"Si alguien disfruta marchando al ritmo de la música, en fila y al unísono, ya le desprecio simplemente por el hecho de que le han dado un cerebro erróneamente. Con la médula espinal habría bastado" (A. Einstein)
Por supuesto, Albert Einstein no era amigo de caminar en fila india, de hecho era un tipo harto peculiar. No utilizaba calcetines porque decía que cuando era joven se dio cuenta de que siempre terminaba abriéndoles un agujero con el dedo gordo. Su mala relación con los peines es evidente así como sus reticencias para comprar ropa nueva. Fumaba como un poseso en su pipa de la que decía le ayudaba a pensar de forma pausada, incluso se cuenta que podía llegar a recoger colillas de cigarrillos de la calle para recuperar el tabaco que aun pudieran tener para añadirlo a su pipa. Tocaba el violín para relajarse y dormía hasta 10 horas de media, hecho este que no le hacía renunciar a pequeñas siestas en las que controlaba que fueran mínimas sujetando una cuchara entre sus manos que al perder la consciencia caía sobre un recipiente metálico puesto en ese lugar deliberadamente para despertarle (está anécdota se cuenta también de otras celebridades). Decía que buscaba en sus sueños la inspiración de sus teorías y de hecho llegó a manifestar que se le ocurrió la teoría de la relatividad mientras soñaba con unas vacas electrocutadas... él sabría la relación que para eso se gastaba un 160 de coeficiente de inteligencia. El caso es que también tenía un gran sentido del humor.
Cuando Einstein celebraba su 72 cumpleaños, el 14 de marzo de 1951, unos amigos le prepararon una fiesta en el neoyorkino Princenton Club, donde los alumnos y profesores de la famosa universidad solían reunirse. A la salida, un enjambre de reporteros gráficos esperaba al científico, que por aquel entonces, ya era lo más parecido a una estrella del rock que ha dado el mundo de la física. Tuvo que estar un rato posando para los fotógrafos que buscaban una buena foto para ilustrar la noticia de su cumpleaños. Llegado el momento en el que Einstein consideró que ya había posado lo suficiente subió al interior de un automóvil junto a su esposa y otro acompañante decidido a marcharse ya del lugar. Pero todavía los reporteros le insistían en una última sonrisa, en una instantánea final. Cansado ya, Einstein, como un niño travieso, les sacó espontáneamente la lengua, y uno de los reporteros, Arthur Sasse, logró el premio de una fotografía que ahora es un icono de la cultura pop. Sasse trabajaba para la United Press International que tuvo muchas dudas en publicar la fotografía, pero cuando lo hizo, recortando a su esposa y al acompañante que también salían en la imagen, el éxito fue absoluto, tanto que hasta el propio Einstein quedó encantado con la instantánea de su irreverente gesto y pidió varias copias de la misma, copias que posteriormente utilizó como tarjeta de felicitación a sus amigos en las navidades de aquel año. Hoy cuando se subasta alguna de estas fotos, superan con holgura los 40.000 dólares.
Y así, una de las mentes más brillantes de la historia es recordado por todos por el simple hecho de sacar la lengua al mundo. Una prueba más de que, también en la historia, todo es relativo.
Imagen: La fotografía, una recreación de la original, esta tomada de la página PublicDomainPictures donde figura etiquetada como Dominio Público (CC0). Se enlaza la fuente original:
https://www.publicdomainpictures.net/es/view-image.php?image=228060&picture=albert-einstein
https://www.publicdomainpictures.net/es/view-image.php?image=228060&picture=albert-einstein
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