miércoles, 5 de noviembre de 2025

Marilyn Monroe y las huellas del Teatro Chino


 

Que una estrella de cine sea invitada a estampar las huellas de sus pies y sus manos en cemento en la explanada situada frente al hollywoodiense Teatro Chino de Grauman, es sin duda, una prueba definitiva de su éxito. La idea, como la de otras tantas cosas, surgió de un accidente. Cuenta la leyenda que fue en 1927 cuando la estrella del cine mudo Norma Talmadge tropezó frente al Teatro Chino —que abría al público ese mismo año— y dejó, involuntariamente impresas, la silueta de un zapato y de una mano en el cemento fresco con el que se pavimentaba la acera. Como los americanos son avispados para el tema de los negocios, el propietario del cine, Sid Grauman, tuvo la ocurrencia de convertir todo el espacio que existía frente a su teatro en una especie de museo de las estrellas, invitando desde entonces a las figuras más sobresalientes del star system a dejar allí sus huellas para siempre. Nadie duda que fue una ayuda para que los actores se decidieran a meter sus manos en cemento el hecho de que Mary Pickford Douglas Fairbanks fueran copropietarios del Teatro en aquel tiempo.

Se conservan las huellas de unas doscientas estrellas del cine, y aunque lo habitual es dejar las huellas de manos y pies, también hay quien se salió un poco del guion y quiso dejar la huella de algo que consideraban esencial en los personajes que recreaban en sus películas, así Harold Lloyd dejó impresas las huellas de sus gafas; Groucho Marx la de su puro; Betty Grable, inmortalizó sus piernas; John Wayne, su puño; Al Jolson, las rodillas; Sonja Henie, las cuchillas de sus patines; y también hubo sitio para las narices de Jimmy Durante y Bob Hope. También hay huellas de animales famosos en el cine, de modo que los caballos de Tom Mix ("Tony"), Gene Autry ("Champion") y Roy Rogers ("Trigger") dejaron la marca de sus pezuñas al lado de las estrellas que los montaron y por supuesto no podían faltar las huellas de robots como C-3PO R2-D2 o las patas palmeadas de el Pato Donald. Ya en tiempos más modernos los protagonistas de la saga de Harry Potter, los conocidos Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint, dejaron las huellas de las varitas mágicas que usaron en las películas.

Con el precedente de Betty Grable, la chica con las piernas del millón de dólares, que había conseguido en 1948 dejarlas marcadas para siempre en el cemento, Marilyn Monroe vio la ocasión de ir un paso más allá y cuando le llegó la hora de estampar sus huellas en el cemento fresco tras el rotundo éxito en 1953 de “Niágara” (Henry Hathaway)  y de "Los caballeros las prefieren rubias" (Howard Hawks) junto a Jane Russell, propuso dejar la huella de algo más sugerente.

Unos años atrás, Jane Russell provocó calenturas en más de uno, incluida la censura, con sus pechos en "El forajido" (1943 - Howard Hughes)  y el contoneo de Marilyn en "Niagara" todavía estaba en la mente de todos, así que a la Monroe no le pareció descabellado que esos atributos quedaran también impresos en el pavimento.  Así lo explicaba Marilyn: “Cuando nos pidieron a Jane Russell y a mí que dejáramos nuestras huellas en el Teatro Chino sugerí que Jane se tumbara boca abajo sobre el cemento blando, y yo al contrario, que me sentara encima. Pero no aceptaron la idea.”

Como se puede ver en la foto, hay huellas de estrellas del pasado que llaman más la atención que otras y las de Marilyn se presentan mucho más oscuras que las demás por el desgaste causado por quienes por quienes buscan colocar sus manos en el mismo lugar en el que un día lo hiciera la tentación rubia. No sabemos qué habría ocurrido si Marilyn Monroe hubiera llegado a estampar su retaguardia.



Imágenes: De Wikimedia Commons - Img 1 - CC BY 4.0 / Img 2 - CC BY 2.0

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