viernes, 18 de julio de 2025

Goethe, Beethoven y el orgullo

 

“Recomiendo que no te preocupes por la opinión del mundo: nunca he considerado necesario rogar a alguien que me quiera, y si tengo una cualidad que me distinga, es mi firmeza e independencia.” (Beethoven)

Goethe y Beethoven coincidieron en 1812 en el Balneario de Teplice (Teplitz), hoy en territorio de la República Checa. Beethoven solía frecuentar los balnearios para calmar sus dolencias físicas y Teplitz era famoso por su spa, con aguas termales muy apreciadas por sus supuestas propiedades curativas. Por la misma razón era también un lugar frecuentado por la nobleza y la alta sociedad austriaca, incluida la familia imperial y su corte.

Cierto día, Goethe y Beethoven decidieron dar un paseo juntos en coche de caballos. La calle estaba totalmente abarrotada de gente, que al reconocer a estos dos grandes genios los saludaban efusivamente. 

- Es molesto ser tan conocido y célebre -dijo Goethe al músico- ahora me saluda todo el mundo

- No les haga caso - contestó Beethoven-; tal vez me saludan a mí

Esta anécdota hay quien la refiere como ocurrida en el Balneario de Karlsbad en 1807, aunque es más famosa la conocida como "El incidente de Teplitz": 

Según relató Anton Schindler, el a veces demasiado imaginativo secretario de Beethoven, este y Goethe daban un paseo por un parque cuando sorpresivamente se encontraron con la familia imperial austríaca. Goethe se apartó bruscamente de su acompañante al que dejó con la palabra en la boca, y se cuadró casi como un militar para saludarlos. Beethoven, por el contrario, se encasquetó el sombrero todo lo que pudo, se ajustó el abrigo y cruzó sus manos a la espalda y siguió andando en línea recta por la avenida. Los príncipes no tuvieron otro remedio que apartarse para dejar paso al músico, el archiduque Rodolfo se quitó el sombrero, la emperatriz incluso esbozó una sonrisa y luego continuaron su paseo. Cuando Beethoven volvió la vista atrás, vio cómo Goethe se inclinaba ante la familia imperial y agitaba ligeramente é sombrero como muestra de respeto. 

Cuando volvieron a reunirse instantes después, Beethoven le recriminó a Goethe su gesto de la siguiente manera: 

- ¿Por qué has dejado el camino a estos hombres? Ellos no son nada. Morirán consigo mismos. Nosotros viviremos siempre. Los nombres de Goethe y Beethoven los repetirán muchas generaciones venideras.

Beethoven en estado puro. Abundando en esa opinión merece la pena recordar al compositor Carl Czerny, posiblemente el mejor alumno de Beethoven, quien al recordar a su maestro, citaba las siguientes palabras suyas: “El arte exige que uno no se doblegue ante príncipes: tengo mis propias cortes reales en mi mente”.

Sin duda Beethoven era un hombre de carácter consciente de su propia valía y de que las musas le susurraban al oído las mejores melodías como en la imagen de entrada. No es extraño que tras el citado encuentro, Goethe escribiera a Christiane von Goethe las siguientes palabras para resumir la impresión que le había producido el músico:

"Nunca he visto un artista más concentrado, lleno de energías e intenso. Puedo comprender muy bien que su relación con el mundo sea extraña".

Del mismo encuentro le escribió Goethe a Zelter de esta forma: 

"He conocido a Beethoven en Teplice. Su talento me asombra; por desgracia, tiene una personalidad completamente salvaje. Es posible que tenga algo de razón al considerar que el mundo es un lugar detestable, pero, seguramente, no lo vuelve un poco más agradable, ni para él ni para los demás, con su actitud. Se le puede perdonar fácilmente, por otro lado, y, en gran parte, se le compadece, porque su sentido del oído le está abandonando, circunstancia que perjudica menos la parte musical de su naturaleza que la social. Tiene un carácter lacónico, doblemente agravado por su enfermedad"

Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC0 - Fuente Original

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