viernes, 12 de septiembre de 2025

La metamorfosis de Sophia Loren: De palillo a resucitar a los muertos

 

“La belleza es cómo te sientes por dentro, y se refleja en tus ojos. No es algo físico” (Sophia Loren)

La infancia de Sophia Loren (Sofia Costanza Brigida Villani Scicolone) no fue nada fácil. Nacida en Roma en 1934 fuera del matrimonio, su padre, Riccardo Scicolone, perteneciente a la nobleza, siempre se mantuvo alejado a pesar de que al menos le dio su apellido. La Loren, que hubo de vérselas con el hambre de la posguerra, diría con el tiempo, en tono irónico y mezclando sus orígenes humildes con el boato de las grandes casas que ella era: Vizcondesa de Pozzuoli, Señora de Caserta, y  Marquesa de Licata Scicolone Murillo. Lo mejor de ambos mundos.

Su madre, le dejó una mejor herencia: la belleza. No en vano Romilda Villani llegó a ganar un concurso de la MGM como “La Greta Garbo Italiana” y estuvo a punto de marchar a Hollywood para triunfar en el cine. La férrea oposición de sus padres se lo impidió. Por supuesto su hija no encontraría en ella esas mismas trabas y se esforzó lo indecible por aconsejarla bien y promocionarla.

Pronto se trasladó la Loren a Pozzuoli, una pequeña localidad napolitana, donde padeció las estrecheces provocadas por la guerra. De pequeña era tan delgada que la llamaban “Stuzzicadenti” o lo que es lo mismo, palillo o mondadientes. Con los años y una situación mejor llegaron las curvas. El caso es que aquel palillo pasó a ser “La Lazzaro” y tenía buen ojo el que le puso el apodo porque aquella chiquilla tenía un cuerpo que resucitaba a los muertos. Tanto gustó este mote a la Loren que durante sus primeras películas se hizo llamar Sofia Lazzaro.

En 1950, con quince años, se presentó a Miss Italia, certamen en el que ganó la banda especial de Miss Eleganza. Allí conoció a Carlo Ponti, 22 años mayor que ella y que pocos años más tarde se convertiría en su Pigmalión y en su esposo de por vida.

Tras varias películas como “Quo Vadis”, “Aida” o “La favorita”, con intervenciones muy secundarias, se encomendó al talento de Ponti.

Con la perspectiva del tiempo resulta curioso el comentario que un fotógrafo le hizo al productor durante una sesión fotográfica a la Loren en aquellos sus inicios: 

“¡Don Carlo, es imposible hacerle fotos a esta chiquilla! Tiene la cara demasiado corta, la boca demasiado grande y la nariz demasiado larga”.

Incluso Ponti le propuso que se operara la nariz para suavizar su perfil, pero la actriz se negó, confiada en triunfar sin rendirse a cambios de ese tipo. Como decía la Loren: “Nada hace a una mujer más bella que la creencia de que ya lo es”. Sí que aceptó cambiar su nombre artístico a Sophia Loren, parece que inspirándose en una actriz sueca de aquella época llamada Märta Torén.

Pronto llegarían grandes papeles como: “La ladrona, su padre y el taxista”, “El oro de Nápoles”,  “La bella campesina” o “La suerte de ser mujer”…. Los años 1954 y siguientes fueron formidables y en el horizonte ya se vislumbraba Hollywood y el Oscar que recibiría en 1962 por “Dos Mujeres”, siendo la primera actriz en obtenerlo por una interpretación en lengua no inglesa. Todo un hito.

El cambio de la “Stuzzicadenti” no pudo ser más radical. Como ella misma solía bromear: "Todo lo que veis se lo debo a los espaguetis". Con su talento, evidentemente había mucho más.



Imágenes: Ambas tomadas de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Img 1 - Img 2

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