martes, 26 de agosto de 2025

Tales de Mileto: Una vida entre pirámides, agua y aceitunas

 

"Cuida tus palabras; que ellas no levanten un muro entre ti y los que contigo viven"

No era mal consejo este que nos daba Tales de Mileto, considerado el primero de los filósofos y uno de los míticos Siete Sabios de Grecia. Una máxima que Tales, conocedor de la naturaleza humana, complementó con otra que decía: "La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos y la más fácil es hablar mal de los demás". Dos mil seiscientos años después nada ha cambiado. 

Los grandes pensadores tienen fama de despistados, de vivir ensimismados en sus pensamientos, de parecer a veces torpes dentro de su genialidad y Tales de Mileto constituye un ejemplo clásico de este tópico. Contaba Platón que fascinado Tales por el espectáculo de las estrellas que tachonaban el cielo, caminaba absorto mirándolas. Quién sabe si pensaba en el posible orden del cosmos o simplemente observaba cómo parecían acompañar cada uno de sus pasos, pero desde luego olvidó por completo el suelo sobre el que pisaba. No tardó en volver a la realidad cuando, tras un paso en falso, cayó en un pozo que había en su camino. Una criada tracia no pudo evitar reírse de aquel supuesto sabio que preocupándose siempre de cosas elevadas e inalcanzables no reparaba en las realidades terrenales que tenía delante de sí.

El ingenio de Tales en cualquier caso era enorme. Contaba Diógenes Laercio que como aplicación del famoso teorema que lleva su nombre, basado en que, cuando varias rectas paralelas son cortadas por otras transversales, los segmentos resultantes guardan siempre la misma proporción, logró medir de forma sencilla la altura de la Gran Pirámide de Keops, durante milenios, la construcción más alta hecha por la mano del hombre. Solo tuvo que esperar al momento del día en que su sombra medía exactamente lo mismo que su cuerpo y pasar luego a medir la sombra de la pirámide. Nada más fácil, pero hay que tener la mente despierta para darse cuenta de esas cosas.

Según Aristóteles, Tales fue el primero en apartarse de mitologías y dioses para dar una explicación a la realidad y para él, el principio fundamental (el arjé) de todas las cosas, el elemento del que parte todo lo visible es el agua. Puede parecer una explicación simplista, pero que lograra buscar ese origen fuera de los caminos tradicionales relacionados con la religión o el Olimpo, ya era un paso de gigante.

Sus vecinos no dudaban de su inteligencia, pero viendo la modestia con la que vivía se mofaban de él y decían que todos sus saberes no le valían para nada. Tales, quizá movido por su orgullo y deseoso de demostrar que su forma de vida era por elección propia, se propuso hacerse rico. Contaba Aristóteles que, gracias a sus conocimientos sobre meteorología, Tales predijo que el año entrante sería extraordinariamente bueno para el cultivo de aceitunas. Ni corto ni perezoso, mucho antes de que llegaran las cosechas, alquiló todos los molinos de la zona por muy bajo precio. Cuando llegó la recolección, tan abundante como había previsto, todos tuvieron necesidad de hacer uso de las prensas de los molinos y dependían de él. Tales subarrendó las prensas a un precio mucho más alto y se hizo con un suculento beneficio. Tras demostrar que no era rico porque no quería volvió a su modesto estilo de vida.

Puede que en estos tiempos en los que impera el deseo desaforado de triunfar y acaparar riquezas, sea bueno recordar a un sabio tan lejano como Tales y un par de las máximas que se le atribuyen: "La riqueza no está en poseer muchas cosas, sino en necesitar pocas" o esa otra que decía: "La moderación enriquece, el exceso empobrece".

La imagen que encabeza este texto es una recreación digital basada en grabados atribuidos a Tales de Mileto. En realidad, no contamos con retratos auténticos del filósofo (siglo VI a. C.), de modo que su aspecto sigue siendo un misterio.

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