Soy de los que están convencidos de que la gran destreza y valor como director que ha demostrado Clint Eastwood tiene mucho que ver con el aprendizaje que realizó junto a Sergio Leone en aquellos "Spaghetti-western" que tanta fama le dieron a ambos, aunque no son pocos los que también invitan a la receta del talento cinematográfico de Eastwood a Don Siegel con el que también compartió experiencias en un buen ramillete de grandes películas ("La jungla humana", "La fuga de Alcatraz", "Harry el sucio" o "El seductor"). Pero volviendo a Leone, vale la pena recordar que aquellos western de bajo presupuesto solo fueron para el director la forma de ganar el dinero necesario para filmar su gran sueño, la película "Erase una vez América", una obra grandiosa que sin estar a la altura de los Padrinos de Coppola, si que debería figurar entre los mejores trabajos de la historia del cine. Para Eastwood sin embargo, además de un insospechado máster en dirección, aquellas películas del oeste "almeriense" significaron su billete de ingreso al reconocimiento y la fama tras un dilatado paso por la teleserie "Látigo" (Rawhide) entre 1959 y 1966. Las películas son conocidas como "La trilogía del dólar" o "Trilogía del hombre sin nombre" ya que nunca en ninguna de ellas se nos dirá el nombre del personaje al que da vida Eastwood. Los títulos permanecen en el recuerdo de todos: "Por un puñado de dólares" de 1964 a la que siguió "La muerte tenía un precio" en 1965 y sobre todo "El bueno, el feo y el malo" en 1966, unas obras que pese a su escaso presupuesto, poco a poco se han ido encaramando a lo más alto del ranking de películas del oeste, o del western, según prefieran llamarlo. Por cierto hay quien dice que la maravillosa banda sonora que Ennio Morricone elaboró para la última película intentaba imitar el aullido de un animal propio de esos parajes tan desolados, los coyotes. El aspecto que mostraba Eastwood era sencillamente sensacional, siempre impertérrito, escupiendo estilosamente el tabaco de mascar y con aquel sempiterno poncho que se convirtió en su seña de identidad. Pero veamos que nos cuenta el propio Eastwood de aquel look suyo tan peculiar, que últimamente parece haber inspirado a Daryl en Walking Dead:
"Por actuar en "Un puñado de dólares" cobré quince mil dólares. Nada de porcentaje, salario limpio. Colaboré bastante en dar forma al personaje, incluso elegí personalmente el vestuario. Yo mismo compré los Lewis negros aquí en Hollywood. Las botas, cinturón y demás era de mi equipo en la serie "Rawhide". El sombrero lo encontré en un almacén de Santa Mónica y los pequeños cigarrillos negros en Beverly Hills. El poncho lo compré en España. Nunca tuve un duplicado de él. En la mayoría de los rodajes todo está duplicado o triplicado en caso de que pierdas algo o se estropee. Pero de aquel poncho nunca tuve duplicado. Claro que con el tiempo, y ya que lo usé en tres películas sin ni siquiera darle un lavado, estaba asqueroso. Ahora está colgado en la pared de un restaurante mexicano que tiene un amigo mío en Carmel"
La escena final de "El bueno, el feo y el malo":
Las palabras de Clint Eastwood aparecieron en una entrevista concedida a la revista Fotogramas el 19/01/1979.
Imagen: La fotografía, recortada, está tomada de Yagisu en Flickr donde aparece como Dominio Público (CC0). Se enlaza la fuente original: https://www.flickr.com/photos/yagisu/31980553422
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