"Un actor no es una marioneta a la que el director
mueve como quiere. Es un ser humano con semillas de todas las emociones, deseos
y necesidades dentro de sí. Intento encontrar el centro mismo de esa humanidad
y explorar y experimentar." (Toshirō Mifune)
Entre los actores japoneses destaca con luz propia el
singular Toshirō Mifune, un actor de rasgos duros y de una fuerza, carácter y
capacidades actorales realmente sobresalientes. Y, sin embargo, nunca estudió
interpretación, o mejor dicho, no se lo permitieron. Cuando tuvo la intención
de emprender su formación como actor suspendió los exámenes de acceso a la
Escuela Dramática y como consecuencia le comunicaron que no tenía talento para
prosperar en la profesión. De sus inicios en el cine decía: "Como ingresé a la
industria muy inexperto, no tengo ninguna teoría sobre la actuación.
Simplemente tuve que interpretar mis papeles a mi manera."
Por suerte un director se fijó en él y lo recomendó para sus
primeros papeles y pronto entabló una duradera colaboración con el director
Akira Kurosawa. Cuando se hizo famoso le preguntaron sobre sus estudios y este
respondió que sus estudios de interpretación no eran otros que "Akira
Kurosawa". La compenetración fue absoluta y juntos rodaron 16 películas en
17 años. Hisao, el hijo del director decía: "Su relación no era la de un
director con un actor, sino la de dos almas gemelas. Eran como un coche y su
motor".
Entre aquellas películas destacan obras tan apreciadas como
"Rashomon", "Los siete samuráis" (el cartel abre esta entrada), "La fortaleza
escondida", "El idiota", "Yojimbo" o
"Barbarroja", algunas de las cuales le reportaron importantes premios
en festivales cinematográficos por toda Europa.
Kurosawa recordaba en su autobiografía, su primer trabajo
junto al actor:
"Mifune poseía una clase de talento que no había
encontrado anteriormente en el mundo del cine japonés. Consistía, sobre todo,
de la velocidad con la que se expresaba a sí mismo; era sorprendente. El actor
japonés promedio hubiera necesitado diez pies de película para lograr mostrar
una impresión, un sentimiento; Mifune solo necesitaba tres. La rapidez de sus
movimientos era tal que en una sola acción expresaba lo que le tomaba a los
actores ordinarios tres movimientos para expresar. Él proyectaba todo hacia
delante de una forma directa y con gran determinación, poseía el más agudo
sentido del timing que haya visto jamás en un actor japonés. Y, además de su
rapidez, poseía una sorprendentemente fina sensibilidad".
En el rodaje de “Trono de Sangre” hay una escena en la que su
personaje se ve rodeado de flechas acorralándolo con las mismas. Kurosawa no
quiso recurrir a trucos ni dobles. Mifune aceptó el reto y aguantó inalterable
la lluvia de flechas reales que un grupo de arqueros profesionales contratados
para la ocasión lanzaban extremadamente cerca de su cuerpo.
La relación entre el director y el actor fue deteriorándose
poco a poco, sobre todo a raíz de un incidente durante la filmación de la
película "Yojimbo". Se cuenta que Kurosawa se quejó al actor de que
algunos actores estaban llegando tarde al set de rodaje a lo que Mifune contestó:
"¿qué estás diciendo? ¿qué actores? Yo soy el actor". Desde ese
momento, Mifune se presentó todos los días a las 6 de la mañana en el set,
totalmente preparado y maquillado. Esta postura que mantuvo tercamente hasta el
final del rodaje llevó a otros desencuentros que tuvieron como colofón la
ruptura total entre ambos durante el rodaje de la esplendorosa
"Barbarroja" (1965).
Tras décadas de alejamiento, en las que Mifune exploró otras
experiencias actorales, él y Kurosawa no se reconciliaron hasta 1993. Ocurrió
durante el funeral del actor Ishirō Honda. Según algunos testimonios, tras
cruzarse sus miradas ambos se abrazaron y derramaron alguna que otra lágrima,
aunque no hubo tiempo de retomar la relación profesional.
Pero como apuntábamos antes, Mifune no solo tuvo éxito al
lado de Kurosawa sino también con otros grandes directores como Masaki
Kobayashi o el gran Hiroshi Inagaki con quien rodó la valorada trilogía
"Samurái", en la que dio vida a Musashi Miyamoto. La obra fue
merecedora del primer Oscar a la mejor película extranjera en 1955. Entre sus
últimas obras cabe recordar su papel como Toranaga-San en la exitosa serie
estadounidense "Shogun" (1980) en la que daba réplica a Richard
Chamberlain.
En 1997, a la edad de 77 años, falleció aquel actor sin
formación académica, supuestamente sin talento, pero con las semillas
necesarias en su interior para germinar con fuerza y convertirse en uno de los intérpretes
más memorables del cine japonés.
Imágenes: De Wikimedia Commons - Dominio Público - CC0 - Fuente Original
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