A comienzos del siglo
XX, la bailaora sevillana Pastora Imperio, una de las figuras
sobresalientes de nuestro flamenco, pidió a Manuel de Falla que creara una
obra clásica en la que se fundieran el baile popular y la solemnidad propia de una
obra orquestal. Falla asumió el reto y, junto al dramaturgo Gregorio
Martínez Sierra —aunque hoy se sabe que el libreto lo escribió su esposa, María
de la O Lejárraga—, estudió la forma de bailar de Pastora Imperio y, al mismo
tiempo, rebuscó entre las leyendas e historias del pueblo gitano que,
generación tras generación, iban pasando oralmente de padres a hijos. Por
supuesto, la historia necesitaba de elementos intemporales para resultar
atractiva, y para eso no hay mejor ingrediente que el amor y la muerte, que en
la obra que imaginaban se mezclarían con la dosis justa de magia y
encantamiento.
Así nació «El amor brujo», la historia de la gitana Candelas y su amor imposible por Carmelo por culpa del celoso fantasma de un antiguo amante.
La bella y apasionada Candelas había amado con locura a un gitano tan malvado y celoso como fascinante y atractivo. A pesar de la vida infeliz que este daba a Candelas, cuando muere, ella no puede olvidarle y su sombra le persigue tenazmente. El recuerdo de su persona se vuelve hipnótico hasta el punto de parecerle un ente real que la persigue, un celoso fantasma que la hace pensar que tal vez aquel amor no se haya ido del todo y sigue amándola, aunque también continúa controlando y juzgando sus actos. Su vida parece estar así dominada por un espectro que solo existe en su cabeza.
Pero la naturaleza siempre se impone. Llega la primavera y el apuesto Carmelo empieza a rondar a la bella y atormentada Candelas, que, aunque no rechaza ese nuevo amor, es incapaz de dar el paso definitivo por la obsesión con un pasado que la atenaza cada vez que Carmelo trata de seducirla.
Carmelo idea una estratagema para vencer el maleficio que la aparta del amor de Candelas. Sabe que aquel amante del pasado era un mujeriego empedernido y que no sabía renunciar a una nueva aventura. Con esa idea en mente, convence a la bella Lucía para que coquetee con el espectro y le haga olvidar por unos momentos sus celos. Lucía, curiosa, acepta el reto.
Así, cuando Carmelo vuelve a seducir a Candelas, se aparece como siempre el vigilante fantasma del antiguo amante, pero esta vez se encuentra en el camino a la preciosa Lucía, que sabrá engatusarlo y distraerlo. Ese es el momento que Carmelo aprovecha para convencer a Candelas de su amor y lograr ese beso perfecto que borrará de una vez por todas el maleficio que nublaba el corazón.
La obra se estrenó en el Teatro Lara de Madrid el 15 de abril de 1915, con Pastora Imperio como protagonista, pero para alcanzar su forma definitiva tuvo que sufrir numerosas modificaciones, hasta presentarse en 1925 en la versión que hoy conocemos, fecha en la que obtuvo un clamoroso éxito en París. El biógrafo de Falla, Burnett James, explicaba:
«La música surgió de las raíces y de las canciones y de las danzas de los gitanos andaluces y lleva en ella la mayor parte del tiempo una cualidad extrañamente primitiva; o más bien, un tipo de elementalismo emocional y espiritual contenido dentro de un envase técnico y estilístico altamente sofisticado. (…) El compositor no utilizó ni una sola tonada tradicional, andaluza o gitana, aunque empleó con gran habilidad y comprensión varios de los ritmos de la danza popular. En cuanto al material temático, se mantuvo fiel a su propia creencia de que la música folclórica es más valiosa para el músico cultivado que no usa tonadas folclóricas auténticas, sino que llega a “sentir” su espíritu y esencia y de este modo les permite inspirar sus propias composiciones, pero no apoderarse de ellas».
La obra se estrenó como ballet con el singular título de «Gitanería en un acto y dos cuadros». El tiempo la ha convertido en una de las partituras más subyugantes de nuestro repertorio y una de las piezas de música clásica española más representadas internacionalmente.
En siguiente vídeo podemos ver a Cristina Hoyos y Antonio Gades en la película "Amor brujo" (1986) que Carlos Saura dedicó a la obra de Falla, con la espectacular "Danza ritual del fuego" y "La canción del fuego fatuo":
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC0

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