Se podría llegar a calificar la película "El hombre
tranquilo" (The quiet man – 1952) como una película tierna, amable, que se
ve siempre con una sonrisa en los labios, incluso Ford la definía "como su
primera película de amor", y a pesar de ser todo esto cierto, no lo es
menos que la pelea a puñetazo limpio que podemos ver en la misma solo puede calificarse
de “homérica”.
La lucha final entre Sean Thornton (John Wayne) y
"Red" Will Danaher (Victor McLaglen) por la dote de la maravillosa
Mary Kate (Maureen O'Hara) es del todo inolvidable y respecto a la misma existe
una curiosa anécdota presente en muchos sitios de la red.
Según cuenta la leyenda, John Ford quería dar el mayor realismo posible al combate y con ese fin se dirigió a John Wayne y le dijo que McLaglen, a la chita callando, le estaba robando el protagonismo en la película, llevándose la palma en la mayoría de las escenas que compartían y que ufano y consciente de ello no paraba de alardear ante el resto de miembros del rodaje. Evidentemente las palabras de Ford no cayeron en saco roto y el cerebro de Wayne entró en una ebullición ciertamente propicia para una batalla campal.
Solo quedaba hacer lo mismo con McLaglen a quien le contó una milonga parecida para que entrara motivado a rodar la escena de la pelea. Según la referida leyenda la motivación inducida por el genial Ford, aparte de procurarnos una pelea épica para cualquier buen aficionado al cine, tuvo sus efectos colaterales en una conmoción cerebral para McLaglen y dos costillas rotas para Wayne.
La anécdota es sencillamente deliciosa, pero
desgraciadamente tiene todos los visos de no ser cierta. En un libro de Javier Coma dedicado a la película —Dirigido por - Programa doble nº 29— se comenta que la
pelea se filmó a lo largo de cinco jornadas de trabajo y recoge el testimonio
de John Wayne de que durante el combate no se tocaron prácticamente nunca,
gracias a que rodaban con determinadas angulaciones y emplazamientos de cámara que favorecían la
sensación de contacto físico en cada puñetazo cuando, en realidad, estos
únicamente pasaban por delante del rostro del adversario. "No nos
tocamos ni una vez, y eso que pegábamos tan fuerte como podíamos" sentenciaba
John Wayne. Una verdadera lástima, porque la historia resultaba muy jugosa.
A pesar de todo, sí que queda acreditado que Ford tenía sus
argucias para conseguir reacciones naturales en sus actores. Maureen O'Hara, la
pelirroja más arrebatadoramente hermosa de la historia del cine, contaba:
"No importa en qué parte del mundo esté, siempre me
preguntan: "¿qué susurraste en el oído de John Wayne al final de "El
hombre tranquilo"? Fue idea de Pappy (Ford); era el final que él quería.
Me dijo exactamente lo que tenía que decir. Al principio, me negué. Exclamé:
"No puedo decirle eso a Duke". Pero Ford quería conseguir una
reacción de sorpresa de John, y respondió: "Vas a decirlo". No tenía
elección, así que cedí. "Lo haré con una condición: que nunca se repita o
se revele a nadie". Así que hicimos un trato. Cuando la escena terminó,
los tres hicimos un pacto. Jack y Duke se lo llevaron a la tumba y la respuesta
morirá conmigo". (citado en la biografía que Juan Tejero dedica a
John Wayne - T&B).
Así que pongan su imaginación a trabajar, sabiendo que antes
de la pelea, tras llevarla arrastrando por toda la campiña —impensable en una película actual— y tras saber que por
fin iba a recuperar su honor, su dote y que su marido era el hombretón que
había soñado, la arisca Mary Kate le dijo a Wayne: “Esta noche tendrás
la cena preparada”, lo que sonaba a todo menos a cena, sobre todo sabiendo
el estricto régimen de cama al que tenía sometido a sufrido Thornton. Igual le
dijo que iban a partir la cama otra vez, pero en esta ocasión como mandan los
cánones. Como habría dicho Michaleen: “¡Impetuoso! ¡Homérico!”.
Imagen 1 tomada de Doctor Macro - Imagen 2 tomada de la red
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