domingo, 7 de diciembre de 2025

Una máscara para «Los ojos sin rostro"


 

Una de las máscaras más influyentes de la historia del cine es la que llevaba Edith Scob en «Los ojos sin rostro» (1960 - Les yeux sans visage), una película con la que su director, Georges Franju, abrió una nueva senda para el cine de terror.

Aquella máscara marcaba totalmente a su personaje, Christiane, una joven con el rostro desfigurado por un accidente para la que su padre, un reputado cirujano, buscaba una nueva cara, costase lo que costase. Ya pueden imaginar cómo, que no es plan de desvelarlo todo.

Su concepción estética fue del propio Franju, quien insistía en que aquella falsa cara debía ser «lisa, blanca y sin expresión». Tal y como contaba la actriz que la llevaba, la máscara se moldeó directamente sobre su cara para que se ajustara con exactitud, usando un material ligero que simulaba una segunda piel. Su superficie no tenía textura, ni cejas y en su inmaculada blancura solo había lugar para dos grandes aberturas para los ojos y los orificios nasales. Franju insistía en el poder visual de la misma y aseveraba: «No es la máscara de una muerta, sino la de un alma errante».

Y sin duda marcaba hasta la interpretación de la actriz quien confesaba: «Sentía que perdía mi rostro y que entraba en un estado de anonimato absoluto». Su mirada se convirtió en su única vía de comunicación, eran sus ojos faltos de rostro los que nos hablaban. Y añadía: «Respiraba mal y me movía poco. Eso creó un ser suspendido». Eso, unido a las pautas dadas por el director, hizo que sus movimientos fueran muy suaves, casi etéreos, que su mirada fija y desesperanzada lo dijera todo y apenas se permitiera algún leve gesto corporal. Un aura irreal que se realzaba con un amplio vestido blanco, casi fantasmal, que escondía su cuerpo. 

No serán las imágenes con el bisturí desollando a una víctima, que por cierto causaron más de un desmayo en las salas durante su estreno, o los perros logrando su venganza sobre su maltratador, los que quedarán en la memoria de quien vea la película, sino la máscara inexpresiva que dará una entidad irreal a unos ojos que buscan un rostro desesperadamente, la máscara que influiría en no pocas obras posteriores del cine europeo y del horror.

A veces el cine logra perlas como esta película, en la que el terror, a pesar de su crudeza, parece trocarse en singular poesía.


Imagen: De Filmaffinity - Fuente


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