sábado, 6 de diciembre de 2025

Damocles: el poder bajo la espada

 


La peor especie de enemigos es la de los aduladores. Quizá por eso Dionisio II, tirano de Siracusa allá por el siglo IV a.C., reaccionó de forma tan singular ante Damocles, un cortesano adulador, que a cada instante alababa la buena fortuna del tirano, sus riquezas y su vida llena de placeres y aparente felicidad.

La adulación puede ser soportable en su dosis justa, pero puede resultar insufrible cuando es rastrera y constante. El relato más antiguo que se conserva de esta historia nos llega a través de Cicerón. Según este, cuando Dionisio estaba ya harto de tanta palabrería hueca, le ofreció a Damocles intercambiar papeles por un día, para que así pudiera hablar con conocimiento de causa. Como cuenta Cicerón:

«Mandó que colocaran a Damocles en un lecho de oro cubierto con magníficos adornos, y ordenó que lo rodearan todas las riquezas reales, con un banquete servido con la mayor exquisitez.»

Y así podemos imaginar a Damocles disfrutando de la comida y la música, de los perfumes y los honores, de riquezas y bellas mujeres. Todo era un sueño hecho realidad hasta que levantó la vista y vio que sobre el lugar en el que se encontraba, apuntando directamente a su cabeza, colgaba una afilada espada sujeta por un único y finísimo pelo de caballo.

Consciente de que la espada podía caer en cualquier momento, ya no pudo disfrutar de nada de lo que se le ofrecía. Ya no quería lujos, ni reverencias, ni mujeres, ni exquisitos manjares, solo pidió marcharse y recobrar la seguridad de su humilde posición.

Dionisio le respondió que ese era el día a día de un tirano, una vida en la que a pesar de estar rodeado de riquezas y placeres, se debe aprender a convivir con la amenaza clara y constante hacia la propia vida. En sus palabras: «no puede ser feliz quien vive siempre con miedo». Es como vivir con la muerte acompañándote del brazo sin saber en qué momento decidirá cortar aquel fino pelo que marca tu destino.

Damocles, a buen seguro, dejó de hablar de más. Su vida, al fin y al cabo, no dependía de la resistencia de un cabello sino de algo más fino aún: el humor de un tirano.


Imagen: "La espada de Damocles" (1812) - Richard Westall. De Wikimedia Commons - CC0

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