domingo, 7 de septiembre de 2025

Frank Capra, Robert Riskin y la magia de un buen guión

 

“Sólo deberían hacer películas los audaces, porque sólo los que tienen fuerza moral pueden hablar a la gente durante dos horas y en la oscuridad” (Frank Capra)



Frank Capra nació en Sicilia como Francesco Rosario Capra. A los seis años marchó a Estados Unidos con su familia y muy pronto, tras terminar sus estudios como ingeniero químico empezó a rodar películas mudas, no pocas de ellas junto al humorista Harry Langdon. Pero su etapa milagrosa comienza justo después del crack económico de 1929. En esos años de desesperanza y caos social, Capra se alzó con una voz singular para hablar sobre la necesidad de mantener la bondad, la esperanza, el optimismo y la confianza en los demás. Él mismo definió su cine durante la aceptación de un premio con las siguientes palabras:

"El arte de Frank Capra es muy, muy simple: es el amor de la gente. Agregue dos ideales simples a este amor por las personas: la libertad de cada individuo y la igual importancia de cada individuo, y tendrá el principio en el que basé todas mis películas."

Una visión que completaba en su autobiografía: "La humanidad necesitaba dramatizaciones de la verdad de que el hombre es esencialmente bueno, un átomo vivo de divinidad; que la compasión por los demás, amigos o enemigos, es la más noble de todas las virtudes. Hay que hacer cine para decir estas cosas, para contrarrestar la violencia y la mezquindad, para ganar tiempo para desmovilizar los odios"

Al igual que ocurrió Lubitsch y su famoso "toque", a Capra también se le reconoció una forma especial de hacer y dirigir, un toque personal que estaba en todas sus películas. A partir de 1932 encadenó una serie maravillosa de títulos que reforzarían aquella etiqueta. Entre ellos destacan: “La Locura del dólar”, “Dama por un día”, “Sucedió una noche” —título inaugural de la Screwball Comedy y primera película ganadora de los cinco Oscar principales—, “El Secreto de vivir”, “Horizontes perdidos”, "Vive como quieras" y "Juan Nadie", esta última ya en 1941, justo antes de que Capra marchara como reportero documentalista a la Segunda Guerra Mundial. Todos esos títulos son verdaderas delicias en blanco y negro que aún hoy se disfrutan como cine con mayúsculas. Curiosamente todas ellas tienen un nexo en común más allá de su director; en todas ellas el guionista fue Robert Riskin.

En su día el director y guionista Billy Wilder dijo: "Escribir un guion es como hacerle la cama a alguien que luego llega, se mete dentro y tú te largas a tu casa"

Robert Riskin (a la izquierda) debía pensar lo mismo y toda aquella cantinela del "Toque Capra" con lo que no dejaban de ser sus ideas, sus palabras y sus historias, lo traería frito y más cuando le sometían a presión. Puede que por eso resulte tan creíble aquella leyenda que cuenta cómo Riskin, muy airado tras un encontronazo con Capra, entró en el despacho de este y lanzó sobre el escritorio, con evidente tono de reproche, ciento veinte páginas totalmente en blanco mientras exclamaba:

"¡Aquí está! ¡Veamos cómo le da usted a esto el toque Capra."

Nunca sabremos qué reacción tuvo el director, pero la anécdota refleja claramente la frustración de Riskin, que se sentía totalmente eclipsado por el éxito del director.

El canto del cisne de la colaboración entre ambos fue uno de sus mejores títulos: “Juan Nadie”. Parece como si hubieran descargado en ella todas sus esencias. Después vino su separación definitiva.

Capra logró sacudirse la alargada sombra del talento de Riskin sobre su propia valía gracias a títulos como "Caballero sin Espada", "Arsénico por compasión" y la icónica "¡Qué bello es vivir!". Aunque más allá de estos tres títulos su cine también acusó un rápido e inexorable declive.

Por su parte Robert Riskin también aprendió que la magia de sus guiones se acabó con Capra. A pesar de trabajar con otros directores, sus guiones no alcanzaban en la pantalla la excelencia de los títulos que había encadenado con el director.

Puede que aquel maravilloso toque, aquella magia, fuera cosa de dos, de un tándem sensacional que mezclaba en su justa medida las virtudes de ambos. ¿Por qué se alejaron? Parece que por una mezcla de muchos factores. Pero algo esencial debió romperse de manera definitiva en aquella pareja de talentos. Cuando Riskin murió en 1955, fue muy comentado en Hollywood que Capra no asistiera al entierro de alguien absolutamente esencial en su filmografía. Tal vez, en ese momento, Capra no lograra acercarse a los valores que predicaban los héroes de sus películas.

Como decía Wilder: “Nadie es perfecto”


Imágenes: Img 1 - Img 2 - Tomadas de Wikimedia Commons - Ambas Dominio Público CC0

No hay comentarios:

Publicar un comentario