domingo, 17 de agosto de 2025

Aulo Vitelio y el Tte. Coronel Kilgore: Dos mil años de Hedor y ¿Victoria?

 

El paisaje después de una cruenta batalla es siempre dantesco, una muestra definitiva de la sinrazón de la guerra. La cruel imagen de casi veinticinco mil heridos sin atención y los cinco mil muertos desparramados tras la batalla de Solferino (1859) fue el detonante que llevó  a  Henry Dunant a fundar la Cruz Roja. No todos, sin embargo, han tenido una mirada tan humanista frente al horror.

Se cuenta que Aulo Vitelio, tras imponerse a Otón en la decisiva batalla de Bedriacum y  ser proclamado emperador, en el convulso año 69, el de los cuatro emperadores, visitó el campo de batalla días después. Tácito en el libro II de sus “Historias”, describe con crudeza lo que pudo ver Vitelio:

"Entonces Vitelio se dirigió hacia Cremona, y tras presenciar el espectáculo preparado por Cecina, deseó recorrer con la mirada los campos de Bedriaco y los vestigios de la reciente victoria, un espectáculo repugnante y atroz. No habían pasado cuarenta días desde la batalla: cuerpos desgarrados, miembros mutilados, las formas putrefactas de hombres y caballos, la tierra infectada por la podredumbre, árboles y cultivos derribados, una devastación terrible."

Uno de los oficiales de su séquito, ante el hedor insoportable, le dijo al nuevo emperador: "Vayámonos de aquí señor, el aire apesta". Según cuenta Suetonio, la respuesta de Vitelio fue tajante: 

"El enemigo muerto siempre huele bien".

Prácticamente dos mil años después, los resultados de la guerra siguen produciendo el mismo perverso efecto en los endiosados vencedores. La anécdota de Vitelio me recordó de inmediato la célebre escena en la que Robert Duvall, dando vida al Coronel Kilgore en "Apocalypse Now", intentaba, llevado por sus desvaríos, hacer surf en medio del fuego cruzado y de un bombardeo con napalm. Su frase, cargada de desprecio hacia el vencido, es ya mítica en la historia del cine y guarda un inquietante paralelismo con Vitelio:

“¿Hueles eso? ¿Lo hueles verdad? Es napalm. Nada en el mundo huele como eso. Me gusta el olor del napalm por la mañana. Una vez, durante doce horas bombardeamos una colina y al acabar subimos. No encontramos ni un cadáver de esos amarillos de mierda. ¡Qué pestazo el de aquella gasolina quemada! Aquella colina olía a... a victoria”

Hoy, igual que ayer, la insensibilidad del ser humano no tiene fin y el olor, según parece, cambia dependiendo de quien lo perciba. Cada día los informativos nos muestran imágenes de una crueldad intolerable, las mismas que para los responsables suenan a triunfales marchas militares. Aquella “victoria” de Kilgore, o de cualquier otro en su lugar, no deja de ser la derrota de todos.

Imagen: Tomada de Facebook

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