jueves, 27 de noviembre de 2025

El ¿ominoso? apellido de Oscar Wilde


«El mismo sol y la luna parecen arrebatados para nosotros... Afuera, el día puede ser azul y dorado, pero la luz que se desliza a través del vidrio grueso y enmohecido de la pequeña ventana con barrotes bajo la que uno está sentado es gris.» (De Profundis, Oscar Wilde)

Cuando Oscar Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados por «indecencia grave» —delito por el que se le procesó a raíz de su relación con Lord Alfred Douglas—, no se anduvieron con medias tintas en el cumplimiento de la pena. Como parte del castigo, lo hicieron, entre otras cosas, caminar durante horas en una especie de rueda o escalera sin fin, siempre en un ambiente de trabajo duro, comida pobre, cama dura, aislamiento y silencio obligatorio. Aquel tiempo de dura prisión acabó con su salud.

Por su parte, Lord Alfred Douglas, el hijo del poderoso Marqués de Queensberry, no sufrió condena alguna, ni su apellido fue objeto de oprobio. La justicia quiso considerarlo como «la víctima» de un corruptor al que convenía castigar de forma ejemplar.

Tras el juicio y la entrada en prisión de Oscar Wilde, su esposa, Constance Mary Lloyd, pronto cambió su apellido de casada —Wilde— por el de Holland y los dos hijos del matrimonio —Cyril y Vyvyan  fueron igualmente liberados del peso de aquel «ominoso» apellido, adoptando el nuevo de su madre.

No bastó marchar al extranjero para lograr el olvido; incluso tras la muerte de Constance, la familia materna se mantuvo inflexible y no permitió que los niños volvieran a ver a su padre. Con este panorama, los niños, de apenas nueve años de edad al inicio de la condena del escritor, sintieron que este debía ser algo parecido a un monstruo del que era mejor estar lo más lejos posible.

Cyril Holland emprendió una carrera militar en la que consiguió el grado de capitán. Ya adulto, escribió una carta a su hermano Vyvyan, en la que contaba que la motivación de su paso por el ejército no era otra que: «...borrar la mancha; rescatar, si fuera posible mediante algún acto mío, un nombre ya no honrado en el país» y añade que no quiere que de él se diga que es un «artista decadente, esteta afeminado, degenerado sin fuerza de voluntad». Él no era un Wilde sino un hombre que aspiraba a morir en batalla «por mi rey y mi país». Y efectivamente murió en 1915, durante la Primera Guerra Mundial por un disparo de francotirador, sin cambiar nada y sin descendencia.

Por su parte, su hermano Vyvyan Holland, no entendía nada de la situación que estaba viviendo, ni por qué hubo de cambiar el apellido. Sufrió años de acoso y una profunda sensación de infelicidad y desarraigo. Su padre fue durante años un tema tabú y solo en la madurez logró conciliarse un poco con su legado al escribir sus memorias, que tituló: "Son of Oscar Wilde", con lo que en cierta medida reconoce y hace pública la figura de su denostado padre.

Vyvyan tuvo un hijo, Merlin Holland, que con el tiempo se convertiría en historiador y en el principal custodio del legado documental de Oscar Wilde. Dio un paso más y, en varias entrevistas ha mantenido que llevar hoy el apellido Wilde «sería motivo de orgullo», pero que por razones familiares e identitarias decidió seguir llevando el de Holland. Su hijo, Lucian, el bisnieto de Wilde, sigue apellidándose como su padre, por mucho que haya participado en algún acto académico en defensa del escritor.

Tal vez el tiempo ha atemperado el dolor, pero no ha sanado definitivamente la herida. Wilde nació en un tiempo equivocado para su ingenio y su sensibilidad para el amor. Aún parece cumplir condena, más allá de Reading, más allá de la muerte. La máscara que cubre su apellido sigue presente.


Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0

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