"El arte de Frank Capra es muy, muy simple: es el amor de la gente. Agregue dos ideales simples a este amor por las personas: la libertad de cada individuo y la igual importancia de cada individuo, y tendrá el principio en el que basé todas mis películas."
Una visión que completaba en su autobiografía: "La humanidad necesitaba dramatizaciones de la verdad de que el hombre es esencialmente bueno, un átomo vivo de divinidad; que la compasión por los demás, amigos o enemigos, es la más noble de todas las virtudes. Hay que hacer cine para decir estas cosas, para contrarrestar la violencia y la mezquindad, para ganar tiempo para desmovilizar los odios"
Al igual que ocurrió Lubitsch y su famoso "toque", a Capra también se le reconoció una forma especial de hacer y dirigir, un toque personal que estaba en todas sus películas. A partir de 1932 encadenó una serie maravillosa de títulos que reforzarían aquella etiqueta. Entre ellos destacan: “La Locura del dólar”, “Dama por un día”, “Sucedió una noche” —título inaugural de la Screwball Comedy y primera película ganadora de los cinco Oscar principales—, “El Secreto de vivir”, “Horizontes perdidos”, "Vive como quieras" y "Juan Nadie", esta última ya en 1941, justo antes de que Capra marchara como reportero documentalista a la Segunda Guerra Mundial. Todos esos títulos son verdaderas delicias en blanco y negro que aún hoy se disfrutan como cine con mayúsculas. Curiosamente todas ellas tienen un nexo en común más allá de su director; en todas ellas el guionista fue Robert Riskin.
En su día el director y guionista Billy Wilder dijo: "Escribir un guion es como hacerle la cama a alguien que luego llega, se mete dentro y tú te largas a tu casa".
Robert Riskin (a la izquierda) debía pensar lo mismo y toda aquella cantinela del "Toque Capra" con lo que no dejaban de ser sus ideas, sus palabras y sus historias, lo traería frito y más cuando le sometían a presión. Puede que por eso resulte tan creíble aquella leyenda que cuenta cómo Riskin, muy airado tras un encontronazo con Capra, entró en el despacho de este y lanzó sobre el escritorio, con evidente tono de reproche, ciento veinte páginas totalmente en blanco mientras exclamaba:
"¡Aquí está! ¡Veamos cómo le da usted a esto el toque Capra."
Nunca sabremos qué reacción tuvo el director, pero la
anécdota refleja claramente la frustración de Riskin, que se sentía totalmente
eclipsado por el éxito del director.
El canto del cisne de la colaboración entre ambos fue uno de
sus mejores títulos: “Juan Nadie”. Parece como si hubieran descargado en ella
todas sus esencias. Después vino su separación definitiva.
Capra logró sacudirse la alargada sombra del talento de
Riskin sobre su propia valía gracias a títulos como "Caballero sin
Espada", "Arsénico por compasión" y la icónica "¡Qué bello
es vivir!". Aunque más allá de estos tres títulos su cine también acusó un
rápido e inexorable declive.
Por su parte Robert Riskin también aprendió que la magia de
sus guiones se acabó con Capra. A pesar de trabajar con otros directores, sus guiones no alcanzaban en la pantalla la excelencia de los títulos que había encadenado con el director.
Puede que aquel maravilloso toque, aquella magia, fuera cosa
de dos, de un tándem sensacional que mezclaba en su justa medida las virtudes
de ambos. ¿Por
qué se alejaron? Parece que por una mezcla de muchos factores. Pero algo esencial
debió romperse de manera definitiva en aquella pareja de talentos. Cuando Riskin
murió en 1955, fue muy comentado en Hollywood que Capra no asistiera al
entierro de alguien absolutamente esencial en su filmografía. Tal vez, en ese
momento, Capra no lograra acercarse a los valores que predicaban los héroes de
sus películas.
Como decía Wilder: “Nadie es perfecto”
Imágenes: Img 1 - Img 2 - Tomadas de Wikimedia Commons - Ambas Dominio Público CC0
No hay comentarios:
Publicar un comentario