“Se pretende que su belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación y por todas las gracias que se desprenden de una feliz personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo. Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje” (Plutarco sobre Cleopatra)
Aunque de su famosa nariz no diremos nada, no me cabe duda de que Cleopatra fue una bella mujer, cautivadora e inteligente (hablaba nueve idiomas) sin olvidar que era además ambiciosa y decidida. Toda una "femme fatale" antes de que fueran inventadas por el cine, un cine del que hemos rescatado la imagen de Liz Taylor dándole vida para encabezar esta entrada.
Cuando Julio Cesar llegó a Egipto persiguiendo a Pompeyo tras derrotarlo en la batalla de Farsalia, se encontró un país dividido. Los Ptolomeos, descendientes del famoso general de Alejandro Magno, tenían la perversa costumbre de matarse entre ellos en la fatigosa lucha por el trono. La bella Cleopatra estaba por entonces conspirando contra su propio hermano y esposo, Ptolomeo XIII y se encontraba fuera de Egipto, consciente de que si la sorprendían de vuelta perdería la vida.
El que el poderoso Julio Cesar se encontrara en el país del Nilo le daba una oportunidad más de intrigar contra el faraón para ocupar su lugar. Su retorno tenía que ser lo más discreto posible y la forma de presentarse ante Julio Cesar, por supuesto, impactante. De esta forma llegó Apolodoro de Sicilia, el más fiel servidor de Cleopatra, con una fabulosa alfombra sobre sus hombros al palacio en el que se alojaba Julio en Alejandría. Con habilidad convenció a los guardias romanos de que había sido enviado por una alta personalidad para entregar personalmente un rico presente a Cesar y estos lo condujeron hasta la misma estancia en la que se encontraba. Ante Cesar, Apolodoro, se inclinó sobre la alfombra enrollada para desatar las ligaduras, tal y como haría quien va a mostrar la más maravillosa de las alfombras orientales y tras desenrollarla, apareció tendida ante sus atónitos ojos, la bellísima Cleopatra, al decir de algunos deliciosamente desnuda. Se incorporó y se presentó: "Soy Cleopatra"
El encuentro no cabe duda de que tuvo que ser de órdago y que el regalo fue del agrado de Cesar, aunque los detalles mejor los dejamos a la imaginación de cada uno. Lo que si es cierto es que no pasó mucho tiempo antes de que Julio Cesar acabara con el gobierno y la vida de Ptolomeo XIII y entregara el trono a Cleopatra y su hermano menor Ptolomeo XIV. Como también lo es que, curiosamente a los nueve meses después de que Cleopatra se presentara ante Cesar con su alfombra (octubre del año 48 a. C), naciera, el 23 de junio del año 47 a.C. el hijo común de ambos, Cesarión, el único hijo varón de Julio Cesar, toda vez que Octaviano era solo su ahijado. Cesarión, el "Faraón César" viviría hasta los 17 años, edad a la que fue asesinado. Como "Ptolomeo XV" sería el último de los faraones de la dinastía de los Ptolomeos. Lo del romance de su madre con Marco Antonio lo dejamos para otro momento.
El cuadro del encuentro, titulado "Cleopatra y Cesar" (1866) es obra de Jean Léon Gérôme y pertenece a una colección particular.
Imágenes: Imagen 1 es cortesía de la página Doctor Macro. Imagen 2 de Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0)
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