En una gran película todo debe encontrarse perfectamente
milimetrado y buena prueba de ello es "Una noche en la ópera" (1935), una de las mejores películas de los Hermanos Marx. Venían de vivir un gran éxito con "Sopa de
Ganso" (1933) para la Paramount y ahora daban el salto a la Metro-Goldwyn-Mayer. Su
primera película debía ser todo un acontecimiento y sin duda lo consiguieron.
El joven Irving Thalberg, el productor jefe de la MGM, era conocido como “El chico maravilla” por su instinto para los buenos guiones y el reparto. Controlaba cada paso de la producción y los resultados se notaban. En esa línea, era muy meticuloso con el montaje de películas y en el caso de una comedia estaba convencido, y con razón, de que los gags debían tener tiempo para respirar.
Para tener todo bajo control mandó a los impredecibles
hermanos a realizar una gira con una versión reducida de "Una noche en la ópera"
en la que se incluían los chistes clave, a la par que introdujo entre el
público a personal del estudio que cronómetro en mano calculaba cuánto tardaban
en silenciarse las carcajadas.
Podría parecer un detalle sin importancia, pero gracias a
esos cálculos la película se rodó y se montó posteriormente de forma que cada gag
y cada frase ingeniosa quedó en su lugar adecuado, con el suficiente espacio
para que las carcajadas no taparan el siguiente chiste.
Billy Wilder también tenía muy en cuenta este exquisito
cuidado con el ritmo de los gags. Un mago del humor como él no podía resistirse
al frenesí de los Hermanos Marx, y como buen admirador suyo, parece que la
escena de "Con faldas y a lo loco", en la que viaja en tren la
orquesta femenina y empiezan a subir tantas personas a la litera de Sugar Kane (Marilyn
Monroe), hasta trece, no dejaba de ser un homenaje a la escena del abarrotado camarote
de los Marx. En la nueva no había fontanero, limpiadora o manicura, pero no
paraban de traer queso, galletas, vermut, la coctelera, el sacacorchos…
Puede que a Jack Lemmon, desbordada la litera con tantas
chicas hermosas y frustrados sus planes a solas con Sugar, sólo le faltara exclamar:
¡Y dos huevos duros!
Imagen: Tomada de Doctor Macro
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