Cuando Katharine Hepburn y
Spencer Tracy fueron presentados por Joseph Leo Mankiewicz, nada hacía
presagiar que formarían una de las parejas míticas del cine. Según se cuenta, la
ingobernable Hepburn parecía querer mirar por encima del hombro a Tracy desde
el primer momento, sin intuir que encontraría en él la horma de su zapato:
—Me temo que soy un poco alta para usted, señor Tracy. —se presentó
ella
—No se preocupe, señorita Hepburn. Ya la pondré a mi altura.
—fue la respuesta del actor.
Después vendría una relación de 26 años, siempre muy
discreta y que no pudo llegar al altar, como en la foto de "La mujer del año", por la firme oposición de Tracy a
divorciarse de su esposa, alegando fuertes convicciones religiosas. Sinceramente,
siempre me extrañó que la Hepburn, rebelde como ella sola, soportase aquella
situación tanto tiempo.
Rodaron juntos nueve películas. Más allá de
la estupenda química que había entre ambos, aquellas películas fueron la excusa
perfecta para tener un tiempo de intimidad entre ellos. En una de aquellas
deliciosas comedias, "Pat and Mike", que en España tomó el título de
"La impetuosa" —no cabe mejor definición para Katharine Hepburn— el
personaje de Tracy encontró unas líneas en su guion, que bien podría haber firmado
él. Así, no tuvo que actuar siquiera para decir de ella mientras la miraba:
"No tiene ‘mucha carne’, pero lo que hay es de primera”.
Mucho debió querer la Hepburn a Tracy. En los últimos cinco
años de enfermedad de este, fue capaz de ralentizar su carrera cinematográfica
para cuidarlo de sus problemas de salud y alcoholismo. La última película que
rodaron juntos fue "Adivina quién viene esta noche". La actriz
confesó que nunca pudo verla. Tracy falleció días después de terminar el
rodaje; ella estaba con él, pero no acudió al entierro por respeto a su familia.
Curiosamente, en aquel Hollywood amante de los chismes y de
los secretos revelados, nunca se habló muy alto de aquel amor entre sombras. Y
mucho menos Katharine Hepburn. Nunca salió una palabra de su boca acerca de su
relación con Tracy hasta casi veinte años después de la muerte del actor,
cuando ya su esposa, Louise Treadwell había fallecido también.
Fue entonces cuando, ante la cámara, en un documental
titulado “The Spencer Tracy Legacy” (1986), leyó una carta dirigida al actor en
la que entre recuerdos le dedica un sentido reconocimiento a su formidable talento
ante las cámaras. En una traducción aproximada decía así:
"Y lo más increíble: realmente eras, en verdad, el
mejor actor de cine. Lo digo porque lo creo y además se lo he oído decir a
mucha gente del oficio. Desde Olivier hasta Lee Strasberg, pasando por David
Lean. Te proponías algo y eras capaz de hacerlo. Y lo hacías con esa gloriosa
simplicidad tuya, tan directa. Simplemente, lo hacías y ya está. No sabías
meterte en tu propia vida, pero eras capaz de convertirte en otro. Eras un
asesino, un sacerdote, un pescador, un redactor deportivo, un juez, un
periodista. Solo necesitabas un instante. Apenas tenías que estudiar. Te
aprendías tus frases en un abrir y cerrar de ojos.”
En su autobiografía “Me:
Stories of My Life” (1991) dejaba un retrato maravilloso de lo que significa
amar. De la entrega al ser amado. En una traducción aproximada dice:
Ella era así. Única. Incluso en el amor.
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