Mostrando entradas con la etiqueta Filosofía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Filosofía. Mostrar todas las entradas

martes, 2 de septiembre de 2025

Averroes y el peso de los libros


"Los hombres no deben esperar otra recompensa que la que obtengan aquí en la tierra con su propia perfección" (Averroes)

Decía Jorge Luis Borges que "Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído". De Averroes cuenta la leyenda que solo dejó de leer dos días siendo adulto, el de su boda y el día que murió su padre. Puede que por ese amor a los libros resulte tan potente simbólicamente la imagen del traslado del cadáver de Averroes desde Marrakech hasta Córdoba para su entierro. Según contaba Ibn 'Arabī, el ataúd con el cuerpo del filósofo cordobés fue colocado en el costado de una mula mientras que al otro hacían de contrapeso los libros de su biblioteca. Para una persona como él no había mejor compañía.

Averroes es la latinización de "Ibn Rushd", aunque el nombre completo de este cordobés nacido en 1126 era Abū al-WalīdʾMuhammad ibn Aḥmad ibn Muḥammad ibn Rušd. Además de ser un reconocido médico y jurista, logró fama en el mundo árabe y la Europa medieval por sus estudios filosóficos y especialmente los dedicados a interpretar y explicar la obra de Aristóteles.

Se cuenta que en cierta ocasión Averroes fue llamado a la corte por el califa almohade Abu Yakub Yusuf, quien como amante del saber que era, quería conocer la opinión del filósofo sobre si la religión era compatible con la razón. La pregunta, viniendo de alguien tan poderoso, causó cierto respeto en Averroes que cautelosamente demoró su respuesta. El califa, notándole vacilante, empezó a hablar sobre las cuitas que le provocaba la lectura de la "Metafísica" de Aristóteles y como no alcanzaba a entender algunos de sus pensamientos más profundos. Averroes, intuyendo entonces un alma gemela en el Califa, se explayó hablándole de forma entusiasta sobre el filósofo griego y sus conclusiones sobre los puntos que iba solicitando el Califa.

Tal fue la pasión y el saber demostrado por Averroes que el califa le encomendó la tarea de comentar todas las obras disponibles de Aristóteles. Se aplicó a la tarea de forma incansable, consultando cuidadosamente versiones en árabe, hebreo y originales griegos para afinar sus interpretaciones. Trabajaba ayudándose de la tenue luz de una lámpara de aceite y se decía que su casa siempre olía a pergamino y tinta y que no era raro verlo hablar solo mientras escribía, quién sabe si debatiendo ideas con su admirado Aristóteles. Por el resultado de su trabajo fue conocido, durante siglos, como "El comentador".

Con el tiempo, sus brillantes obras fueron traducidas al latín, entre ellas “Tahāfut al-Tahāfut” (La destrucción de la destrucción) o “Fasl al-Maqal” sobre razón y religión y lo convirtieron en todo un referente del pensamiento de su época, de hecho no eran pocos los profesores de universidades europeas que apoyaban y daban solidez a sus argumentos con la fórmula "Como dice el Comentador...". Incluso Santo Tomás de Aquino, aunque no compartía parte de sus postulados, siempre tuvo muy presente las ideas del filósofo cordobés.

Después de la muerte de Abu Yakub Yusuf, el califa sabio que protegía a Averroes, y en medio de una creciente ola de fundamentalismo, el filósofo fue visto como un peligro. Entre otras cuestiones políticas, no se concebía que defendiera que la razón y la fe no se oponen y que la filosofía no es sino una forma de acercarse y buscar a Dios. Así, en 1195, fue condenado al destierro y se le privó de su biblioteca por "dedicar las horas de ocio al cultivo de la filosofía y el estudio de los antiguos”, en lugar de a los deberes religiosos impuestos por el Corán.

Expulsado de Córdoba, primero marchó a Lucena y luego a Cabra. Sus libros fueron prohibidos y los pocos textos que recibía para apaciguar su curiosidad le llegaban clandestinamente a través de amigos. En aquellas horas amargas, como sabio que era supo encajar los golpes de la vida como pudo y así decía:

"Deja que los destinos se cumplan y trata sólo de remediar las acciones de los jueces de la tierra. Ante toda cosa, no tengas alegría ni tengas aflicción, pues las cosas no son eternas"

El perdón llegó tiempo después y con él hubo de acompañar al nuevo Califa a Marrakech donde le alcanzó la muerte en 1198. Solo le quedaba retornar a Córdoba, acompañado de sus libros, para ser enterrado junto a su familia, en la ciudad que ayudó a convertir en una de las mecas del saber de su tiempo, forjando un legado que influiría de forma notable en el pensamiento medieval y del Renacimiento.

Imagen: Recreación digital del posible rostro de Averroes basada en imágenes muy posteriores a su vida.

martes, 26 de agosto de 2025

Tales de Mileto: Una vida entre pirámides, agua y aceitunas

 

"Cuida tus palabras; que ellas no levanten un muro entre ti y los que contigo viven"

No era mal consejo este que nos daba Tales de Mileto, considerado el primero de los filósofos y uno de los míticos Siete Sabios de Grecia. Una máxima que Tales, conocedor de la naturaleza humana, complementó con otra que decía: "La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos y la más fácil es hablar mal de los demás". Dos mil seiscientos años después nada ha cambiado. 

Los grandes pensadores tienen fama de despistados, de vivir ensimismados en sus pensamientos, de parecer a veces torpes dentro de su genialidad y Tales de Mileto constituye un ejemplo clásico de este tópico. Contaba Platón que fascinado Tales por el espectáculo de las estrellas que tachonaban el cielo, caminaba absorto mirándolas. Quién sabe si pensaba en el posible orden del cosmos o simplemente observaba cómo parecían acompañar cada uno de sus pasos, pero desde luego olvidó por completo el suelo sobre el que pisaba. No tardó en volver a la realidad cuando, tras un paso en falso, cayó en un pozo que había en su camino. Una criada tracia no pudo evitar reírse de aquel supuesto sabio que preocupándose siempre de cosas elevadas e inalcanzables no reparaba en las realidades terrenales que tenía delante de sí.

El ingenio de Tales en cualquier caso era enorme. Contaba Diógenes Laercio que como aplicación del famoso teorema que lleva su nombre, basado en que, cuando varias rectas paralelas son cortadas por otras transversales, los segmentos resultantes guardan siempre la misma proporción, logró medir de forma sencilla la altura de la Gran Pirámide de Keops, durante milenios, la construcción más alta hecha por la mano del hombre. Solo tuvo que esperar al momento del día en que su sombra medía exactamente lo mismo que su cuerpo y pasar luego a medir la sombra de la pirámide. Nada más fácil, pero hay que tener la mente despierta para darse cuenta de esas cosas.

Según Aristóteles, Tales fue el primero en apartarse de mitologías y dioses para dar una explicación a la realidad y para él, el principio fundamental (el arjé) de todas las cosas, el elemento del que parte todo lo visible es el agua. Puede parecer una explicación simplista, pero que lograra buscar ese origen fuera de los caminos tradicionales relacionados con la religión o el Olimpo, ya era un paso de gigante.

Sus vecinos no dudaban de su inteligencia, pero viendo la modestia con la que vivía se mofaban de él y decían que todos sus saberes no le valían para nada. Tales, quizá movido por su orgullo y deseoso de demostrar que su forma de vida era por elección propia, se propuso hacerse rico. Contaba Aristóteles que, gracias a sus conocimientos sobre meteorología, Tales predijo que el año entrante sería extraordinariamente bueno para el cultivo de aceitunas. Ni corto ni perezoso, mucho antes de que llegaran las cosechas, alquiló todos los molinos de la zona por muy bajo precio. Cuando llegó la recolección, tan abundante como había previsto, todos tuvieron necesidad de hacer uso de las prensas de los molinos y dependían de él. Tales subarrendó las prensas a un precio mucho más alto y se hizo con un suculento beneficio. Tras demostrar que no era rico porque no quería volvió a su modesto estilo de vida.

Puede que en estos tiempos en los que impera el deseo desaforado de triunfar y acaparar riquezas, sea bueno recordar a un sabio tan lejano como Tales y un par de las máximas que se le atribuyen: "La riqueza no está en poseer muchas cosas, sino en necesitar pocas" o esa otra que decía: "La moderación enriquece, el exceso empobrece".

La imagen que encabeza este texto es una recreación digital basada en grabados atribuidos a Tales de Mileto. En realidad, no contamos con retratos auténticos del filósofo (siglo VI a. C.), de modo que su aspecto sigue siendo un misterio.

jueves, 21 de agosto de 2025

Cicerón: Un orador entre garbanzos y alfileres

 

“La elocuencia no es otra cosa que sabiduría que habla con abundancia.”

Eso decía Marco Tulio Cicerón, un gran estadista y filósofo, pero también un maestro de la palabra. Sus discursos eran tan temidos como admirados. Se cuenta que, a pesar de su capacidad como orador, ensayaba hasta el mínimo detalle y ante un espejo modulaba la entonación de la voz, las pausas, el ritmo o los gestos con los que acompañaba su mensaje, hasta lograr una perfecta puesta en escena. El mismo decía: "Un orador sin práctica es como un soldado sin espada".

Cualquier persona de trascendencia pública desearía un nombre tan potente como el suyo: Cicerón. No es fácil de olvidar. Lo curioso es su significado, toda vez que "Cicer" en latín significa "garbanzo". Plutarco nos lo contaba en su "Vida de Cicerón":

"El primero de la familia que se llamó Cicerón parece que fue persona digna de memoria, y que por esta razón sus descendientes, no sólo no dejaron este sobrenombre, sino que más bien se mostraron ufanos con él, sin embargo, para muchos era objeto de sarcasmo; porque los latinos al garbanzo le llaman Cicer, y aquel tuvo en la punta de la nariz una verruga aplastada, a manera de garbanzo, que fue de donde tomó la denominación"

Cuando algunos de sus amigos le aconsejaron que abandonase aquel nombre y lo cambiara por otro más acorde a su persona respondió: "Al contrario, haré que este nombre sea glorioso, más aún que los de los Catones y los Catulos”. Y no cabe duda de que lo logró. Plutarco cuenta que siendo cuestor en Sicilia, hizo una ofrenda de plata a los dioses. En ella hizo grabar sus dos primeros nombres: Marco y Tulio, y en el lugar de Cicerón, su cognomen, hizo grabar la imagen de un garbanzo.

Cicerón era un apasionado de los libros y tenía una de las bibliotecas privadas más completas de su época. El mismo decía que un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma. Se levantaba temprano, incluso antes del amanecer y leía sin parar, se dice que incluso mientras comía o se vestía, por cierto, siempre con ropas elegantes, túnicas perfectamente plisadas y zapatos ajustados, aunque con cuidado de no caer nunca en lo extravagante. Era todo un gentleman a la romana.

Entre sus discursos hay dos ciclos especialmente famosos: las catilinarias y las filípicas. Marcaron de alguna manera su ascenso y su ocaso, con 20 años de separación. Con las primeras, en el año 63 a.C. logró fama imperecedera y desmanteló la conjura de Catilina. Todavía, toda una generación de antiguos estudiantes de latín, recuerda aquel famoso: "Quosque tándem, Catilina, abutere patientia nostra..."

El segundo ciclo, las filípicas (año 43 a.C.), cuyo nombre evocaba las de Demóstenes contra Filipo de Macedonia, el padre de Alejandro Magno, le supusieron la muerte. Eran discursos tremendamente afilados y críticos con la imagen de Marco Antonio, en una época en la que se jugaba la suerte del Imperio. En esa serie de catorce discursos, no dudaba Cicerón en tildarlo de tirano, borracho o corrupto y su esposa Fulvia también recibía lo suyo. De forma paralela no dudaba en alabar a su rival, Octavio Augusto. Apostaba bien Cicerón, no en vano "el divino joven" como le llamaba, no tardaría en convertirse en uno de los emperadores más sobresalientes de la historia de Roma. Pero como decía Cicerón: “La fortuna no solo es ciega, sino también temeraria; y no se sabe no ya cómo sucederán las cosas, sino qué medida de vida asignará a cada cual.”

Así, antes de llegar al Imperio, tanto Marco Antonio como Octavio Augusto, se vieron obligados a pactar el segundo triunvirato junto a Lépido, el primero exigió la vida de sus más acérrimos enemigos, y entre ellos estaba Cicerón en un lugar de honor. La venganza había llegado en toda su crudeza a su vida. Seguramente no sabía que las bestias se cruzarían en su camino cuando dijo: “El hombre no ha nacido para la venganza; la mansedumbre es lo propio del hombre, la ferocidad, de las bestias.”

Cuando los soldados que tenían ordenado darle muerte lo alcanzaron, Cicerón estoicamente se sometió, ofreció su cuello y les dijo: "no hay nada apropiado en lo que hacéis, pero procurad al menos cortarme bien". Llevaron luego su cabeza y sus manos, esas con las que había escrito las filípicas a Marco Antonio. La escena la cuentan tanto Plutarco como Dion Casio. Marco Antonio recibió la cabeza de Cicerón dirigiéndole gran cantidad de improperios y ordenó que fuera expuesta, clavada sobre una pica, en la rostra, la tribuna de oradores desde la que Cicerón en tantas ocasiones lo había puesto en evidencia y a su lado la mano derecha con la que escribía. Dión Casio añade que Fulvia fue más allá y tomó la cabeza y tras insultarla y escupirla, la puso sobre sus rodillas y abriendo la boca del orador para sacar su hábil lengua, la atravesó con los alfileres que usaba en pelo. Según contaba Apiano, aquella macabra e impúdica exhibición se mantuvo en la rostra durante mucho tiempo, para horror de todos los ciudadanos. “O tempora, o mores!” —¡Oh tiempos, oh costumbres!— podría haber repetido el orador ahora ultrajado.

Pero más allá de este cruento final Cicerón, arriba en un busto obra de Bertel Thorvaldsen, dejó una huella imborrable en la historia de la humanidad. Él mismo estaba convencido de que su nombre y su recuerdo vivirían mientras viviera la memoria de Roma. Y el tiempo, dos mil años después, le sigue dando la razón.


Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY A-4.0 - Fuente Original

domingo, 3 de agosto de 2025

Sartre: Un filósofo entre langostas y café


“La vida no tiene sentido a priori. Antes de vivirla, la vida no es nada, pero depende de usted darle un sentido, y el valor no es otra cosa que el sentido que usted elige.” (J. P. Sartre)

Jean Paul Sartre, arriba retratado por Cartier-Bresson, fue un filósofo fascinante al que poco importaba su baja estatura, su acusado estrabismo en uno de sus ojos o su a veces despreocupada forma de vestir no eran importantes para él. Como el propio Sartre decía, al más puro estilo de Ortega y Gasset, su cuerpo era sólo su circunstancia. Pero su vida iba mucho más allá de su cuerpo y estaba volcada en las ideas, y era su forma de pensar y de actuar la que lo convertía en un ser excepcional, con un magnetismo y atractivo poco común.

Su actividad era frenética. En determinadas etapas de su vida fueron muy pocas las horas que concedió al sueño, ayudado por el consumo abusivo de café, como si de un nuevo Balzac se tratara, pero también recurría al alcohol, al tabaco y a otros estimulantes que hacían que viviera en un estado de constante vigilia y efervescencia. No me extraña que, en estas circunstancias, uno de sus libros más famosos se llamara paradójicamente "La náusea". Él mismo contaba que durante un experimento con mescalina llegó a tener alucinaciones persistentes durante meses, siendo la más singular de ellas una langosta imaginaria que le seguía a todas partes. No tuvo más remedio que acostumbrarse a aquella tozuda compañera y, como si del amigo imaginario de un niño se tratara, decidió tenerla por mascota. En sus conversaciones con Gerassi contaba:

"Nunca probé coca, opio ni heroína. Ni LSD, en realidad, aunque supongo que tiene efectos parecidos al peyote, ya sabes, la mescalina, que solía tomar. Creo que así fue como comencé a alucinar con mis cangrejos y langostas. Pero no era desagradable. Caminaban conmigo, a mi lado, pero sin agobiarme, muy corteses, quiero decir, no amenazantes. Hasta que un día me puse realmente mal. Simplemente dije “OK, basta”, y lo hicieron".

Su ritmo vital era tan acelerado que, al contrario que la mayoría de los pensadores o escritores, que precisan de un ambiente casi monacal para su escritura, él era capaz de desarrollar toda su actividad intelectual en medio del bullicio de los cafés parisinos que tanto amaba y donde interactuaba con las interesantes personas que allí se concitaban, siempre atento a nuevas y estimulantes ideas. Fue habitual de "Les deux Magots" y, posteriormente, del más sosegado "Café de Flore" en el barrio de Saint-Germain-des-Prés.  En este último, hasta tenía una mesa habitual desde la que observaba la vida pasar a su alrededor, algo esencial para un existencialista como él, y en la cual era capaz también, cuando las ideas venían a su mente, de concentrarse como si de un monje en su celda se tratara, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor mientras anotaba afanosamente sus pensamientos en un bloc. Por supuesto, con la llegada masiva de los turistas, hubo de huir y buscar otros cafés menos concurridos, como "Les Trois Mousquetaires" o "Le Liberté", que también hubo de abandonar con el tiempo por los mismos motivos. Como él mismo decía en sus conversaciones con Gerassi:

"Siempre sentí que debía mantenerme en contacto con el mundo, con mi mundo. Desde Marx, la filosofía debe conducir a la acción. De lo contrario, no tiene sentido. Así que el filósofo hace lo que debe hacer y luego se sienta a su escritorio —esté donde esté— y “retoma el hilo de su cólera”, como decía Valéry. Las distracciones no importan mientras yo pudiera retomar el hilo de mi cólera, mi cólera contra este sistema, contra todos esos que creen tener derecho a ser codiciosos, que se sienten superiores a los demás"

Sartre siempre fue un filósofo combativo, presente y a pie de calle, cercano a la gente y a sus problemas. Y como uno de los baluartes de aquel Mayo del 68, si tenía que arremangarse y buscar la playa debajo de los adoquines, la buscaba. Siempre tendría la ayuda de su langosta y, al menos, el apoyo de un precioso e inteligente Castor (apodo de su singular compañera Simone de Beauvoir) en la interminable tarea de cambiar el mundo.

Imagen: Tomada de Flickr - CC0 en fuente original

miércoles, 30 de julio de 2025

Eurípides y las comadrejas

 

En la isla de Salamina hay una apartada gruta que es conocida como “la cueva de Eurípides”, sobre la que existe la leyenda de que era allí, donde apartado del bullicio de Atenas, escribía Eurípides sus tragedias. Quién sabe si realmente fue ese el lugar donde escribió su "Orestes", una de sus grandes obras y también una de sus grandes decepciones.

Según la leyenda, la primera representación de "Orestes" fue todo un fracaso. Eurípides era más trágico que Esquilo y Sófocles (que ya es decir) y sus obras debían mantener el tono adecuado para lograr transmitir la profundidad y complejidad psicológica de sus personajes. Al actor Hegéloco, en un momento de gran tensión de la obra se le trabó la lengua y en vez de decir "galēnē" (calma) dijo "galên" (comadreja) con lo cual un pasaje que, más o menos debía decir "después de la tormenta llega la calma" se convirtió en "después de la tormenta llega la comadreja”.  El error, en medio de tanta tensión dramática, provocó una explosión de carcajadas de los asistentes y pronto el escenario se llenó de objetos lanzados por un público que se tomaba muy en serio sus tragedias. Hegéloco, ridiculizado, no volvió a actuar. Para Eurípides no fue bastante consuelo que posteriormente la obra lograra el éxito, según algunas fuentes, abochornado por el suceso, abandonó Atenas y pasó sus últimos años en Pella, en la corte del Rey Arquelao de Macedonia.

Su obra fue objeto de numerosas críticas, por ejemplo, era acusado de misoginia, especialmente por parte de Aristófanes, debido a su tendencia a presentar a las mujeres como seres dominados por las pasiones, traicioneros o desenfrenados, baste recordar a Medea, Fedra o Clitemnestra, pero también es cierto que fueron obra suya los personajes femeninos más complejos y profundos de todo el teatro griego. Y no solo eso, por su tendencia a mostrar una visión crítica con los dioses tenía fama de impío. Sus personajes no dudaban en cuestionar los actos divinos y revelar las contradicciones y crueldad de los mitos. A raíz de esta supuesta impiedad, se forjó la falsa leyenda de que murió devorado por perros rabiosos y que incluso en el lugar donde yacía su cuerpo nació una fuente de aguas ponzoñosas. No parece que se le tuviera demasiado cariño.

Puede que, por esa capacidad suya de salirse de lo establecido fuera tan admirado por Sócrates, que, si bien rara vez iba al teatro, no faltaba si lo que se representaba era una obra de su amigo Eurípides. Supongo que, ante la opinión tan negativa de muchos, sería un alivio para el autor de “Orestes” contar con el aplauso de alguien tan valioso y exigente como Sócrates.

En la imagen aparece una copia romana de un original griego de un busto de Eurípides presente en el Museo Pío Clementino de la Ciudad del Vaticano

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

martes, 22 de julio de 2025

Esquilo y el destino: La muerte más curiosa de la historia



"Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar, puede el hombre escapar a la sentencia de su destino." (Esquilo)

Son palabras de Esquilo, creador de la "Orestiada" entre otras obras y considerado por muchos como el padre de la tragedia griega. A pesar de esta máxima suya, intentó sin suerte eludir el destino que le había sido pronosticado, resultando su forma de morir una las más curiosas e increíbles de la historia, haciendo de ella su última tragedia.

Esquilo tuvo numerosas ocasiones para morir de forma gloriosa, no en vano podía vanagloriarse de haber participado en tres de las grandes batallas de la antigüedad, luchando tanto en la batalla de Maratón (490 a. C) como en las de Salamina (480 a. C.) y muy posiblemente en la de Platea (479 a.C.). Pero el destino es caprichoso y le tenía reservado un final, literalmente increíble. La historia de su muerte es del todo sorprendente y suena más a leyenda que a otra cosa. Según se cuenta esta se produjo en Sicilia en el 456 a.C. cuando Esquilo quiso huir de la predicción recibida de uno de los famosos oráculos de la antigüedad, por el que supo que su muerte sería causada por la caída de una casa sobre su cabeza. Temeroso de dicha sentencia decidió ir a vivir al campo, alejado de casas que pudieran caer sobre él y darle la razón al oráculo. Lo que no pudo prever fue que un quebrantahuesos (para otros un águila o un buitre) que pasaba por allí dejara caer la tortuga que llevaba entre sus garras (seguramente para que se estrellara contra las rocas y poder comer su interior) y esta fuera a caer precisamente en la cabeza del escritor. El golpe fue fatal y produjo efectivamente la muerte de Esquilo. Y como en toda buena tragedia, en la que el destino es inexorable, se cumplió lo predicho, pues la tortuga lleva su casa a cuestas. Nos queda la duda sobre si el ave confundió la calva de Esquilo con un roca, o simplemente fue coincidencia…

Completamos la entrada con algunas frases suyas:

"La verdad es la primera víctima de la guerra"

"Pocos hombres tienen como natural inclinación el rendir homenaje, sin un cierto movimiento de envidia, al amigo que consigue el éxito."

"Hombre no afortunado aquel que de nadie es envidiado."

"La voz de un pueblo es peligrosa cuando está cargada de ira."

"Es una especie de enfermedad natural de los poderosos no poder fiarse de los amigos"

"En el dolor está la escuela de la vida. Con él nos hacemos sabios."

"Las palabras son médicos de la enfermedad de la cólera."

"Mejor es morir de una vez que sufrir miserablemente todos los días."

"Es innato en los hombres pisotear al más caído."

"El último momento del tiempo es el de más valor."

"Es útil aprender a ser sabio en la escuela del dolor."

"No es bueno llorar ni quejarse, no sea que se engendre un lamento más agobiante."

"La victoria, incluso sin gloria, los dioses la honran."

En la foto  que abre la entrada se puede ver el busto en bronce de Esquilo que se expone en el Museo Arqueológico de Florencia. 

Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Fuente Original

jueves, 10 de julio de 2025

El ingenioso zapatero de Leibniz

 “Con cada hora perdida, perece una parte de la vida.” (Leibniz)

Parece que Gottfried Leibniz no era muy amigo de perder el tiempo. Su curiosidad era insaciable y por su talento y sabiduría se lo ha definido como "el último genio universal". De hechoposiblemente, sea el último hombre capaz de abarcar gran parte del conocimiento humano de su tiempo y ampliarlo. No solo desarrolló el cálculo infinitesimal de forma paralela a Newton, de quien por cierto no recibió un trato justo en su legítima disputa por el mismo, sino que además resultó una figura destacada en los campos de las matemáticas, filosofía, derecho, historia, música y ética. Además, Leibniz atesoraba conocimientos muy notables en física, biología, medicina, geología, psicología y algunas otras ramas del saber. Incluso llegó a diseñar una avanzada calculadora, la conocida como "Stepped Reckoner" que sirvió para inspirar futuros modelos más eficientes. 

Leibniz fue, por la diversidad de materias sobre las que volcaba su interés hasta llegar a dominarlas, una especie de Leonardo da Vinci, aunque con matices. Como decía Margaret Boden, una estudiosa de la genialidad en el ser humano, Leonardo sería el prototipo del genio artístico-científico que une arte y observación directa, mientras que Leibniz encarnaría la síntesis matemática y filosófica del conocimiento.

Pero descendiendo al terreno de la más pura anécdota, y ya sabemos que en no pocas ocasiones estas viven en un terreno incierto en el que se confunden historia y leyenda, recordamos el suceso que supuestamente le ocurrió a Leibniz en la Universidad de Leyden.

No era extraño que nuestro genio participara en acaloradas y sesudas discusiones en latín sobre cuestiones de todo tipo. En cierta ocasión observó Leibniz que su zapatero se encontraba entre la gente siguiendo uno de aquellos debates con sumo interés. No tardó en aproximarse para preguntarle si sabía latín. El zapatero le contestó:

-No, solo vengo a ver cómo discuten.
Leibniz, aún más sorprendido le volvió a interrogar:
-Entonces ¿Cómo puedes entendernos y saber quién tiene razón?
A lo que el zapatero respondió:
- El que más grita es el que no la tiene.

Seguramente el humilde zapatero no era un erudito en materia alguna, pero demostró que, llegada la ocasión, podía ser igual de agudo que el afamado sabio de Leipzig.

 La escultura es obra de Ernst Hähnel y se ubica en Leipzig, la ciudad natal de Leibniz. 

 Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY SA-3.0 - Fuente Original

viernes, 7 de octubre de 2022

Bertrand Russell y los idiotas

 

"…Basta leer algo de su llamada filosofía para descubrir inmediatamente qué clase de idiota es usted. El otro día leí en un diario suizo alemán algo que evidentemente usted había dicho: ´Vivimos en una época que tiene tres revoluciones por delante: la lucha de la juventud contra la vejez; la lucha de la pobreza contra la riqueza y la lucha de la estupidez contra la inteligencia…´ (…) Le digo categóricamente que las tres revoluciones que lo inquietan no las tenemos por delante, sino que han caracterizado a todas las generaciones de todos los siglos"

Esa era la carta que un hombre común le escribió a Bertrand Russell en 1958. La respuesta del filósofo, matemático, activista social y Premio Nobel de Literatura en 1950 no se hizo esperar: 

"Estimado señor: 

Hay una categoría de idiotas que usted ha omitido mencionar. Es la categoría de quienes creen lo que leen en los diarios. Yo nunca hice la declaración que usted cita. 

Lo saluda atentamente, 

Bertrand Russell"

Con ochenta años seguía demostrando que de idiota no tenía un pelo y en sus "Reflexiones en mi octogésimo cumpleaños" decía :

"He vivido en busca de una visión, tanto personal como social. Personal: cuidar lo que es noble, lo que es bello, lo que es amable; permitir momentos de intuición para entregar sabiduría en los tiempos más mundanos. Social: ver en la imaginación la sociedad que debe ser creada, donde los individuos crecen libremente, y donde el odio y la codicia y la envidia mueren porque no hay nada que los sustente. Estas cosas, y el mundo, con todos sus horrores, me han dado fortaleza."

La anécdota inicial nos llegó a través de la amiga Celia Valdelomar.

Imagen: De Wikimedia Commons - (CC0) - Dominio Público en fuente original

jueves, 28 de julio de 2022

De Zuleta a Campoamor: De cristales, lombrices y leones

 

“El tigre, el león y la pantera son animales inofensivos, sin embargo, las gallinas, los patos y los gansos son animales altamente peligrosos, decía una lombriz a sus hijos"

La frase es tan buena que en la red está generalmente atribuida a Bertrand Russell, puede que para darle más fuste o una solidez que no necesita. En realidad es de otro filósofo de gran calado, el colombiano Estanislao Zuleta y con dicha referencia aparece en numerosos libros citada. Cada uno tiene su verdad. Todo es relativo, todo depende de la percepción de cada uno, de la experiencia vivida, en la línea de la famosa "Ley Campoamor" de Don Ramón:

"En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira". 

O en palabras de André Maurois: 

"Solo hay una verdad absoluta, que esta verdad es relativa"

Imagen: De Wikimedia Commons - (CC BY-SA 3.0) - Fuente Original

sábado, 27 de noviembre de 2021

Pasolini y el nuevo "Consumo luego existo"

 

"Hay una ideología real e inconsciente que unifica a todos, y que es la ideología del consumo. Uno toma una posición ideológica fascista, otro adopta una posición ideológica antifascista, pero ambos, antes de sus ideologías, tienen un terreno común que es la ideología del consumismo. El consumismo es lo que considero el verdadero y el nuevo fascismo. Ahora que puedo hacer una comparación, me he dado cuenta de una cosa que escandalizará a los demás, y que me hubiera escandalizado a mí mismo hace sólo diez años. Que la pobreza no es el peor de los males y ni siquiera la explotación. Es decir, el gran mal del hombre no estriba ni en la pobreza ni en la explotación, sino en la pérdida de singularidad humana bajo el imperio del consumismo. Bajo el fascismo se podría ir a la cárcel. Pero hoy día, hasta esto es estéril. El fascismo basaba su poder en la iglesia y el ejército, que no son nada comparados con la televisión"

Y no digamos nada con la actual internet... Son palabras del escritor y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, muy a tener en cuenta en el desenfreno de compras que se nos viene encima con la Navidad y en plena vorágine del vigente "black friday", aunque en realidad, más allá de esas fechas, cada día, sea el que sea, estamos atrapados por el afán de acaparar cosas, la mayor parte de las veces inútiles,  por la sencilla razón de que en el acto de comprarlas nos sentimos felices, creemos llenar algún tipo de vacío existencial, nos encontramos integrados con los demás, nos comunicamos y nos identificamos con nuestro entorno a través de las compras que hacemos, dando carta de nacimiento al Homo Consúmicus que en un giro malévolo de la filosofía cartesiana proclama "Consumo luego existo". Como decía Fromm somos lo que tenemos y uno de los actos sociales generalizados de nuestro presente es la sacrosanta peregrinación periódica a los santuarios del consumo, las grandes superficies, somos adoctrinados frente al televisor o a través de internet y el día de nuestro patrón es el reverenciado Black Friday o San Amazon. Y como decían en aquella antigua religión anterior al consumismo: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra".

Imagen: De Flickr - (CC BY 2.0) - Fuente Original

jueves, 4 de noviembre de 2021

El mito de Sísifo, Albert Camus y el absurdo de la vida

 

"Levantarse, coger el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la cena, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Pero un día surge el “por qué” y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro. “Comienza”: esto es importante. La lasitud está al final de los actos de una vida maquinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. La despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena o el despertar definitivo. Al final del despertar viene, con el tiempo, la consecuencia: suicidio o restablecimiento."

El fragmento pertenece a "El mito de Sísifo" (1942) ensayo filosófico en el que Albert Camus utiliza esta historia y el castigo de su mitológico protagonista como ejemplo del absurdo de la vida humana. Sísifo, fue el fundador y rey de Éfira, ciudad que con el tiempo sería conocida como Corinto. Según se cuenta tenía fama de ser el más astuto y fullero de los hombres, además de un gran avaro y mentiroso que era capaz de cualquier artimaña para conseguir más riquezas. Aunque el motivo no está del todo claro y cambia según las fuentes, Sísifo, encontrándose ya en el inframundo, fue castigado por Zeus a perder la vista y a subir una gran roca cuesta arriba por una empinada montaña, tarea en la que siempre, antes de alcanzar la cima, la roca escapaba de sus manos y rodaba hacia abajo, hasta el valle, desde donde había de comenzar una y otra vez su repetitiva, agotadora e interminable tarea de volverla a subir. Para Camus, en su filosofía del absurdo, la vida humana carece de significación, y los esfuerzos realizados por la humanidad para encontrarlo solo conducen al fracaso, cómo cuando a Sísifo se le escapa una y otra vez la roca cuesta abajo. Una vida cargada de repeticiones inútiles y vacías, que se realizan más por tradición e inercia que por coherencia y lógica, y ante la que solo caben tres salidas: el suicidio, la religión o la aceptación del absurdo, resultando esta última la opción por la que aboga Camus, añadiendo que la falta de significación de la vida no deja de ser un motivo de regocijo, pues invita a que cada ser humano pueda libremente moldear su propia vida, su significación particular y su porvenir. Habrá que seguir con la lucha diaria, no nos queda otra.

La fotografía, en la que a la escultura de Sísifo le cambian la montaña por una suntuosa escalera, es obra de Paolo Monti y sin bien no menciona la ubicación concreta, debe tratarse de un palacio de Bolonia.

Imagen: De Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0) - Fuente Original

viernes, 22 de octubre de 2021

El "¡Dios ha muerto!" de Friedrich Nietzsche




¿No oísteis de aquel loco que en pleno día corría por la plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar: ¡busco a Dios!? Como estaban presentes muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron risa. ¿Se te ha extraviado? -decía uno-. ¿Se ha perdido como un niño? -preguntaba otro-. ¿Se ha escondido?, ¿tiene miedo de nosotros?, ¿se ha embarcado?, ¿ha emigrado? Y a estas preguntas acompañaban risas en el coro. El loco se encaró con ellos y, clavándoles la mirada, exclamó: "¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado ; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿Cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender a la tierra de la caverna de su sol? ¿Dónde la conducen ahora sus movimientos? ¿Ahora la llevan los nuestros? ¿Es que caemos sin cesar? ¿Vamos hacia adelante, hacia atrás, hacia algún lado, erramos en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en una nada infinita? ¿Nos persigue el vacío con su aliento? ¿No sentimos frio? ¿No veis de continuo acercarse la noche, cada vez más cerrada? ¿Necesitamos encender las linternas antes del mediodía? ¿No oís el rumor de sepultureros que entierran a Dios? ¿No percibimos aún nada de la descomposición divina?... Los dioses también se descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros le dimos muerte! ¿Cómo consolarnos, nosotros asesinos entre asesinos? Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre? ¿Qué agua servirá para purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué ceremonias sagradas tendremos que inventar? La grandeza de este acto, ¿no es demasiado grande para nosotros? ¿Tendremos que convertirnos en dioses o al menos que parecer dignos de los dioses? Jamás hubo acción más grandiosa, y los que nazcan después de nosotros pertenecerán, a causa de ella, a una historia más elevada que lo fue nunca historia alguna". 

Al llegar a este punto, calló el loco y volvió a mirar a sus oyentes; también ellos callaron, mirándole con asombre. Luego tiró al suelo la linterna, de modo que se apagó y se hizo pedazos. "Vine demasiado pronto -dijo él entonces-; mi tiempo no ha llegado. Ese acontecimiento inmenso está todavía en camino, viene andando; mas aún no ha llegado a los oídos de los hombres. Han menester tiempo el relámpago y el trueno, la luz de los astros ha menester tiempo; lo han menester los actos, hasta después de realizados, para ser vistos y entendidos. Ese acto está todavía más lejos de los hombres que la estrella más lejana. ¡Y, sin embargo, ellos lo han ejecutado!". 

Se añade que el loco penetró el mismo día en muchas iglesias y entonó su Requiem aeternam Deo. Expulsado y preguntado por qué hacía, contestaba siempre lo mismo: "¿De qué sirven estas iglesias, si no son los sepulcros y los monumentos de Dios?"

El fragmento pertenece a "La gaya ciencia" obra escrita por Nietzsche en 1882. Ese provocador ¡Dios ha muerto! ya fue expresado, negro sobre blanco, veinte años antes por Hegel, e incluso Tolstói juntó las letras de igual forma, y sin embargo no causó tanto revuelo. Para Nietzsche la cosa era algo más compleja. La supuesta caída o destrucción de los valores tradicionales llegada con la superación del Dios judeocristiano, nos aboca a una etapa de nihilismo, de descreimiento, que solo será superado con la llegada del "Übermensch" o superhombre y abandonando un pensamiento pueril y de rebaño, se impongan unos nuevos valores acordes a una moral de señores que destruya los valores de la moral de esclavos. Finalmente parece que nuestra evolución no fue como se esperaba y se impusieron los valores del capital, del consumo y del beneficio y aquí estamos, con una idea de Dios descafeinada incluso para los creyentes y más esclavos que nunca de un mundo deshumanizado.

En la pintura de la entrada aparece "El anciano de los días", obra de William Blake, en la que se representa a Urizen, la encarnación de la sabiduría convencional y la ley en el particular universo mitológico del pintor, un ser que no deja de tener muchas conexiones con la propia idea de Dios. Abajo, en el lugar opuesto, el gran filósofo Friedrich Nietzsche.

 
Imágenes: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Imagen 1  - Imagen 2

lunes, 11 de octubre de 2021

Cutie, el robot filósofo: "Yo, Robot" - Asimov

 

El Robot QT-1 Cutie reflexiona sobre su existencia y su origen, con las mismas cuitas que todo ser humano, en la obra "Yo Robot" (1950) de Isaac Asimov:

Cutie: (...) Yo, por mi parte existo, porque pienso…

—¡Por Júpiter… un robot Descartes! —gruñó Powell.

— (...) Y la cuestión que inmediatamente se presenta —continuó Cutie imperturbable—, es: ¿cuál es la causa de mi existencia?

Powell se quedó boquiabierto.

—Estás diciendo tonterías. Ya te he dicho que te hicimos nosotros.

—Y si no nos crees, con gusto volveremos a desguazarte —añadió Donovan.

El robot tendió sus fuertes manos con un gesto de imploración.

—No acepto nada por autoridad. Para que no carezca de valor, una hipótesis debe ser corroborada por la razón, y es contrario a todos los dictados de la lógica suponer que vosotros me habéis hecho.

Powell detuvo con su mano el gesto amenazador de Donovan.

—¿Por qué dices esto, exactamente?

Cutie se echó a reír. Era una risa inhumana, la risa más mecanizada que había surgido jamás. Era aguda y explosiva, regular como un metrónomo y sin matiz alguno.

—Fíjate en ti —dijo finalmente—. No lo digo con espíritu de desprecio, pero fíjate bien. El material del que estás hecho es blando y flojo, carece de resistencia, y su energía depende de la oxidación ineficiente del material orgánico… como esto —añadió señalando con un gesto de reprobación los restos del sándwich de Donovan—. Entráis periódicamente en coma, y la menor variación de temperatura, presión atmosférica, la humedad o la intensidad de radiación afecta vuestra eficiencia. Sois alterables.

Yo, por el contrario, soy un producto acabado. Absorbo energía eléctrica directamente y la utilizo con casi un ciento por ciento de eficiencia. Estoy compuesto de fuerte metal, permanezco consciente todo el tiempo y puedo soportar fácilmente los más extremados cambios ambientales. Éstos son hechos que, partiendo de la irrefutable proposición de que ningún ser puede crear un ser más perfecto que él, reduce vuestra tonta teoría a la nada.

Alan Parsons Project le dedicó a este Robot tan filosófico el tema "I Robot" y más tarde, en 2004, Alex Proyas, basándose parcialmente en el relato de Asimov, el oráculo de la robótica en la ciencia ficción, dirigió "Yo, Robot", película a la que pertenece la cabeza robótica que aparece en la fotografía de cabecera, la de un robot NS-5.

Imagen: De Wikimedia Commons - CC BY-SA 3.0: Fuente Original

sábado, 2 de octubre de 2021

Jean Paul Sartre y el existencialismo


“Yo soy mi libertad, apenas me habías creado cuando deje de pertenecerte. La naturaleza dio un salto atrás, pero para mí los años no pasaban, me sentía muy solo en medio de tu mundo bien intencionado, como un hombre que perdió su sombra. En el cielo no quedaba nada, ni bueno, ni malo, ni nadie que me diera órdenes, pues yo soy un hombre y cada hombre debe hacer su propio rumbo, tú no puedes castigarme, ni reprenderme, por eso te doy miedo”

El fragmento, en el que Orestes se dirige de tal manera a Dios, pertenece a "Las moscas", una obra de teatro escrita por Jean Paul Sartre en 1943. Pero el protagonismo hoy va para "El existencialismo es un humanismo", una conferencia dada por Jean-Paul Sartre en el Club Maintenant de París en 1945 y posteriormente publicada en 1946. En ella Sartre se queja de como se había pervertido el significado de la palabra "existencialismo" hasta asemejarla al desánimo, la desesperanza o a un asfixiante pesimismo que empapaba cualquier expresión artística tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Dejamos algunos fragmentos:

"El hombre es el único que no solo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer principio del existencialismo."

"¿A qué se llama existencialismo? La mayoría de los que utilizan esta palabra se sentirían muy incómodos para justificarla, porque hoy día que se ha vuelto una moda, no hay dificultad en declarar que un músico o que un pintor es existencialista. (...) Lo que complica las cosas es que hay dos especies de existencialistas: los primeros, que son cristianos, entre los cuales yo colocaría a Jaspers y a Gabriel Marcel, de confesión católica; y, por otra parte, los existencialistas ateos, entre los cuales hay que colocar a Heidegger, y también a los existencialistas franceses y a mí mismo."     

      "El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. "      

     "El existencialismo no es de este modo un ateísmo en el sentido de que se extenuaría en demostrar que Dios no existe. Más bien declara: aunque Dios existiera, esto no cambiaría; he aquí nuestro punto de vista. No es que creamos que Dios existe, sino que pensamos que el problema no es el de su existencia; es necesario que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada pueda salvarlo de sí mismo, así sea una prueba válida de la existencia de Dios. En este sentido, el existencialismo es un optimismo, una doctrina de acción, y sólo por mala fe, confundiendo su propia desesperación con la nuestra, es como los cristianos pueden llamarnos desesperados."


Para Sartre, los actos de cada persona son definitorios del propio ser. Por ejemplo, aquel rechazo suyo al Premio Nobel que le otorgaba la Academia Sueca de 1964, alegando que él tenía por norma rechazar todo reconocimiento o distinción y que la relación entre el hombre y la cultura debían desarrollarse al margen de las instituciones. Y con este acto, Sartre, siguiendo la línea de pensamiento de su existencialismo, demostró una vez más que un hombre se hace a sí mismo en cada instante, se forja continuamente a través de unas acciones que le definen. 

Otras citas de Sartre sobre el existencialismo y la libertad: 

"Al querer la libertad descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los demás"

"Habremos de ser lo que hagamos, con aquello que hicieron de nosotros"

"Aquello que cada uno de nosotros es, en cada momento de su vida, es la suma de sus elecciones previas. El hombre es lo que decide ser"

"Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros"

"Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro. Y si dos están de acuerdo, es por un malentendido"

"Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es"

"Todo ha sido descubierto salvo cómo vivir"

"No somos libres de dejar de ser libres"

"Un hombre no es otra cosa que lo que hace de sí mismo"

"No hay necesidad de fuego, el infierno está en los otros"

Imágenes:
Imagen 1: De Wikimedia Commons - (CC0) - Dominio Público - Fuente original
Imagen 2: De Flickr -sin modificaciones- (CC BY-NC-ND 4.0) - Fuente Original

martes, 28 de septiembre de 2021

Diógenes, Platón y las verduras



Diógenes tenía y sentía su independencia como su más preciado tesoro personal y procuraba, con el mayor celo, no depender de los demás en nada, ni tan siquiera de los objetos que pudieran resultarle innecesarios, algo que ilustra muy bien aquella anécdota que recogía el momento en el que vio a un niño beber agua de una fuente ayudándose del hueco que formaban sus manos para recogerla, instante mismo en el que se dijo a sí mismo: "Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas", tras lo cual rompió la escudilla con la que hasta entonces se ayudaba para beber, momento que es el representado en la escultura que ilustra esta entrada, obra de Émile André Boisseau y que se expone en el Museo Nacional de Bellas Artes de Rio de Janeiro. No era una persona fácil Diógenes y a pesar de su extrema pobreza autoimpuesta y de ser admirado por la mayoría de los atenienses, no contaba con demasiados amigos, resultando una de las excepciones la del filósofo Platón, que le llamaba "Sócrates delirante". En cierta ocasión Platón, el de las anchas espaldas, encontró a Diógenes en una fuente, lavando las verduras que ese día tenía por alimento, y le dijo:

- "Ya lo ves amigo mío, si hubieses adulado a Dionisio, el tendero, hoy no tendrías tú mismo que lavar tus verduras"

- "Y si tú te pusieras a lavar tus verduras, no tendrías que estar adulando a Dionisio", fue la respuesta del siempre cáustico, pero también admirable Diógenes de Sinope.

Imagen: De Wikimedia Commons - (CC BY-SA 4.0) - Fuente Original

sábado, 24 de julio de 2021

Séneca y la brevedad de la vida

 

"No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho. La vida es suficientemente larga para hacer en ella cosas grandes si la empleáramos bien. Pero el que se lo pasa en vaciedades, el que no se dedica a nada bueno, siente, al empuje de la última hora inevitable, que se le ha escapado la vida sin darse cuenta de que estaba caminando por ella. No se nos ha dado una vida breve, sino que nosotros hacemos que lo sea; y no somos pobres de tiempo, sino que lo desperdiciamos. Pasa como con los que se han hecho con grandes riquezas, pero que no son sensatos; todo se les disipa en un instante. Si esas riquezas, aunque no fueran muchas, llegan a un buen administrador, se acrecientan con su mismo uso. Así, nuestra vida es bastante larga para quien la sabe usar bien"

El fragmento pertenece a la obra "De la brevedad de la vida", escrita en el  55 d. C. por cordobés Lucio Anneo Séneca, figura principal en Roma, tanto como intelectual como político, durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. El busto, del siglo XVII, es de autor anónimo y pertenece a la colección del madrileño Museo del Prado.

Imagen: De Wikimedia Commons - (CC BY 3.0) - Fuente Original

jueves, 22 de julio de 2021

Epicuro y el placer


"Comamos y bebamos que mañana moriremos"

Sí, pero... Y es que estas palabras del filósofo griego Epicuro de Samos (341 a. C. - 270 a. C.) a buen seguro serían matizadas por el propio pensador. Epicuro, nombre que puede traducirse como "aliado" o "camarada", fue el creador del "epicureísmo", una corriente de pensamiento que estaría totalmente de moda en esta sociedad nuestra tan desenfrenada, si no fuera porque a la mayoría de la gente, que tan persistente es en la búsqueda ilimitada del placer, cuanto más inmediato mejor, no se le olvidara de continuo el contrapeso de la moderación y el término medio que tan importante resulta en las enseñanzas del filósofo. 

Epicuro entendía que el fin último de la filosofía no era otro que el encontrar la felicidad, considerada esta como la usencia de turbación en el alma y de dolor en el cuerpo, por lo que mantenía que el propósito de la vida humana no era otro que procurarse el placer -modesto y sostenible- y evitar el dolor de la manera más racional posible, alejándose de los indeseados excesos que no hacen otra cosa que conducir al sufrimiento posterior. Solo así se puede alcanzar ese estado ideal denominado "ataraxia", presidido por la tranquilidad y ausencia de miedo y la "aponía" o ausencia de dolor corporal. Su pretendido y mal entendido "hedonismo" no era una entrega al placer a cualquier precio, así, para Epicuro, los placeres han de satisfacerse con inteligencia y eran incompatibles con el descontrol. El filósofo, que señalaba como superiores los placeres del espíritu sobre los del cuerpo, criticaba en la misma medida el desenfreno y la incontinencia como la renuncia a los placeres carnales, por lo que ponía como premisa que la satisfacción de los goces carnales deben ser satisfechos siempre y cuando no lo hagan de forma que lleven al dolor futuro. Mantenía que esa aspiración a la felicidad, más que del derroche, de la ostentación o del desenfreno, podía ser alcanzada más fácilmente por aquellas personas que vivían una vida sencilla, autosuficiente y rodeada de amigos. 

Se estima que Epicuro escribió alrededor de 300 obras de las que tan solo han llegado a conservarse tres cartas y un par de colecciones de citas. En esos pocos restos de su pensamiento queda patente su sabiduría y esconden perlas como las que siguen:

"Lo insaciable no es la panza, como el vulgo afirma, sino la falsa creencia de que la panza necesita hartura infinita".

"¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia."

"Debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber, pues comer solo es llevar la vida de un león o un lobo."

"La muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo."

"Es absurdo pedir a los dioses lo que cada uno es capaz de procurarse por sí mismo."

"El hombre que no se contenta con poco, no se contenta con nada."

"No ha de ser dichoso el joven, sino el viejo que ha vivido una hermosa vida."

"Retírate dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía."

"Vale más ser desgraciado y racional que feliz y falto de razón."

"El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo."

"El exceso de cólera engendra la locura."

"El más grande fruto de la autosuficiencia es la libertad"

"De todos los bienes que la sabiduría procura para la felicidad de una vida entera, el mayor con mucho es la adquisición de la amistad."

"Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que para la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás." 

"¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé ni tengo medios para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros."

"¿Dios está dispuesto a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es omnipotente. ¿No está dispuesto a prevenir la maldad, aunque podría hacerlo? Entonces es perverso. ¿Está dispuesto a prevenirla y además puede hacerlo? Si es así, ¿por qué hay maldad en el mundo? ¿No será que no está dispuesto a prevenirla ni tampoco puede hacerlo? Entonces, ¿para qué lo llamamos Dios? "

"Así como el sabio no escoge los alimentos más abundantes, sino los más sabrosos, tampoco ambiciosa la vida más prolongada, sino la más intensa."

"Límite de la grandeza de los placeres es la eliminación de todo dolor. Donde exista placer, por el tiempo que dure, no hay ni dolor ni pena ni la mezcla de ambos".

"Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación. Por tanto, la recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida; no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque nos priva de un afán desmesurado de inmortalidad."

"Así pues, practiquen la filosofía tanto el joven como el viejo; uno, para que aún envejeciendo, pueda mantenerse joven en su felicidad gracias a los recuerdos del pasado; el otro, para que pueda ser joven y viejo a la vez mostrando su serenidad frente al porvenir."

En la imagen se puede ver un busto de Epicuro que es copia romana del siglo II a partir de un original griego de la primera mitad del siglo III a. C. Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

domingo, 21 de febrero de 2021

Aristóteles y la pasión por el saber

 

No hay duda de que la pasión que sienten algunas personas por la lectura y aprender cosas nuevas es irrefrenable. Contaba Diógenes Laercio que la dedicación y entrega al estudio de Aristóteles llegaba a tales cotas que cuando tras un día de intensa labor se marchaba a la cama con el propósito de seguir leyendo, lo hacía con una bola de bronce en la mano que sostenía sobre una palangana del mismo metal. Cuando le preguntaron la razón de aquella extraña costumbre suya explicó:

"Cuando el sueño me puede, cae la bola sobre el barreño, el estruendo me vuelve a despertar y puedo seguir leyendo".

Como complemento dejamos solo cinco citas de este apasionado del saber:

"Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo"

"El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice"

"La verdad absoluta es imposible de encontrar, al igual que nunca viajarás sin una parte de ella"

"La mejor forma de no ser criticado es no decir nada, no hacer nada, no ser nadie"

"Si tanto me alaban será por alabarse a sí mismos, pues al alabarme dan a entender que me comprenden"

El busto es una copia romana en mármol a partir de un bronce original griego del 330 a.C. posiblemente de Lisipo. El manto de alabastro le fue puesto posteriormente. Forma parte de la Colección Ludovisi y se expone en el Palazzo Altemps - Museo Nazionale Romano (Roma).

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

sábado, 20 de febrero de 2021

Rousseau y la educación


"Le acostumbráis a que siempre se deje guiar; a que no sea otra cosa más que una máquina en manos ajenas. Queréis que sea dócil cuando es pequeño y eso es querer que sea crédulo y embaucado cuando sea mayor"

Son palabras de Jean Jacques Rousseau (1712-1778), un pensador cuyas ideas ayudaron a forjar un mundo nuevo y a la transformación de las sociedades occidentales tras la Revolución francesa, unos cambios en los que la educación debía convertirse en un pilar fundamental para formar un hombre nuevo para una nueva sociedad, el instrumento con el que convertir a los que hasta ese momento habían sido solo siervos en ciudadanos libres e iguales, dueños últimos de su propio destino y conscientes de sus derechos y deberes. En su "Emilio" (o "De la educación") Rousseau sienta las bases de una nueva forma de educar que parte de la base de que un niño es "un ser sustancialmente distinto al adulto y sujeto a sus propias leyes y evolución; el niño no es un animal ni un hombre, es un niño", de forma que la formación debe necesariamente ajustarse a sus capacidades e intereses, sin atribuirle conocimientos previos que no pueden poseer aún, ni se deben utilizar motivaciones que a determinadas edades les resultan totalmente indiferentes. Ese es el punto de partida desde el que se ha de ir evolucionando en contenidos e ideas en consonancia con el propio desarrollo y madurez del niño.

Incluso hoy, casi 250 años después, es bueno que los padres recordemos que los niños niños son y que hemos de implicarnos de lleno en su educación, por que en definitiva como decía Rousseau: "Un buen padre vale por cien maestros"

Algunas frases más de Rousseau sobre la educación:

"El hombre es naturalmente bueno, es la sociedad lo que lo corrompe."

"A las plantas las endereza el cultivo; a los hombres, la educación."

"La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras"

"La única costumbre que hay que enseñar a los niños es que no se sometan a ninguna."

"Los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la traición, se esconden frecuentemente bajo ese velo uniforme y pérfido de la cortesía."

"No seréis nunca frailes si primero no sois monaguillos."

"Nuestras controversias parecerán tan raras a las edades futuras, como las del pasado nos han parecido a nosotros."

En el cuadro aparece Rousseau retratado por Allan Ramsey en 1766. La obra se expone en la Galería Nacional de Escocia (Edimburgo)


Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

martes, 1 de diciembre de 2020

El día que el ateo Bertrand Russell se convirtió en Papa


"El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas"

La frase es de Bertrand Russell, quien más allá de ser un gran filósofo y humanista era un reputado matemático. Él, mejor que nadie, sabía como se puede jugar con los números y hacer posible lo imposible con ellos. Por sus estudios de lógica mantenía ante sus alumnos que en los enunciados condicionales del tipo "Si A entonces B" (Si llueve la calle está mojada), si se parte de un enunciado falso podemos llegar a deducir cualquier cosa. Explicaba esto en una clase de filosofía, cuando uno de los alumnos se agarró a la afirmación del profesor y le dijo: 

- Imagine que usted piensa que 2 + 2 = 5. ¿Se puede deducir que usted es el Papa?

Russell a esas alturas tenía muchos kilómetros, ya de joven, tras ingresar en el Trinity College de Cambridge, sus profesores, impresionados por la brillantez del alumno le recomendaron para que se integrara en la sociedad de discusión intelectual "Los Apóstoles" en el que otros alumnos tan brillantes como él se reunían para discutir sobre lo divino y lo humano, fuera lo que fuera, sin tabúes ni cortapisas, dejando su mente volar y estimulando su capacidad de razonar y debatir intelectualmente. Eso de que 2+2 fuera igual a 5 no era obstáculo para una mente como la suya, algo más complejo era para el profesor asumir que un ateo convencido como él se convirtiera por obra y milagro de una suma incorrecta en el líder de la iglesia católica, pero aun así, de forma  relampagueante ofreció al alumno una genial respuesta para mantener su aseveración inicial:

Si. -le contestó Russell con determinación- Supongamos que 2 + 2 = 5; entonces seguramente estará usted de acuerdo conmigo en que si restamos 2 unidades en cada lado de la ecuación, nos da que 2 = 3. Por simple simetría e invirtiendo los términos de la ecuación, tenemos que 3 = 2 y restando nuevamente una unidad de cada lado de la ecuación, obtenemos que 2 = 1. Ahora, dado que el Papa y yo somos dos personas distintas, y dado que 2 = 1, el Papa y yo somos uno. Como resultado de ello, yo soy el Papa.

Estoy seguro que Russell podría haber explicado el misterio de la Santísima Trinidad, ese que postula que "Dios es Uno y Trino" (1=3) con idéntica facilidad.

"Las matemáticas poseen no sólo la verdad, sino la suprema belleza, una belleza fría y austera, como la de una escultura [...] Las matemáticas pueden ser definidas como aquel tema en el cual ni sabemos nunca lo que decimos ni si lo que decimos es verdadero" (Sir Bertrand Russell) 

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original