Hoy, a los 91 años, se nos ha ido Ennio Morricone, ese genio que ha puesto
banda sonora a parte de nuestras vidas. Éramos muy pequeños cuando silbábamos
aquella hipnótica música de "La muerte tenía un precio" y algo más
mayores cuando nos dejábamos embelesar por "Gabriel's oboe". La
lista de películas a las que llenó de alma es interminable, logrando que a
veces su música tuviera más éxito incluso que la película a la que debía servir
de ornamento. Y esa es mi cuita hoy que se nos ha ido. ¿Qué maravillas nos
podría haber regalado Morricone si simplemente se hubiera lanzado a componer
sin tener que seguir una determinada estela marcada por otro artista en el
marco de una historia que no fue ideada por él?
El compositor, sin embargo, recibía esas imposiciones de buen grado: “El
hecho de que haya podido componer música con total libertad, y tan diversas, ha
sido posible no sólo porque contaba con la técnica, sino porque era necesario
que yo cambiara cada vez mi traje compositivo. El filme lo requería. Me
acomodaba, cada vez resultaba diferente “
En una maravillosa anécdota con Stanley Kubrick cuenta el
propio Morricone que el exigente director no lograba entender el modo en el que
su bellísima música bailaba perfectamente sincronizada con las imágenes en
las que Claudia Cardinale hacía su aparición en "Hasta que llegó su
hora" (Sergio Leone - 1968). Aquella voz de la soprano Dell'Orso parecía ser el alma de
la actriz y se adaptaba como un guante a una delicada mano ante nuestros ojos.
Así que Kubrick, ni corto ni perezoso, llamó al director de la película, Sergio
Leone, para preguntarle cual era la magia de aquel encantamiento. Leone con
mucha ironía, y como si el mundo del cine estuviera construido al revés, le
contestó: "La música la grabamos antes. La escena, los movimientos y los
intervalos de la cámara los hice a partir de la música que ya teníamos y que se
tocaba a todo volumen en el plató". Kubrick solo acertó a contestar:
"Claro, por supuesto". Aquella magia era evidentemente obra de Ennio
Morricone que era capaz de adaptar su música, su talento y su imaginación a
cualquier circunstancia que le planteasen.
Se cuenta que cuando le propusieron poner música a "La
Misión", uno de sus trabajos más hermosos, el compositor se mostró lleno de dudas y su génesis queda así en labios
del autor:
"Un día el productor Fernando Ghia me arrastró hasta
Londres para ver la exhibición de una película sin música junto a su director
Roland Joffé" (...)"Al llegar a la última escena estaba llorando como
un niño. Déjenlo así, les dije, la música es superflua".
Pero evidentemente no le hicieron caso y tuvo que ponerle
música, una banda sonora que casi es tanto o más famosa que la propia película
que ya de por si es sobresaliente. Y en su espíritu eterno de adaptación
contaba:
“La música de La Misión nació de una obligación. Tenía que
escribir un solo de oboe, se desarrollaba en América del Sur en el siglo XVI y
tenía la obligación de respetar el tipo de música de ese periodo. A la vez
tenía que escribir una música que representara también a los indios de esa
región. Todas esas obligaciones me encadenaban (…) Pero también lograron que
saliera algo claro”
Ese tema al que se refiere, "Gabriel's Oboe", es sin duda uno
de sus diamantes musicales más rutilantes, pero "On hearth as it is
heaven", otro de los temas incluidos en esa banda sonora de "La
Misión", llegó a generar más ganancias que la propia película. Y eso
ocurría en no pocas ocasiones con su música. Piensen si no en las bandas
sonoras de la conocida como "Trilogía del Dolar".
El Oscar fue siempre muy injusto con su excelente obra, le resultaba incomprensiblemente esquivo. Solo hace unos años, una sonrojada Academia cedió para darle la estatuilla por la música de "Los odiosos ocho" que ni de lejos está entre sus trabajos más luminosos. Tarantino, el director, había dicho poco antes de ese premio, que a su juicio (el cual comparto), el compositor romano era " el Mozart, Beethoven o Schubert de la actualidad". Morricone, siempre modesto y educado le contestó:
El Oscar fue siempre muy injusto con su excelente obra, le resultaba incomprensiblemente esquivo. Solo hace unos años, una sonrojada Academia cedió para darle la estatuilla por la música de "Los odiosos ocho" que ni de lejos está entre sus trabajos más luminosos. Tarantino, el director, había dicho poco antes de ese premio, que a su juicio (el cual comparto), el compositor romano era " el Mozart, Beethoven o Schubert de la actualidad". Morricone, siempre modesto y educado le contestó:
"Me lo he tomado como una broma, pero graciosamente
sacrílega. Por suerte, yo no tengo que situarme y, con perspectiva, la historia
se encargará de hacerlo"
Siempre humilde, al saber con seguridad la inminencia de su muerte, el compositor dejó una carta escrita a sus amigos que decía:
"Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre han estado cerca de mí y también a aquellos que están un poco lejos, que saludo con gran afecto… Solo hay una razón que me lleva a saludarlos así y celebrar un funeral privado: no quiero molestar"
Hace poco le dedicamos una entrada en este blog a Morricone, con otras deliciosas anécdotas de este maravilloso compositor: Ennio Morricone: La humildad de un genio
Imagen: La fotografía está tomada de los fondos de Wikimedia Commons, donde figura etiquetada como (CC BY-SA 3.0). Se enlaza la fuente original:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ennio_Morricone_Cannes_2007_edited.jpg
Un justo artículo para tan gran compositor que nos deleitó con una música que la historia no hará sino reconocerla.
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