"La felicidad es trabajar con Jack Lemmon"
Eso decía Billy Wilder y debía ser verdad, no en vano lo
tuvo junto a él en nada menos que siete películas, entre ellas, maravillas como: “El
apartamento”, “Irma la dulce”, “Primera plana” y cómo no, la divertidísima “Con
faldas y a lo loco” que fue su primer título juntos.
Ed Sikov, en su biografía de Billy Wilder, relata el primer
contacto de el director con Jack Lemmon para aquella película:
“En la primavera de 1958, Billy se topó con Jack Lemmón en
Dominick’s, un restaurante de Hollywood. “Tengo una idea para una película en
la que me gustaría que intervinieras”, dijo Billy. “Siéntate”, le invitó
Lemmon. “Ahora no tengo tiempo”, respondió Billy, “Pero te diré de qué trata.
Se trata de dos hombres que huyen de unos gángsteres, huyen porque corre
peligro su vida, se disfrazan con ropa de mujer y se unen a una orquesta
femenina”. “Si cualquier otro me hubiera dicho eso”, comentó Lemmon “habría
salido corriendo como una liebre. ¿Vestirme de mujer? Pero, como era Billy
Wilder, dije: “Muy bien, lo haré si estoy disponible y, si no lo estoy, me
encargaré de estarlo”
Y así, con un encuentro que no llegó a los dos minutos, sin
leer el guion y con una explicación ridícula, Lemmon dio en la diana y aceptó
uno de los mejores papeles de su carrera, la alocada Daphne. Tal era la
confianza que tenía en el talento como director de Wilder. Fue el inicio de una
gran amistad.
Su compañero de aventura sería Tony Curtis en el papel de Josephine
y como parte del triangulo protagonista se contrató a Marilyn Monroe como
Sugar. Se cuenta que resultando necesario que tanto Curtis como Lemmon
aprendieran a moverse y hablar como mujeres Wilder contrató a una famosa drag
queen conocida como Barbette para que les enseñara sus secretos femeninos. Una semana después,
el intuitivo Lemmon rechazó la ayuda, alegando que no deseaba andar con soltura
como una mujer, sino como un hombre que intenta caminar como una mujer.
Textualmente decía: “El mentecato que interpretaba no podía mostrar mucha
pericia andando con tacones. Yo tenía que hacerlo sólo lo bastante bien para
parecer una mujer torpe”. Y lo bordó, esa impericia fue algo a lo que le sacó
mucho rendimiento cómico en sus escenas. Si algo nos enseñó Lemmon en esta
película es que “Nadie es perfecto”, y menos un hombre con peluca y
tacones, aunque su encantadora Daphne resultó tener los suficientes encantos
para enamorar al multimillonario Osgood, una historia que ya se contó en este
blog.
Pronto empezaron Curtis y Lemmon a captar las emociones y
necesidades que debían tener como mujeres y cuando les enseñaron el
vestuario que tendrían que utilizar, ropa del montón, se quejaron a Wilder y le
exigieron que si debían usar vestidos tenían que lucir tan glamurosos como
Marilyn. Wilder aceptó de inmediato. Ya tenía suficientes problemas con Marilyn
como para discutir con dos mujeres más sobre vestidos.
Tony Curtis estaba muy nervioso y dudaba sobre la froma en que iba a abordar
su papel de Josephine, así que en la primera prueba, intentó por todos los
medios que fuera Jack Lemmon el que saliera a presentar su personaje. Lo
contaba así en un documental sobre el rodaje:
"No quería salir primero. Quería que saliera él
primero, para ver cómo sería Jack... entonces vi a Jack salir bailando de su
camerino, y parecía una mujerzuela de tres dólares. Ya sabes, saltando,
hablando en voz alta. Dije: '¡Mierda, no puedo hacer eso!". Consciente de que
su recreación de Josephine debía ser complementaria de la creada por Lemmon
para Daphne adoptó un lenguaje corporal más tenso y conservador que se podía
interpretar como una mujer recatada y algo tímida.
Durante el rodaje abundaron las situaciones cómicas, como
aquella de las medidas de Marilyn comparadas con las de Tony Curtis que ya
contamos aquí, pero también estaba el fastidio de los tacones. Ya sabemos las
demoras de Marilyn y la extenuante repetición de algunas de sus escenas y de cómo
Billy Wilder bromeaba en entrevistas posteriores con que “mientras con todo el
equipo esperábamos a Marilyn Monroe, no perdimos totalmente el tiempo… Yo, sin
ir más lejos, tuve la oportunidad de leer Guerra y Paz de Tolstoi y Los
Miserables de Víctor Hugo”. Curtis y Lemmon, por su parte, lo tenían claro y
cuando se provocaba una nueva pausa por aquellas cuestiones, se quitaban rápidamente
los zapatos y metían sus sufridos y desacostumbrados pies en remojo.
Una comedia con hombres travestidos era un gran riesgo en aquellos
tiempos y más con la historia tan rocambolesca que pretendía contar el
director. David Selznick le dijo a Billy Wilder que sería imposible desde el
principio: “¿Quieres metralletas, cadáveres y gags en la misma película? Olvídalo,
Billy. No conseguirás que funcione”. Con advertencias de este tipo, no es
extraño que Wilder, antes de comenzar a rodar, intentando que todas sus ideas encajaran
en su cabeza a la perfección dijera: “Será como hacer malabarismos con once
pasteles de merengue a la vez”. Y milagrosamente, no se le cayó ninguno, el resultado fue
extraordinario, de hecho “Con faldas y a lo loco” está considerada como una de
las mejores comedias de la historia del cine. Por esta y por muchas otras
películas suyas, Trueba más que creer en Dios solo creía en Billy Wilder.
Imágenes: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro: Img 1
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