Víctor Hugo era capaz de escribir una oración de aproximadamente
ochocientas palabras en «Los Miserables» y lograr que sonara bien. Como
veremos, también era capaz del más extremo laconismo.
El escritor se encontraba exiliado en Guernsey cuando se
publicó «Los Miserables» (1862), obra que llevaba años despertando una enorme expectación
y en la que había volcado todo su buen hacer con la esperanza de lograr una
obra memorable.
Cuenta la leyenda que, ansioso por saber cómo habían sido
recibidas las andanzas de Jean Valjean, el inspector Javert y Fantine, escribió
a su editor un telegrama con un único carácter: «?». A su juicio, no hacía
falta más para saber si las aproximadamente 655.000 palabras de la que se
considera una de las novelas más largas de la historia de la literatura —en
algunas ediciones, más de mil páginas— habían merecido su esfuerzo.
La primera edición había volado de las librerías, convirtiéndose en todo un
éxito de ventas. Sin embargo, la respuesta no incluyó ninguno de esos detalles
y fue tan breve como la pregunta. Se limitó a un simple signo de admiración:
«!». Era todo lo que Víctor Hugo necesitaba leer.
Como dice el refrán, «A buen entendedor pocas palabras
bastan», y a veces ni eso.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0)

No hay comentarios:
Publicar un comentario