Maureen O'Sullivan era un bellezón irlandés de pura cepa, que tras
estudiar en un convento de Londres fue descubierta para el cine por un avispado
directivo de la Fox. Maureen supo, con su encanto natural y una curiosa mezcla
de atrevimiento e ingenuidad, ganarse un sitio en el Olimpo de las estrellas de
Hollywood, siendo recordada principalmente por su papel de Jane Parker, la
mujer de Tarzán, en esa saga de seis películas para la MGM, donde lucía palmito
con la última moda de la selva.
Pero más allá de sus aventuras por las lianas, la actriz tiene también un buen número de películas con personajes sobresalientes que
hicieron de ella una de las secundarias más populares de su época. Son
destacables títulos como: «La cena de los acusados» (1934), «Ana Karenina»
(1935), «Muñecos infernales» (1936), «Un día en las carreras» (1937) o «Hannah
y sus hermanas» (1986), en la que aparecía junto a su hija, la también actriz
Mia Farrow.
Pero como decía, el poso que ha dejado en todos nosotros es como pareja de
Johnny Weissmüller, en las aventuras del hombre mono, un rol en el que tuvo
ciertos problemas con la censura. Poco importaba que Tarzán vistiera un escueto
taparrabos, lo que ya causaba más trabas era la vestimenta de Jane, máxime
cuando se rumoreó al respecto de un supuesto desnudo de Maureen —con el tiempo
supimos que era el de la doble Josephine McKim— en la película «Tarzán y su
compañera». El desnudo aparecía en una de aquellas típicas escenas de baño y
lucimiento de Tarzán —Weissmüller fue cinco veces campeón olímpico de
natación—. Por supuesto, el Código Hays imperante por entonces, prohibió la
escena tras no poco revuelo mediático. Hay quien piensa que no fue sino una
cortina de humo, algo preparado para calmar a las fieras de la censura, aparentando
así acatar obedientemente la retirada de esa escena y de camino, por ser buenos
chicos, se les
permitía mantener a Jane luciendo palmito con su exigua y sugerente vestimenta.
Como curiosidad contaremos que Maureen nunca apreció a Chita, por mucho que la
recogiera amorosamente en sus brazos durante las películas, cuando la cámara no
los enfocaba se refería al simio con términos nada suaves ni cariñosos. Con Weissmüller
era más amable y lo definía como: «Un simpático pedazo de pastel; un niño
grande y simpático». Juntos formaron una familia que llenó de magia toda una
época y que hacía las delicias de los más pequeños.
De hecho, la actriz dijo en cierta ocasión: «Hubo una época
en la que me harté de todo lo que me preguntaban sobre Tarzán, como si no
hubiera hecho nada más. Cambié de opinión cuando mi hijo mayor me dijo que
estaba muy orgulloso de que yo fuera la compañera de Tarzán».
No era para
menos, era a los ojos de todos «La reina de la selva».
Imagen: Cortesía de Doctor Macro - Fuente Original - Img 1 - Img 2
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