lunes, 3 de noviembre de 2025

Celuloide: Lo que el cine debe a los elefantes

 

“El cine empezó con una relación apasionada y física entre el celuloide y los artistas, artesanos y técnicos que lo manejaban… Vaya adonde vaya el cine, no podemos permitirnos perder de vista sus comienzos.” (Martin Scorsese)

“Elephas” en griego antiguo significa “marfil”, con lo que ya podemos imaginar el valor que se daba a los colmillos de los paquidermos para que la parte terminara definiendo el todo.

Siempre hubo una demanda considerable de marfil, pero cuando a mediados del siglo XIX la producción de teclas de piano y bolas de billar se disparó, también lo hizo la caza de elefantes. Se estima que entre 1860 y 1930 se abatían entre 25.000 y 100.000 ejemplares por año para despojarlos de sus colmillos. Ante tan inusitada demanda, el marfil empezó a escasear y a encarecerse, y como no era plan que el negocio se resintiera, en 1863-1864, la firma fabricante de bolas de billar “Phelan & Collender” ofreció 10.000 dólares a quien lograra un material artificial capaz de sustituir al marfil.

El premio, que parece ser que nunca fue abonado, debió corresponder a John Wesley Hyatt. En 1868 comenzó a trabajar sobre una idea original de Alexander Parkes, quien tras experimentar con nitrocelulosa y alcanfor logró sintetizar una sustancia dura a la vez que flexible a la que dio el nombre de “Parkesine”. El descubrimiento de momento quedó ahí ya que Parkes no supo darle utilidad.

Hyatt, por su parte perfeccionó la parkesina original con la ayuda de su hermano Isaiah. Ajustando las proporciones de nitrocelulosa y alcanfor crearon un material más estable y comercializable que fue patentado en 1870 con el nombre de “celuloide”.

Fue el sustituto ideal del marfil y del ámbar, y más allá de las bolas de billar pronto sería utilizado para los cuellos y las pecheras rígidas que por aquel entonces gustaban usar los hombres en sus trajes de etiqueta, llegaron a los espejos de las señoras, a las pelotas de ping-pong y los niños empezaron a dejar sus juguetes de madera y cartón para empezar a jugar con otros hechos de celuloide. Era la incipiente revolución de los plásticos.

El celuloide —barato y flexible al calentarlo—facilitó que empezara a utilizarse como soporte de película fotográfica y, así, en 1889 llegó el uso crucial que fijaría su nombre en la historia del cine y la fotografía cuando Eastman comercializó el primer rollo fotográfico transparente de nitrato. Sus ventajas eran incontables respecto de las placas metálicas. El nuevo material revolucionó la fotografía y de camino alumbró el camino hacía el cinematógrafo de la mano de los hermanos Lumière en 1895.

Pero el celuloide tenía su propio talón de Aquiles; era un material altamente inflamable y provocó graves incendios. Con el tiempo, entre las décadas de 1930 y 1950, hubo de ser retirado del mundo del cine en favor de las películas fabricadas con acetato (safety film).

En cualquier caso, el material descubierto por Hyatt, —con los elefantes y las bolas de billar en su origen— tuvo tiempo suficiente para dejar su esencia en no pocas obras maestras de la historia del celuloide, palabra que ha terminado por ser considerada casi como un sinónimo del cine.

Puede que la Metro-Goldwyn-Mayer debiera tener en su logo un elefante en vez de un león. Sería lo justo.

Imagen: Creada con IA


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