Incluso después de haber compuesto su exitosa obra «Rhapsody
in Blue», George Gershwin seguía cohibido por las que él consideraba
importantes lagunas técnicas en sus conocimientos sobre composición. Sus
estudios musicales no eran todo lo amplios que hubiera deseado y eso le
provocaba inseguridad.
Según cuenta Alex Ross en su obra «El ruido eterno», Gershwin
pedía consejos y clases a casi cualquier compositor reconocido con el que se
topaba. Con esta idea marchó a Europa a estudiar con Nadia Boulanger, quien lo
rechazó con el convencimiento de que unos estudios clásicos rigurosos
arruinarían ese estilo tan suyo ricamente influenciado por el jazz.
Gershwin habría intentado, también sin éxito, convertirse en discípulo de Ravel. Este conocía bien la música y las habilidades del norteamericano, del que comentó: «Personalmente, encuentro el jazz de lo más interesante: los ritmos, la forma de tratar las melodías, las melodías en sí. He oído hablar de las obras de George Gershwin y me parecen intrigantes».
No es de extrañar que cuando Gershwin le solicitó que le
enseñara a componer, según cuenta una leyenda no contrastable, Ravel le preguntara
extrañado:
—«¿Cuánto dinero ganó usted el año pasado?».
—«Entre cien mil y doscientos mil dólares» —respondió el
joven Gershwin.
—«Entonces soy yo quien debería tomar clases con usted» —concluyó
Ravel.
El compositor del famoso bolero le dijo además que con sus
enseñanzas perdería su gran espontaneidad melódica para componer en un mal
estilo raveliano. Y añadió: «¿Para qué quiere ser un Ravel de segunda, cuando
puede ser un Gershwin de primera?».
Durante aquel periplo por Europa, no perdió el tiempo y compuso
una obra a la que bautizó con un título muy significativo: "Un americano
en París". Dado que su pretendida inseguridad parecía ser infundada y no
necesitar cura alguna, pronto aquel americano se volvió a su tierra.
En el horizonte estaba «Porgy and Bess», un
horizonte que no le dejaría mucho espacio para componer. Murió con tan solo 39 años a causa de un tumor
cerebral. Nos dejó, eso sí, una obra tan luminosa como el tiempo de verano,
como «Summertime», una de sus piezas más universales.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0

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