiento, el que haya dejado, ¡tanta!, anchura de tiempo entre tu carta y ésta.  El dinero me ha faltado, el trabajo ocupado, abril, mayo, fútbol y mujer, agotado, distraído.(...) acudo a la invitación cordial que me hiciste a capote blanco de: «Escríbeme». Tanto aprendí aquí, que creo que hasta estoy aprendiendo a dejar de ser poeta. No puedo leer por no tener libros, escribir por no leer, estudiar por no leer también, luchar porque mi enemigo es mi arma: mi poesía. ¿Que no sea vanidoso de mi obra? No es vanidad, amigo Federico Lorca: es orgullo malherido.(...) Mándame los libros y revistas que puedas." (selección - texto de la carta incompleto)

Al tiempo y ya sin respuesta, su desilusión se hace patente en una tercera carta:

"Querido Federico amigo:

Ya estoy en mi huerto escribiéndote con una paz de aceite derramado. Quiero que me digas lo más enseguida que puedas cómo va mi asunto. Interésate con toda tu buena voluntad por él, por mí. Ya sabes que espero lo que resulte con un ansia de perro hambrón. Les he dicho a mis padres que no pasen penas por nada del mundo: que pronto estará resuelto el problema trágico de nuestra existencia. Apenas he llegado y ya ha dicho mi madre que se ha muerto la mejor cabra de nuestro ganado: el perfil de cabra mejor recortado. Nos ha hecho las Pascuas: que se ha caído una gallina, la más overa, al pozo, agua quieta en un punto; que todo son penas…" (selección - texto de la carta incompleto)

Ya en 1935 le escribiría por última vez:

"Amigo Federico: 

Aún estoy esperando tu carta, aún no se me agotó la vena de la esperanza: todos los días bajo de la sierra en busca de ella que no llega. Te escribo en una situación penosísima: parado, ni pastor siquiera, con novia que no se conforma viéndome así, madre, padre, hermanas que tampoco, por nuestra pobreza, yo menos. Y no encuentro trabajo, y cada bocado que como es vigilado con el rabillo del ojo por todos, que me quieren a regañadientes. No sé, pero si sigo así un mes más me iré Dios sabe a donde en busca de un ganado y un mendrugo. Quiero que me digas. Federico amigo, algo, ¿no se estrenará El torero más valiente? Bueno, hombre. Será que no vale la pena, hice una tragedia para aliviar la mía. Dime, en cambio, que has visto algún amigo tuyo político influyente como me ofreciste, que has hallado algún rincón a mi medida. Moléstate un poco más por mí, hazme el favor. No te escribo más; esta es mi última carta; en ella me lo juego todo. No me queda más dinero para sellos." (selección - texto de la carta incompleto)

¿Qué hubiera dicho Lorca de este poema? Por desgracia, y a decir verdad no tuvo tampoco mucho tiempo para poder pronunciarse. Si sabemos lo que dijo Pablo Neruda sobre el poeta murciano:

"Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!"

Aquel libro, "Perito en lunas", fue prologado por Ramón Sijé, uno de los pocos apoyos que Hernández tenía en Orihuela y a él le dedicó a su muerte uno de sus mejores poemas, "Elegía", que no me puedo resistir a presentar en labios de Serrat que en esta versión hace una introducción maravillosa con partes de otro poema de Hernández "Elegía de la novia" y que permite disculpar el directo.



Fuente: Los interesados en leer en extenso sobre esta relación epistolar entre ambos poetas y las cartas completas pueden hacerlo en la siguiente página: Link →

Imágenes: Tomadas de Wikimedia Commons- Dominio Público (CC0) - Imagen 1 - Imagen 2

viernes, 20 de noviembre de 2020

Pigmalion enfrenta a Bernard Shaw y Winston Churchill

 

"No puedes figurarte lo interesante que es tomar a un ser humano y transformarlo en otro ser, creando para él un nuevo modo de expresarse. Equivale a rellenar el abismo más profundo que separa unas de otras a las diferentes clases de la sociedad y a las diferentes almas"

El fragmento pertenece a "Pigmalión" (1912) posiblemente una de las obras más celebradas de George Bernard Shaw, y motivo de una deliciosa anécdota entre el propio escritor y el Premier británico Sir Winston Churchill. A pesar de las notables diferencias que los separaban, ambos ganaron el Premio Nobel de Literatura y los dos eran personajes prolíficos en frases sentenciosas y en respuestas relampagueantes para las más diversas situaciones; puede que por ello sea tan interesante disfrutar de ellos en una anécdota en la que ambos desenvainan los sables de su ingenio.

Se cuenta que George Bernard Shaw mandó en cierta ocasión un mensaje a Churchill con el siguiente texto envenado:

“Tengo el honor de invitar al digno primer ministro al estreno de mi obra Pigmalión. Venga y traiga un amigo. Si lo tiene.”

Pero para que Winston notara el daño necesitaba munición de más calibre y por supuesto siempre tenía la suya propia dispuesta para disparar, así que cortésmente declinó la invitación con las siguientes palabras:

 “Agradezco al ilustre escritor su honrosa invitación. Lamentablemente no podré asistir a la primera representación. Iré a la segunda… si llega a realizarse”.

Pigmalión fue todo un éxito, tanto que con el tiempo incluso le reportaría al escritor un Oscar por el mejor guion adaptado, convirtiéndole en una verdadera singularidad por atesorar a la vez el Nobel y el Oscar. Lo que no dice la anécdota es si Churchill, pudo dejar sus pinceles durante una tarde y acudió finalmente a la segunda representación o a alguna de las muchas que le siguieron. 

Y con la excusa del referido éxito de Pigmalión y de las dos películas a las que dio lugar, la homónima de 1938 y la más famosa "My fair lady" en 1964 en la que tan guapa aparecía Audrey Hepburn, cruzamos nuevamente a estos dos personajes con sendas frases sobre el éxito:

El escritor mantenía que "El éxito no consiste en no cometer errores, si no en no cometer el mismo error dos veces"

Por su parte Winston sentenciaba: "El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar"

Esperamos disculpen la licencia de encabezar el texto con una foto de Audrey Hepburn, encarnación en el imaginario popular de Elisa Dolittle, la Galatea protagonista de Pigmalión en "My Fair lady" (1964 - George Cukor) antes que con los menos lustrosos protagonistas de la entrada. 

Imagen: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro - Fuente Original

jueves, 19 de noviembre de 2020

¿Quién es la "Princesa" de la canción de Joaquín Sabina?

 

"Entre la cirrosis y la sobredosis    Andas siempre, muñeca    Con tu sucia camisa    Y en lugar de sonrisa, una especie de mueca.  ¿Cómo no imaginarte, cómo no recordarte    Hace apenas dos años?    Cuando eras la princesa de la boca de fresa   Cuando tenías aún esa forma de hacerme daño..."

Y resulta que la "Princesa" de la maravillosa canción de Joaquín Sabina recogida en el álbum "Juez y parte" (1985) tiene nombre. La "Princesa" es Arianne Sved, una chica nacida en Inglaterra de un padre húngaro que había huido de Stalin y de una madre española que lo hacía de Franco. Adolescente aún llegó a España y con 17 años se coló en el corazón del cantautor, por entonces treintañero. En el artículo de "El español" que se enlaza al final, remarca que "nunca sufrí una sobredosis ni robé una farmacia", esas fueron licencias que se permitió Sabina. Recuperada totalmente de aquella época, Arianne es ahora una princesa renovada y comprometida con sus ideas que se dedica a dar clases de inglés. Veamos que nos cuentan los protagonistas:

Arianne Sved: “Vi algo en el tío que me cautivó; era ingenioso e irreverente, tanto en sus letras como en la vida real, y muy cariñoso al mismo tiempo. Estaba casado, pero eso no impidió que tuviéramos un amorío. Sus otras relaciones no eran asunto mío, pensaba yo. Duró un año más o menos, de forma intermitente porque él vivía en Madrid y yo en Logroño. Un par de años más tarde sacó el tema Princesa, en el que habla de una chica que le había embelesado pero que, al engancharse a la heroína, había perdido todo su encanto. La canción habla de mí, básicamente, aunque se permitió mucha licencia artística en la letra. Por suerte, nunca sufrí una sobredosis ni robé una farmacia como la protagonista de la canción. Conseguí desengancharme a tiempo, a diferencia de algunos amigos yonkis que perdí por el camino. La relación amorosa con Sabina terminó pero nuestra amistad continuó cuando me mudé a Madrid, por mi cuenta esta vez”

Joaquín Sabina: "Princesa era una chica de Logroño. En realidad, una belleza pintada por Botticelli. Muy hippiosa, extraordinariamente joven y extraordinariamente hermosa. A la que conocía y con la que me acostaba cuando iba a Logroño, y con la que alguna vez me fui a un pueblecito perdido a pasar un fin de semana. Luego se vino a Madrid y fue cayendo en picado. Eso llevó a la heroína y en ese momento hice la canción. Hace mucho tiempo que no tengo noticias suyas, pero me contaron amigos comunes que había estado en Alemania haciendo un programa de radio y que la vida le iba bien. He pagado otras fianzas, pero no a ella, eso  es literatura. Un poco vengativa, la canción habla del don nadie que se enamora de la mujer que está unos peldaños más arriba que él, pero que al fin cae estrepitosamente entre drogas y por la que él ya no siente nada más que un poco de lástima, ahora que ella le busca." “Después de escrita, tardé mucho en cantarla y grabarla porque pensé que se me había ido la mano en el tono agresivo contra la chica. Fue el público quien la impuso. Hoy es insustituible en mis conciertos.”


Para saber más sobre Arianne Sved, la musa de Joaquín Sabina en "Princesa", os dejo la fuente de esta pequeña entrada: El español - "Princesa"

Imagen: De Wikimedia Commons - (CC BY-SA 4.0)

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Claude Monet, los nenúfares y la lotería

"El color es mi obsesión diaria, la alegría y el tormento"

Claude Monet, el impresionista por excelencia y el que dio carta de naturaleza al movimiento con el cuadro "Impresión. Sol naciente" (1872) pasó la mayor parte de su vida con problemas económicos. De joven se ganaba unos francos gracias a su habilidad con las caricaturas pero durante bastante tiempo dependió de las ayudas de su padre que tenía un pequeño negocio de especias, que no siempre daba para alegrías. A finales de 1878, ya con 38 años, Monet aun se quejaba amargamente: "No soy un principiante, y es terrible a mi edad estar en esta situación, teniendo que mendigar y molestar a los compradores"

Todo cambiaría en 1891, año en el que un golpe de suerte le hizo ganar 100.000 francos en la lotería francesa. Esa independencia le facilitó vivir a su modo y por supuesto dedicarse a su pintura desde una nueva perspectiva, empezó el serialismo en el que abordaba un mismo tema con diferentes iluminaciones, horas del día o estaciones. "Para mí, un paisaje no existe en sí mismo, ya que su aspecto cambia en cada momento, pero su entorno lo trae a la vida, el aire y la luz, que varían continuamente..." De ese pensamiento del pintor nacieron series como las de la Catedral de Ruan, los Almiares, las vistas de Venecia, Londrés o los acantilados de Étretat. La estabilidad financiera le permitió volcarse en otra de sus pasiones, la jardinería, en la que era un verdadero experto. En su casa de Giverny construyó un puente japonés y un lago poblado de nenúfares al que bautizó como "el jardín del agua". "Mi jardín es mi más bella obra de arte" decía el pintor y esa pasión por la jardinería quedó patente en muchas de sus obras de madurez, de las que son buena prueba todos los cuadros en los que plasmó su esplendoroso jardín y especialmente su interminable serie dedicada a los nenúfares (Les nymphéas) de la que existen cerca de 250 obras, algunas de gran formato como las del Museo de la Orangerie de Paris.  

"Yo quiero pintar el aire que envuelve el puente, la casa, el barco, la belleza del aire en el que están estos objetos, y esto no es en modo alguno imposible."

Sin duda sus nenúfares resultaron toda una obsesión para Monet, pero no fueron lo que se dice un éxito en vida del pintor. Para los críticos eran pinturas desordenadas, poco trabajadas y hasta había quien atribuía su forma aparentemente inacabada a la visión borrosa del pintor. Con la llegada del expresionismo abstracto en los años 50 del siglo pasado estas obras, carentes de líneas y de contornos difusos, fueron reivindicadas en todo el mundo como obras maestras. 

En 1918, tras el fin de la Primera Guerra Mundial, Monet prometió a su país un monumento a la paz, que finalmente tendrían la forma de enormes pinturas de nenúfares y que son el origen de las ocho obras que actualmente se exponen en el Museo de la Orangerie. La sala dedicada a esos cuadros, permitía que las obras se dispusieran según la idea del pintor en un espacio de 360º que facilitara la inmersión en el conjunto y se apreciara no solo la visión del autor, sino también la densidad de su atmosfera; de hecho Monet pretendía crear con el conjunto un "refugio para la meditación". Sus casi cien metros lineales de pinturas de gran formato repletas de color, ramas de sauce, reflejos de árboles, nubes y por supuesto nénufares envuelven al espectador y logran dar la sensación pretendida por Monet de "un todo sin fin, una onda sin horizonte y sin orilla", un logro artístico que hace que todo el conjunto sea conocido actualmente como la "Capilla Sixtina del impresionismo", no en vano Marc Chagall diría de Monet en 1947: "Monet es para mí, el Miguel Ángel de nuestra época".




"Estoy completamente absorbido por mi trabajo. Estos paisajes de agua y los reflejos se han convertido en una obsesión. Están más allá de la fuerza de un hombre viejo, y sin embargo estoy decidido a plasmar en el lienzo lo que siento. He destruido algunos ... He empezado otros otra vez ... y espero que algo saldrá de tanto esfuerzo." (Claude Monet)

En la cabecera aparece Claude Monet en una foto de Nadar. A mediación "El estanque de los nenúfares" expuesto en la Galeria Nacional de Londres, y finalmente, sobre estas líneas se puede ver la citada Sala de la Orangerie de Paris.

Imágenes: De Wikimedia Commons. Imangen 1 y Imagen 2 - Dominio Publico (CC0) - Imagen 3 (CC BY-SA 4.0)

martes, 17 de noviembre de 2020

Quevedo: Entre orines y sonetos

 

Hay cosas que no cambian. Hoy, al igual que ayer, siguen siendo legión los desahogados que, como los amigos de Serrat, orinan en mitad de la vereda en su procesión nocturna de bar en bar. Y digo hoy igual que ayer por que Francisco de Quevedo y Villegas, escritor de grandes contrastes, era aparte de un genio con la pluma, un sujeto amigo de tabernas, francachelas y pendencias. La todavía existente Calle del Codo, recuerdo del pasado Madrid de los Austrias, era paso obligado entre las tabernas que frecuentaba el escritor y una de sus esquinas, el lugar en el que acostumbraba el autor de "Los sueños" a aliviar su vejiga. Harto de los malos olores, un vecino de la calle intentó solventar el problema a fuerza de ingenio. En la esquina en cuestión dibujo una cruz y la leyenda: "Donde hay cruces no se mea". La solución parecía tener visos de éxito en una época en la que todo lo relacionado con la religión era de suma importancia. Lo que no sabía el sufrido vecino es a quien se enfrentaba. Quevedo, de vuelta de otra noche más de trasegar vinos y en una época en la que los urinarios en las tabernas no eran algo común, se dirigió con cierta ansiedad a su esquina preferida. Vio la cruz, vio el mensaje y sin pensarlo mucho volvió a rociar el lugar como era su costumbre. Eso si, tras terminar de aliviarse escribió en el mismo lugar su respuesta: "Donde se mea no se ponen cruces".

Cierto es que los desahogados de hoy no suelen dejarnos después perlas como este poema de Quevedo titulado ¡Ah de la vida! Que no todo va a ser hablar de las urgencias del escritor.

“¡Ah de la vida!”… ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

El retrato de Quevedo es obra de John Vanderham, copia de un original perdido de Velázquez

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0). Fuente original.

lunes, 16 de noviembre de 2020

La espectacular presentación de Cleopatra a Julio Cesar

 

“Se pretende que su belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación y por todas las gracias que se desprenden de una feliz personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo. Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje” (Plutarco sobre Cleopatra)

Aunque de su famosa nariz no diremos nada, no me cabe duda de que Cleopatra fue una bella mujer, cautivadora e inteligente (hablaba nueve idiomas) sin olvidar que era además ambiciosa y decidida. Toda una "femme fatale" antes de que fueran inventadas por el cine, un cine del que hemos rescatado la imagen de Liz Taylor dándole vida para encabezar esta entrada. 

Cuando Julio Cesar llegó a Egipto persiguiendo a Pompeyo tras derrotarlo en la batalla de Farsalia, se encontró un país dividido. Los Ptolomeos, descendientes del famoso general de Alejandro Magno, tenían la perversa costumbre de matarse entre ellos en la fatigosa lucha por el trono. La bella Cleopatra estaba por entonces conspirando contra su propio hermano y esposo, Ptolomeo XIII y se encontraba fuera de Egipto, consciente de que si la sorprendían de vuelta perdería la vida.

El que el poderoso Julio Cesar se encontrara en el país del Nilo le daba una oportunidad más de intrigar contra el faraón para ocupar su lugar. Su retorno tenía que ser lo más discreto posible y la forma de presentarse ante Julio Cesar, por supuesto, impactante. De esta forma llegó Apolodoro de Sicilia, el más fiel servidor de Cleopatra, con una fabulosa alfombra sobre sus hombros al palacio en el que se alojaba Julio en Alejandría. Con habilidad convenció a los guardias romanos de que había sido enviado por una alta personalidad para entregar personalmente un rico presente a Cesar y estos lo condujeron hasta la misma estancia en la que se encontraba. Ante Cesar, Apolodoro, se inclinó sobre la alfombra enrollada para desatar las ligaduras, tal y como haría quien va a mostrar la más maravillosa de las alfombras orientales y tras desenrollarla, apareció tendida ante sus atónitos ojos, la bellísima Cleopatra, al decir de algunos deliciosamente desnuda. Se incorporó y se presentó: "Soy Cleopatra"

El encuentro no cabe duda de que tuvo que ser de órdago y que el regalo fue del agrado de Cesar, aunque los detalles mejor los dejamos a la imaginación de cada uno. Lo que si es cierto es que no pasó mucho tiempo antes de que Julio Cesar acabara con el gobierno y la vida de Ptolomeo XIII y entregara el trono a Cleopatra y su hermano menor Ptolomeo XIV. Como también lo es que, curiosamente a los nueve meses después de que Cleopatra se presentara ante Cesar con su alfombra (octubre del año 48 a. C), naciera, el 23 de junio del año 47 a.C. el hijo común de ambos, Cesarión, el único hijo varón de Julio Cesar, toda vez que Octaviano era solo su ahijado.  Cesarión, el "Faraón César" viviría hasta los 17 años, edad a la que fue asesinado. Como "Ptolomeo XV" sería el último de los faraones de la dinastía de los Ptolomeos. Lo del romance de su madre con Marco Antonio lo dejamos para otro momento.

El cuadro del encuentro, titulado "Cleopatra y Cesar" (1866) es obra de Jean Léon Gérôme y pertenece a una colección particular.

Imágenes: Imagen 1 es cortesía de la página Doctor Macro. Imagen 2 de Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0)

domingo, 15 de noviembre de 2020

El castigo eterno de las Cariátides

 

"Nada es tan bello como las ruinas de una cosa bella" (Auguste Rodin)

Todos cargamos algún peso, pero los griegos eran especialistas en cargar las espaldas de los demás. Cuando Atlas lideró a los Titanes en su lucha contra los dioses del Olimpo, tuvo que soportar, una vez derrotado, el castigo impuesto por Zeus de cargar sobre sus espaldas el Cielo durante toda la eternidad. La historia de las famosas Cariátides, las bellas columnas con forma de mujer que sostienen parte del Erecteión, el templo ubicado en la Acrópolis ateniense, también tiene que ver, según algunos, más con un castigo que con una glorificación de la belleza.

Aunque hay quien mantiene que las esculturas representan a las danzantes de la ciudad griega de Carias que llevaban cestos de plantas sobre sus cabezas en las danzas folclóricas dedicadas a la diosa Artemisa Cariátide, otros como el arquitecto romano Vitruvio (siglo I a.C.) dan un origen más sombrío a las bellas esculturas, que de un modo distinto también está relacionado con las mujeres de la misma ciudad del Peloponeso. El mismo Vitruvio nos da la clave en el siguiente texto entresacado del libro I de su obra "Los diez libros de Arquitectura":

"A menos que esté familiarizado con la Historia, (el arquitecto) será incapaz de justificar el uso de aquellos ornamentos que tenga ocasión de introducir. Si, por ejemplo, en vez de columnas se colocan estatuas de mármol de mujeres vestidas con estola – que se llaman cariátides – y si superpone modillones y cornisas, deberá saber dar explicaciones a quienes pregunten; veamos: Caria, ciudad del Peloponeso, conspiró contra los griegos con ayuda de los persas, enemigos de los griegos. Posteriormente, al verse libres tras una gloriosa victoria, los griegos, de común acuerdo, declararon la guerra a los habitantes de Caria. Una vez conquistada la ciudad y pasados a cuchillo sus habitantes, se llevaron como esclavas a sus matronas, sin permitir que se desprendieran de sus estolas, ni de sus distintivos matronales, para que fueran conducidas en ceremonia triunfal y, a la vez, para que pagaran sus delitos en favor de su ciudad, agobiadas por tan grave ultraje, como ejemplo imperecedero de esclavitud. Quienes en aquel momento ejercían como arquitectos, diseñaron en los edificios públicos unas estatuas de matronas que soportaban todo el peso, con el fin de transmitir a la posteridad el castigo impuesto por las ofensas de las cariátides". 

Y desde entonces hasta hoy, la arquitectura de todo el mundo se llenó de bellas mujeres que vestidas con sus peplos soportaban sobre sus cabezas bellos edificios, como las de abajo en el Hôtel de Ville (Ayuntamiento) de Paris. A veces, las modernas cariátides tienen la suerte de verse acompañadas en el mismo edificio con bellos atlantes de torso desnudo a los que trocaron el cielo por ladrillos. Hermosas figuras que recuerdan un castigo, mitos para los que nunca existirá el perdón que les libre de su pesada carga. 



Imágenes: Tomadas de Pxfuel.com - Imágenes libres de derechos -Imagen 1 - Imagen 2

sábado, 14 de noviembre de 2020

Las ansiadas vacunas, el altruismo y Wilhelm Röntgen

 

Hoy todos esperamos con ansiedad una vacuna que nos libre del Coronavirus. Parece existir una enconada competición entre laboratorios por llegar primeros en la que ya es una frenética carrera hacia la consecución de la mejor vacuna. Ahí están Pfizer, Moderna, Astra Zaneca, Johnson & Johnson y algunos más apurando sus pruebas para esprintar hacía el éxito. El premio, más allá de los posibles honores, serán unos beneficios estratosféricos, toda vez que es un medicamento del que tendrá necesidad toda la población mundial. Es por ello que puede que sea bueno, incluso diría que imprescindible, recordar figuras como la de Wilhelm Röntgen que son ejemplo de un altruismo ejemplar.

Röntgen fue un físico alemán que en 1895, mientras investigaba con tubos de rayos catódicos, descubrió casualmente unos rayos que revolucionarían completamente la medicina. Aquella extraña fluorescencia que emanaba del dispositivo sobre el que trabajaba y que se reflejaba en una pantalla cercana parecía tener la milagrosa cualidad de atravesar materiales como el papel, la tela o la madera como si fueran transparentes. Pronto estuvo seguro de estar ante un nuevo tipo de rayo al que llamó "Rayos X" por resultarle una incógnita su naturaleza. "En pocos minutos no hubo dudas sobre ello. Los rayos que salían del tubo tenían un efecto luminiscente en el papel. Lo he probado con éxito a distancias cada vez mayores, incluso a dos metros. En principio parecía una nueva clase de luz invisible. Era claramente algo nuevo, algo no registrado" en palabras del propio físico. No tardó en poner su mano ante aquella extraña luz y ver como sus huesos se hacían visibles y poco después dio un paso más al pedir a su valiente esposa, Anna Bertha Ludwig, que hiciera lo mismo, mientras él colocaba una placa fotográfica tras su mano. Como resultado obtuvo la impresión de la imagen de sus huesos adornados por un anillo. Su esposa, horrorizada ante la imagen de su huesuda mano solo acertó a decir: "Dios mío, Wilhelm. ¡He visto mi propia muerte!  Era la primera radiografía de la historia (imagen de la derecha). Deseoso de saber todo sobre aquellos misteriosos rayos, cuando le preguntaron que había pensado al ser consciente de su hallazgo solo dijo: "No pensé, solo investigué". El reconocimiento del descubrimiento fue inmediato; el avance que procuró a la medicina soberbio; la cantidad de vidas que se han salvado gracias a los Rayos X incontables; los beneficios para su descubridor... ninguno.

Cierto que Röntgen recibió consideración y respeto hasta su muerte. Cierto que fue galardonado con el Premio Nobel de 1901, pero cierto es también que donó  la cuantiosa recompensa económica que conlleva el premio a su Universidad, la de Würzburg, para alentar nuevas investigaciones en beneficio de la humanidad. Se negó a patentar su descubrimiento, renunciando así a unas ganancias fabulosas, pero asegurándose también que toda la humanidad pudiera beneficiarse de las posibilidades médicas que ofrecía su hallazgo. Hijo de un humilde tejedor, rechazo títulos nobiliarios que le habrían hecho ingresar en la nobleza alemana y por negarse, se negó hasta a que los rayos llevaran su nombre. De hecho, aún siguen llamándose en todo el mundo "Rayos X", los rayos incógnita, cuando ya no lo son. Solo Alemania se negó a cumplir sus deseos y en ese país. los indiscretos rayos que nos dejaban ver por debajo de la piel, son llamados Rayos Röntgen. Es de justicia. 

Pero, como desgraciadamente suele ocurrir con este tipo de personas que priman el altruismo, la integridad y la humanidad sobre el beneficio personal, el tiempo no fue generoso con sus acciones. En 1923, el año de su muerte, el físico estaba prácticamente en la ruina por la inflación económica derivada de la Primera Guerra Mundial. Y después vino el olvido; puede que no de la comunidad científica pero sí de las masas. Historias como la suya deberían ser conocidas por todos y sin embargo son excepción los que saben quien era Wilhelm Röntgen y muchos menos los que son conscientes de cuanto le debemos. 

Imágenes: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Imagen 1 Imagen 2