“La belleza es el
mayor de los poderes humanos.” (Honoré de Balzac)
Si Dante nos
habló del cielo y el infierno en "La divina comedia", Balzac quiso
descender a lo terrenal y mostrarnos la vida cotidiana en su obra "La
comedia humana". Era tal su afán por describir con realismo todo lo
que le rodeaba, que el proyecto constaba de 137 novelas, de las que llegó a
completar 91 con la ayuda de litros de café y de una dedicación absoluta. Le
gustaba bromear diciendo que, con los 2.500 personajes que desfilarían por sus libros,
estaba dispuesto a hacerle la competencia al Registro Civil.
Para que aquella visión del mundo fuera consistente debía convertirse en un observador atento e implacable. A Balzac le encantaba dar largos paseos por París buscando inspiración y durante un tiempo puso el foco de su atención sobre el Museo del Louvre. No eran las pinturas ni las esculturas lo que le interesaba, sino las reacciones de las personas que por allí se movían contemplando aquellas obras de arte, a menudo tan escasas de ropa.
El domingo era el día preferido por el escritor para observar las reacciones de los hombres y las mujeres, sus rostros, sus gestos... Escogía esa jornada por ser cuando acudían más forasteros, quienes al no ser visitantes habituales del Museo, solían manifestar reacciones más espontáneas e intensas.
Cuenta Noel Clarassó en su “Antología de Anécdotas” que de entre todas las maravillas que muestra el Louvre, Balzac tenía predilección por colocarse cerca de la Venus de Milo, una obra que aunaba la perfección artística con la desnudez femenina. En una época en la que el cuerpo de la mujer solo mostraba sus secretos en el ámbito del matrimonio, una escultura tan ligera de ropa podía resultar muy reveladora para aquellos que estaban ávidos de respuestas.
En cierta ocasión -según contaba después a un amigo- se topó con un campesino que permanecía totalmente absorto ante la Venus, paralizado y con la boca abierta como un buzón. Quién sabe qué pasaría por la mente de aquel hombre, qué ensoñaciones había provocado la Venus en él o, seamos bien pensados, tal vez simplemente había descubierto la misteriosa posición que debían tener sus inexistentes brazos. El caso es que Balzac, de forma algo traviesa, llegó a introducir un dedo en la boca abierta de aquel hombre sin que este se diera cuenta ni mostrara la más mínima reacción.
Desde ese momento, el campesino se convirtió, estoy seguro, en un candidato perfecto para aparecer en "La comedia humana".
Imagen: Mejora a partir de una imagen CC0 de Wikimedia Commons - Fuente Original
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