El pianista Paul Wittgenstein, dos años mayor que su hermano Ludwig, nació en el seno de una acaudalada familia que solía recibir en su palacio a músicos de la talla de Brahms, Richard Strauss o Mahler. Su habilidad frente al piano le permitía tocar a dúo con ellos y perfeccionó su técnica hasta convertirse en un pianista muy prometedor tras su debut en el Musikverein de Viena en diciembre de 1913.
Al año siguiente, con la llegada de la Primera Guerra
Mundial, hubo de alistarse en el Ejército austrohúngaro. Como oficial en el
frente oriental, fue herido de bala en su codo derecho durante la batalla de
Galitzia, capturado por los rusos y, poco después, le amputaron el brazo
derecho. Así, a la calamidad de encontrarse cautivo en Siberia se sumó la
depresión de verse mutilado e imposibilitado como pianista.
Su liberación no llegaría hasta finales de 1915, gracias a un intercambio de prisioneros auspiciado por la
Cruz Roja. No tardó en hacer acopio de fuerzas para reunir y estudiar todas
aquellas piezas que habían sido compuestas para la mano izquierda, entre ellas, obras de Saint-Saëns, Czerny, Alkan, Scriabin y Godowsky. Buscaba con ahínco
entre aquellas composiciones la forma y los recursos para lograr un sonido al piano lo
más completo posible con una sola mano.
Firme en su propósito, el 12 de diciembre de 1916, de nuevo
en el Musikverein, volvió a tocar ante el público vienés con obras que su
antiguo profesor, Josef Labor, había compuesto expresamente para él. Después de
tres años de penurias, guerra, cautiverio, dudas y un brazo menos, por fin, la
música volvía a fluir.
Fue tal la admiración que despertó en el mundo de la música
su determinación a seguir tocando a pesar de su estado, que no fueron pocos los
compositores que aceptaron componer para él, entre ellos Britten, Korngold,
Richard Strauss y por supuesto Maurice Ravel.
Ravel, que por aquel entonces se encontraba inmerso en la
composición de su concierto para piano en sol, recibió el encargo como todo un
reto y entregó a Paul un concierto brillante que, por la calidad de los
recursos empleados y su magnífica orquestación, crea la impresión de estar
escrito para dos manos.
El Concierto de Ravel resultó fuente de intensas discusiones.
El pianista intentó introducir cambios
importantes que el compositor no aceptó. En una carta del 17 de marzo de 1932, Wittgenstein
le escribió: “Todos los pianistas hacen modificaciones, grandes o pequeñas, en
cada concierto que tocamos… Escribes con indignación e ironía que yo quiero
estar “en el centro de atención”. Pero… ésa es precisamente la razón especial
por la que te pedí que escribieras un concierto… Por lo tanto, tengo derecho a
solicitar las modificaciones necesarias…”.
Ravel no transigió y mantuvo la partitura original.
Wittgenstein no tenía a Ravel por un gran pianista y eso le
lastraba a la hora de enfrentarse al concierto y valorarlo en su justa medida: "[Ravel] no era un pianista
sobresaliente y yo no estaba cautivado con la composición. Siempre me lleva un
tiempo avanzar en un trabajo difícil. Supongo que Ravel quedó desilusionado y
yo lo sentía, pero nunca aprendí a simular. Mucho tiempo después, luego de haber
estudiado el concierto durante meses, quedé fascinado con él y me di cuenta de
la gran obra que era."
Toda aquella tensión se disipó con el tiempo y Wittgenstein,
tras estrenar el concierto en Viena (1932) sin siquiera la asistencia de Ravel,
logró tocarlo en París (1933) bajo la batuta del compositor una vez calmadas
las aguas.
Aquel único movimiento de aproximadamente diecinueve minutos,
de un tono poderoso a la vez que sombrío, se había convertido en un prodigio
sonoro, en una obra maestra en la que una sola mano, con inesperados matices jazzísticos,
lograba aparentar el virtuosismo de un pianista con las dos.
Hoy en día, el Concierto para la mano izquierda de Ravel sigue despertando la admiración de todos aquellos que tienen la oportunidad de escucharlo, algo que podrán hacer con la interpretación que del mismo hace de Yuja Wang en el siguiente vídeo:
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY 3.0 nl
No hay comentarios:
Publicar un comentario