No debía de ser muy lista esta María Antonieta (1755-1793),
esposa de Luis XVI, aunque éste creo que tampoco iba muy sobrado de luces,
tanto es así que el día de la toma de la Bastilla escribió en su diario un escueto
"Nada". Por mucho que la anotación estuviera referida a una jornada
de caza sin éxito, parece que los demás acontecimientos del día no le
merecieron ni una sola línea.
Pero, de quien queríamos hablar, es de su esposa María
Antonieta, una mujer frívola, dada a gustos carísimos que la hacían aparecer a
los ojos de los parisinos como una despilfarradora, sensación que aumentaba con
los panfletos callejeros con los que la propaganda revolucionaria quiso
identificarla como “la ruina de Francia”. Para colmo era vox populi que además
ejercía una influencia considerable y, según se decía, poco positiva en su
marido, el rey.
No era buena época para ser el centro de atención con todo
lo que estaba pasando. Su esbelto cuello no aguantó tanta presión ni tantas
mentiras sobre su persona, y finalmente la guillotina selló su destino en 1793,
perpetuando leyendas que todavía acompañan su figura.
Una de aquellas historias, ya os digo que falsa, cuenta que
durante los primeros días de las revueltas revolucionarias le preguntó a una de
sus asistentas por la razón de tanto alboroto en las calles y esta le contestó:
—"Majestad, el pueblo tiene hambre. Esas gentes ni
siquiera tienen pan"
A lo que la reina, habría contestado de forma cínica y sobre
todo desalmada con un estúpido:
—“Pues que coman pasteles”
La frase ya aparecía en 1782 en un libro de Rousseau
titulado “Las confesiones”, cuando María Antonieta era todavía solo una niña y
estaba muy lejos de convertirse en reina. De hecho, antes que a ella, la frase
fue atribuida a varias princesas francesas en distintas épocas. El interés de
la Revolución terminó fijando en su persona la autoría de aquella crueldad
inventada.
Otra de las fábulas que normalmente se cuentan acerca de María
Antonieta es que la "coupe", esa copa de
champán ancha y poco profunda, tuviera como molde los delicados pechos de la
reina. La misma historia se cuenta de la Pompadour y de Paulina Borghese, aunque
en realidad, ese tipo de copa se popularizó en Inglaterra desde 1663, mucho
antes de que vivieran las supuestas inspiradoras de tan erótico diseño.
Esperemos que no aparezca nunca una leyenda semejante, y
menos aún que sea cierta, sobre el molde de la otra modalidad de copas para
champán, esas alargadas y conocidas como "tipo flauta". Sería toda
una contrariedad cada vez que levantamos la copa para brindar.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0
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