martes, 2 de diciembre de 2025

Génitor, el singular caballo de Julio César


Treinta años tenía Julio César cuando visitó el templo de Hércules-Melqart en Gades —la actual Cádiz—. En aquella época se encontraba en Hispania como cuestor, puesto que distaba mucho de sus ambiciones. Puede que por ello cuando se puso delante de una estatua de Alejandro Magno presente en el citado templo, César, según cuenta Plutarco en sus «Vidas paralelas», lloró lamentando que con una edad similar a la que murió el macedonio, conquistador de un imperio, él todavía «no hubiera hecho nada memorable».

Añadía Plutarco que Julio César «era extraordinariamente hábil para montar caballos y tenía las piernas tan firmes que podía ir a galope con las manos atrás». Solo le faltaba un caballo a la altura de la gloria que ansiaba alcanzar y lo encontró en sus propias tierras. Nació con las pezuñas divididas, lo que le hacía parecer tener dedos como una persona, de hecho, Suetonio contaba que su pezuña estaba hendida en cuatro —quartum in modum—, algo totalmente anómalo y podría decirse que fantasioso.

Sea como fuere, este caballo, al que las fuentes antiguas no dan nombre, con el tiempo sería conocido como Génitor. Los arúspices ante la singularísima deformidad del animal profetizaron que quien lograra montarlo dominaría el mundo. César por supuesto era el único que el caballo permitía que montara sobre él. El divino Julio ya tenía un caballo tan indómito como el Bucéfalo de Alejandro; un caballo que simbolizaba el poder sobre lo incontrolable y el destino que se reservaba para él.

Nada nos impide imaginar a Genitor acompañando a César en su campaña por las Galias, en Alesia, adentrándose en el Rubicón, galopando por el campo de batalla en Farsalia o lujosamente engalanado en los triunfos de su amo en Roma. No tuvo una cuadra de mármol como Incitatus, ni fue nombrado senador, pero sí logró que César le dedicara una estatua en el Forum Iulium, junto al templo de Venus Genetrix, de donde, quién sabe, deriva el nombre con el que en tiempos modernos se ha bautizado al prodigioso caballo, de pies de hombre —humanis similes—, la montura sobre la que César cambió Roma para siempre y logró tener una vida tan memorable como la de su admirado Alejandro Magno.


Imagen: Generada con IA

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