sábado, 1 de noviembre de 2025

El testamento de François Rabelais


"Mejor es escribir de risa que de lágrimas, porque reír es lo propio del hombre"

Eso sostenía François Rabelais en el prólogo de su afamada obra "Gargantúa y Pantagruel", una sátira humorística con la que el escritor pretendía ridiculizar los vicios y costumbres de su tiempo haciendo uso de la exageración como herramienta estética. Las cinco novelas que componen las aventuras, a veces un tanto grotescas y escatológicas, de sus dos glotones y bondadosos gigantes, Gargantúa y su hijo Pantagruel, empezaron a publicarse en 1532, y aunque tuvieron una amplia difusión, también sufrieron duramente el azote de la censura. Puede que, anticipándose a esa reacción negativa de algunos estamentos, Rabelais las publicara inicialmente bajo un anagrama de su nombre: Alcofribas Nasier —también utilizó el de Séraphin Calobarsy—.

Descripciones como las que hacía del modo de vida de los thelemitas, una comunidad ficticia y utópica creada por Rabelais en "Gargantúa", en la que se rechazan las tres grandes reglas monásticas —pobreza, la castidad y obediencia—, resultaban sin duda tan atrayentes como provocadoras:

"Tenían empleada su vida, no según leyes, estatutos ni reglas, sino según su franco arbitrio. Se levantaban de la cama cuando buenamente les parecía; bebían, comían, trabajaban, dormían cuando les venía en gana; nada les desvelaba y nadie les obligaba a comer, beber ni hacer cosa alguna; de esta manera lo había dispuesto Gargantúa. En su regla no había más que esta cláusula: «Haz lo que quieras»"

De no haber sido por el apoyo que el escritor recibió de protectores como Jean du Bellay, es muy probable que la censura hubiese logrado acabar rápidamente con las aventuras de sus desaforados gigantes.

Rabelais, al que algunos describen como un "bon vivant" se guardó una gran frase para sus últimos momentos y según algunos testimonios dijo: "Me voy en busca de un gran quizá; corran el telón, la farsa ha terminado".

Pero donde realmente volcó la esencia de su singular humor fue en una cita de su testamento donde, según la tradición anecdótica, dejó la siguiente declaración de voluntades:  

"No tengo nada; debo mucho; el resto lo dejo a los pobres".

Imagen: Gargantúa en un grabado de Gustave Doré. Fuente: Wikimedia Commons - CC0
 

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