jueves, 7 de agosto de 2025

Knut Hamsun y los libros de la vergüenza

 

"... Fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló. (...) Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte."

Esas son las sentidas palabras que el escritor noruego Knut Hamsun, premio Nobel de literatura en 1920, recogió en el obituario que le dedicó a Hitler el 7 de mayo de 1945. Hamsun era muy querido por el pueblo noruego que estaba profundamente orgulloso de su laureado escritor, pero ante la ocupación del país por la Alemania nazi y la postura de apoyo que mostró hacia Hitler y su política, sus paisanos empezaron a recelar de él. El escritor llegó a reunirse con Goebbels y Hitler en Alemania, donde, según varios testimonios, no causó muy buena impresión. Goebbels anotó en su diario en 1943: “Hamsun es, sin duda, un gran artista, pero está completamente confundido en lo político. Es casi imposible mantener una conversación ordenada con él.”

El colmo llegó con el obituario que arriba citamos. Su héroe les había traicionado y sus antaño admirados libros, orgullo de sus estanterías, eran ahora motivo de desprecio. Espontáneamente el pueblo noruego reaccionó en masa y fueron muchos los que quemaron sus obras en las calles mientras que, con una fuerte carga simbólica, miles de sus decepcionados paisanos, le enviaron al escritor sus libros por correo o se acercaban a su domicilio para tirarlos contra su propiedad. Renegaban del afecto y respeto que una vez le tuvieron.  Hamsun pudo sentir aquel rechazo y al respecto escribió:

“… la gente me consideraba un traidor —me evitaban incluso cuando pedí a un chico que llevara una postal al buzón”

Tras la guerra, Hamsun fue procesado por traición y finalmente condenado a una multa de 325.000 coronas, lo que ajustado a la inflación, equivaldría aproximadamente, al doble del dinero que recibió con el Nobel. A pesar de haberse rehabilitado en parte la figura del escritor con la apertura en 2009 del Centro Hamsun, sigue siendo una figura controvertida en su país natal. Hasta hace tan solo unas décadas, era aún difícil encontrar sus obras en una librería noruega y su nombre evitado en determinados círculos.

Si comenzamos recordando el peor de sus escritos, el infame obituario dedicado a Hitler; puede que lo oportuno sea terminar con un fragmento de su obra más famosa: "Hambre". Quedémonos con lo bueno, con las vivencias de aquel hombre sin nombre que paseaba su pesar por Cristianía, la antigua Oslo:

“El hambre me atormentaba terriblemente y no sabía qué hacer con mi voraz apetito. Me retorcía en el banco y apoyé el pecho en las rodillas. Cuando oscureció me puse a andar lentamente hacia el Ayuntamiento. Sólo Dios sabe cómo logré llegar hasta allí. Me senté en el borde de la balaustrada, me arranqué uno de los bolsillos de la chaqueta y comencé a masticarlo, por cierto, sin propósito alguno, con aire sombrío, con los ojos clavados en el infinito sin ver nada. Oía a algunos niños jugar a mi alrededor y mi intuición me decía cuándo pasaba delante de mí alguna persona; aparte de eso no observé nada.

De repente se me ocurre bajar a uno de los puestos del mercado en busca de un trozo de carne cruda. Me levanto y paso por encima de la balaustrada, voy hasta el extremo opuesto del tejado del mercado y bajo. Cuando estaba cerca del puesto de carne me puse a gritar al pie de la escalera, haciendo un gesto amenazador, como si hablara a un perro que estuviera arriba, y me dirigí descaradamente al primer carnicero con el que me topé.

¡Por favor, deme un hueso para mi perro!, dije. Sólo un hueso; no tiene por qué tener nada de carne; es para que tenga algo que llevarse a la boca.

Me dio un hueso, un precioso hueso en el que aún quedaban restos de carne, que escondí bajo la chaqueta. Le di las gracias tan efusivamente que el hombre me miró asombrado.

No hay de qué, dijo.

Claro que sí, murmuré, ha sido muy amable por su parte.

Y volví a subir. El corazón me latía con fuerza.

Me interné tanto como pude en Smedgangen, y me detuve delante de una destartalada verja que daba a un patio trasero. No se veía luz por ningún sitio, estaba rodeado por una bendita oscuridad; me puse a roer el hueso.”

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Fuente Original

No hay comentarios:

Publicar un comentario