A principios del siglo XX el arte
vivía un momento de compulsiva efervescencia creativa y a un movimiento
artístico no tardaba en sucederle una nueva relectura, a veces hacia la
complejidad y otras hacia la sencillez más absoluta. En medio de aquella vorágine, el
pintor Kazimir Malévich, nacido en Kiev en 1879, aportó su granito de arena con lo que se vino a conocer
como suprematismo, un movimiento nacido en Rusia en 1915 con la Exposición “0,10”
y que se prolonga hasta mediados de los años veinte. Malévich buscaba la pureza
estética a través de formas geométricas puras, sin tener que someterse a la
realidad objetiva. De esa manera dio todo el protagonismo a cuadrados y círculos
buscando la supremacía del sentimiento o la percepción pura.
Como punta de lanza de aquel
movimiento Malévich presentó la obra “Cuadrado negro” (1915). Como pueden
imaginar la propuesta, por su aparente falta de complejidad, un simple cuadrado
negro sobre el lienzo blanco, hizo correr ríos de tinta con elaboradas teorías
e interpretaciones. El propio pintor decía:
“Cuando, en el año 1913, en mi
desesperado esfuerzo por liberar al arte del lastre de lo representativo, me
refugié en la forma del cuadrado y expuse un cuadro que no representaba más que
un cuadrado negro sobre un campo blanco, los críticos, y con ellos la sociedad,
suspiraron: ‘Todo lo que amábamos se ha perdido. Estamos en un desierto... Ante
nosotros se encuentra un cuadrado negro sobre un suelo blanco’.”
El Cuadrado fue concebido como un
“icono de nuestro tiempo” y lo llegó a colgar en la esquina superior de la sala
—lugar tradicional del icono en las casas rusas— durante la exposición 0,10
en 1915. No en vano, a la muerte del pintor, un cuadro similar se encontraba
presidiendo la sala en la que se exponía su cuerpo a los dolientes.
La sorpresa vino en 2015. A raíz
del centenario de la obra, el Museo Tretiakov de Moscú sometió a la obra a un minucioso
estudio con rayos X. Fue entonces cuando los expertos descubrieron debajo de la
capa visible del cuadro, además de una composición cubofuturista previa, una
inscripción en alfabeto cirílico del propio Malévich que decía: “Srazhenie
negrov v peshchere" o lo que es lo mismo "Combate de negros en una
cueva" algo irónicamente coherente con la absoluta negrura del cuadro.
La frase tenía su razón de ser.
Era un guiño oculto a un viejo chiste del arte satírico francés de finales del
s. XIX, cuando Paul Bilhaud y Alphonse Allais presentaban cuadros monocromos
con títulos de ese estilo.
La inscripción, oculta durante un
siglo, fue un juego secreto del propio Malévich. Nadie la conocía más que él, y
ahí radica buena parte de su fuerza: en la ironía escondida bajo un icono concebido
con intención solemne.
Una frase inesperada que
curiosamente parece dar para nuevas relecturas de la obra. ¿Si el arte suprematista
se intentaba liberar de realidades objetivas, por qué introducía una realidad
posible, por absurda que fuera, escondida en su obra? ¿Era tan sólo una provocación
más, un gesto privado, un secreto a la espera de ser descubierto? Puede que no
lo sepamos nunca.
Reconozco que estas complejidades del arte me quedan demasiado grandes.
Mientras pensaba en cómo ilustrar esta entrada, me resultó curioso que para hablar del "Cuadrado negro" no es imprescindible mostrarlo. Todos podemos imaginarlo. No hay más. Quizá esa sea también parte de su paradoja. Finalmente me decidí por la imagen de Malévich, por supuesto, en blanco y negro.
Imagen: Restauración digital de imagen CC0 - Wikimedia Commons - Fuente Original
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