"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo"
Así comienza "Cien años de soledad", la obra cumbre de Gabriel García Márquez, una novela que nace de una inspiración repentina en un viaje junto a su familia a Acapulco. El escritor lo cuenta así:
"De pronto, a principios de 1965, iba con Mercedes y mis dos hijos para un fin de semana en Acapulco (México), cuando me sentí fulminado por un cataclismo del alma tan inmenso y desgarrador que apenas si logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera. Rodrigo dio un grito de felicidad:
-Yo también cuando sea grande voy a matar a vacas en carretera.
"No tuve un minuto de sosiego en la playa. El martes, cuando regresamos a México, me senté a la máquina para escribir una frase inicial que no podía soportar dentro de mí: ´Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo´. Desde ese entonces no me interrumpí un solo día, en una especie de sueño demoledor, hasta la línea final en que a Macondo se lo llevó al carajo".
Sintió que "debía contar la historia como mi abuela me contaba las suyas, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su padre para conocer el hielo" y así se aplicó durante dieciocho meses a darle forma a su historia. No fue fácil, escribía seis horas diarias, encerrado en un cuarto al que llamaba "La cueva de la mafia", se encontraba sin trabajo, con necesidad, con deudas pero también sin dudas sobre lo que estaba creando. Cuando terminó el libro ni tan siquiera tenía dinero para enviarlo a la editorial. Era el momento del todo o nada. El propio Gabriel García Márquez relata aquel momento decisivo:
"El día que lo terminé (Cien años de soledad) nos fuimos al correo Mercedes y yo. Eran 700 páginas. Entonces lo pesaron y dijeron que costaba 83 pesos de México a la Argentina. Y Mercedes me dijo: "No tenemos sino 45". Mira, muy fácil, partí el libro por la mitad y le dije: "Pésenme este libro hasta 45 pesos". Pesaron hasta 45 pesos y estaban no más como quien corta carne. Cuando llegó a 45 pesos agarré esas hojas, las envolví, las mandé y nos quedamos con el resto. Entonces, nos fuimos a la casa y Mercedes sacó lo último que faltaba por empeñar que era: el calentador que yo usaba para escribir -porque yo puedo escribir en cualquier circunstancia, menos con frio-, el secador que usaba para la cabeza y la batidora. Se fue con eso al Monte de Piedad y le dieron unos 50 pesos. El hecho es que volvimos con el resto de la novela al correo. La pesaron y dijeron: "Cuesta 48 pesos". Mercedes pagó sus 50 pesos, le dieron dos vueltos y yo me di cuenta de que, cuando salimos del correo, estaba verde de encabronamiento y me dijo: "Ahora, lo único que falta es que esta novela sea mala".
Así lo recordaba el escritor, el mismo que dijo:
"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla"
Parte de lo que contamos en esta entrada lo relata el escritor en la siguiente entrevista de 1976:
Imagen: La imagen está tomada de los fondos de Wikimedia Commons donde figura como (CC BY SA-2.0). Se enlaza la fuente original:
https://ca.wikipedia.org/wiki/Fitxer:Gabriel_Garcia_Marquez.jpg
Gabo se hizo famoso con su realismo mágico. Pero hubo una Mexicana que lo antecedió, Rosario Castellanos con su obra "Balún Canán.
ResponderEliminarGracias por tu aportación. Investigaremos sobre ella para saber más.
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