El arte, el cine, la radio, la música, los libros... siempre han sido un medio eficaz para influir en las ideas y opiniones de las masas y amoldarlas a los intereses dominantes. Hitler también lo pensó así, de hecho, en su discurso de reinauguración del Reichstag dijo: "El arte siempre será la expresión y el reflejo de los anhelos y realidades de una era", y en esa línea dedicó ingentes recursos a cultivar una determinada imagen de su ideal. Él, que había sido pintor en su juventud en Viena y se ganó la vida vendiendo acuarelas de lugares pintorescos, no dudó en poner orden en un terreno como el del arte y eliminar de un plumazo todos aquellos artistas que no eran de su agrado. Llevaba el mundo de la pintura tan metido en los tuétanos que todavía en agosto de 1939, días antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, le dijo al embajador británico Nevile Henderson: "Yo soy artista y no político. Una vez que se resuelva la cuestión polaca, quiero terminar mi vida como artista". Un siniestro artista sin duda.
El caso es que su gusto, de corte academicista, estaba muy lejos de movimientos de vanguardia en alza como el surrealismo, el impresionismo, el fauvismo, el cubismo, el dadaísmo o el expresionismo. Todos ellos fueron condenados como Arte Degenerado, "Entartete Kunst" que decían ellos, un arte, al decir del movimiento nazi, corrupto y deformado que se alejaba de los modelos establecidos, y que en su afán de explorar otras formas y posibilidades de luz y color renunciaba a los inmaculados cánones de la belleza clásica. Todas las obras pertenecientes a estos movimientos fueron rápidamente retiradas de los museos alemanes por el pernicioso daño que podían provocar en las personas. Por su parte, los artistas "degenerados" quedaron totalmente marginados y llegado un momento, sin posibilidad de comprar fácilmente ni tan siquiera un humilde lienzo en el que pintar.
El grupo de artistas que entraron en la lista negra era interminable y ciertamente doloroso. Entre sus nombres se encontraban artistas de la talla de: Marc Chagall, Otto Dix, Max Ernst, George Grosz, Kandinsky, Kirchner, Paul Klee, Lissitzky, Franz Marc, Mondrian, Emil Nolde y por supuesto no eran bienvenidos figuras como Picasso, Cezanne, Matisse, Braque, Van Gogh y tantos otros.
Con estas premisas, el 18 de julio de 1937, Hitler inauguró en su querida Munich la "Gran Exposición de arte alemán" (Grosse Deutsche Kunstausstellung) y allí se expusieron cerca de mil obras de "puro arte alemán" a base de estampas academicistas de paisajes e idílicas escenas rurales, perfiles nórdicos y todo aquel motivo que pudiera ensalzar la supuesta superioridad de la raza aria. La muestra fue un éxito y recibió casi 600.000 mil visitas.
A su vez, al día siguiente y frente a la anterior exposición se inauguró otra muy diferente titulada "Entartete Kunst" (arte degenerado), en la que se mostraban las pinturas que habían sido repudiadas y consideradas como abominaciones de luz y color. Según el propio catálogo de la muestra, esta tenía por objetivo: "revelar las metas y las intenciones detrás de este movimiento filosófico, político, racial y moral, y las fuerzas motrices de la corrupción que les motivaban". Por supuesto la forma de exponer las pinturas estaba totalmente manipulada por lo que la iluminación era deficiente, los cuadros se mostraban torcidos sobre paredes en las que se habían pintado comentarios oportunistas e incluso insultos y las reseñas de las obras movían a la critica más negativa. La sorpresa fueron las enormes e inesperadas colas que se formaron para visitar todo aquel arte "corrupto", tan nutrida que se estiman en dos millones de personas las que pasaron por la misma, más del triple de las que acudieron a la bendecida exposición inicial. Era como si se quisiera dar un último adiós a unas obras de arte que ya difícilmente podrían volver a verse, dando de propina una sonora bofetada sin manos a los estetas e ideólogos nazis. El berrinche del señor del bigotito tuvo que ser monumental.
Pero la suerte estaba echada. Igual que el 10 de mayo de 1933 se quemaron públicamente decenas de miles de libros "inapropiados" en la Opernplatz berlinesa, el 20 de marzo de 1939 se procedió a la quema pública de 1004 óleos y 3825 acuarelas y dibujos. Muchas otras, fueron subastadas en el extranjero para conseguir fondos con los que financiar una guerra que era inminente.
El cuadro con el que abrimos la entrada, "Chica joven con peonías" (1909), es obra del pintor expresionista ruso Alexej von Jawlensky, incluido, como no, en la lista de artistas rechazados. Actualmente la obra se expone en el Museo Von der Heydt (Wuppertal - Alemania)
Imagen: La fotografía está tomada de los fondos de Wikimedia Commons donde figura etiquetada como Dominio Público (CC0). Enlazamos la fuente original:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Alexej_von_Jawlensky_-_Junge_Frau_mit_Paeonien.jpg
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