“Cuando un hombre observa a una mujer dormida, trata de comprender”
Son palabras de Pablo Picasso
acerca de su obra "Le repos". Para el pintor esa pulsión de intentar comprender
la belleza en el rostro de una mujer dormida, le llevó a investigar ese
misterio en más de un cuadro, uno de ellos es “Le rêve” —El sueño— del que
pasamos a contar una curiosa anécdota.
El 30 de septiembre de 2006, Steve Wynn, el magnate de los casinos, estaba presumiendo ante sus amigos de haber vendido el cuadro "Le rêve" (El sueño), pintado por Picasso en 1932, por la increíble cifra de 139 millones de dólares a Steve Cohen, todo un récord por entonces. Entusiasmado como estaba por la venta, no en vano lo había comprado tan solo nueve años antes por “sólo” 48,4 millones de dólares, lo mostraba a sus selectos acompañantes mientras les contaba la historia y detalles del cuadro.
Puede que les dijera que era un retrato de Marie-Thérèse
Walter —una de las tantas musas del pintor malagueño—, que pudo ser pintado en
un solo día. Quizás añadió que Marie-Thérèse aparece dormida en un sillón con
la cabeza vencida hacia atrás, con los senos al descubierto y el rostro partido
en dos, y no sería extraño que aquí pudiera haber contado la anécdota, recogida
por algunos expertos en arte, de que una de esas mitades recuerda
a un pene que parece ser besado por la otra mitad del rostro. Ya sabemos que
Picasso siempre tuvo la sexualidad a flor de piel, algo que resulta muy evidente en esta obra.
Inmerso estaba en su descripción cuando,
sin querer, Wynn hizo un movimiento inapropiado y pegó un codazo al cuadro
provocándole un agujero de aproximadamente 15 centímetros, casi como un puño.
"Menos mal que he sido yo", dijo el magnate ante el accidente, en una
muestra de la inmensa tranquilidad que da ser multimillonario a la hora de
enfrentar un problema y de las consecuencias si hubiera sido otro.
Evidentemente la compra se
suspendió y por momentos parecía que el codazo le iba a salir por un buen
pellizco a Wynn, dado que se pretendía rebajar el valor de la obra en decenas
de millones de dólares a pesar de la delicada y exitosa restauración de la que
fue objeto tras el accidente.
Pero la ambición por tener algo
que se desea puede ser algo muy poderoso y el propio Cohen, el comprador que
vio frustrada su compra por el percance, terminó pagando tiempo después 155
millones de dólares por el cuadro, 16 más que el precio original. No cabe duda
de que hay un mundo en el que hasta los codazos cotizan en bolsa.
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