domingo, 30 de noviembre de 2025

Arthur Conan Doyle y el caso de los telegramas misteriosos

 

Conan Doyle, el padre del admirado Sherlock Holmes, era conocido por su humor y por su afición a contar anécdotas en reuniones sociales —igual que uno que yo me sé—. El 7 de junio de 1897 apareció, en el diario Evening Observer de Brisbane, una de aquellas jugosas historias que Sir Arthur contaba para amenizar el ambiente. El relato original tenía como protagonista a un venerable clérigo, pero con el tiempo fue cambiando y adornándose hasta tomar, más o menos, la siguiente forma:

Un supuesto amigo de Conan Doyle, convencido de que en toda casa respetable hay un «esqueleto en el armario», es decir, que por muy buena que sea la reputación de alguien, todos tenemos algo que esconder, escogió a doce personas acomodadas y aparentemente intachables y marchó a la oficina de telégrafos, desde donde, para probar su teoría, les envió un inquietante mensaje en el que tan solo se leía:

«Todo se ha descubierto. Huye enseguida».

Ni que decir tiene que todos se apresuraron a hacer la maleta y desaparecieron durante un tiempo.

A Sherlock Holmes, la reacción le habría parecido, simplemente, «Elemental».

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público - CC0

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