viernes, 4 de julio de 2025

Beethoven en la intimidad del hogar


"Ese sordo oye el infinito"

Eso decía Víctor Hugo de Beethoven, una persona compleja de la que su maravillosa música y su fama de persona de carácter difícil ha creado una imagen de ser prepotente e irascible. Como todos, Beethoven también tenía sus debilidades y miserias. Es cierto que durante su juventud cuidó su aspecto con esmero y era incluso codiciado por no pocas mujeres, deslumbradas por su talento como pianista y compositor, pero todo cambió con los años. El deterioro de su salud, la gran frustración que le provocó su progresiva sordera y su cada vez más intensa obsesión por la creación musical provocaron que su carácter se fuera agriando y que el descuido personal y doméstico no tardara en llegar. El propio Beethoven decía:

“Estuve a punto de poner fin a mi vida, lo único que me lo impidió fue mi arte. Porque me pareció imposible dejar este mundo antes de haber producido todas las obras que siento la necesidad de componer; y así he seguido arrastrando esta existencia miserable”

En la muy recomendable película "Copying Beethoven" (2006 - Agnieszka Holland), en la que un sensacional Ed Harris da vida al compositor, se retrata muy bien el caos en el que vivía Beethoven, un desorden tan llamativo que vamos a intentar ponerlo en palabras de aquellas personas que lo conocieron:

Antón Schindler, gran amigo del genio de Bonn, lo describía, en la controvertida biografía que le dedicó, del siguiente modo: 

“Era de estatura media, robusto y vigoroso; su rostro, amplio y algo tosco, estaba marcado por una expresión intensa, con cejas pobladas y una frente amplia y arrugada por la preocupación constante; su cabello era espeso y siempre alborotado.”

El famoso compositor Carl Czerny, puede que el mejor alumno de Beethoven, hablaba de su maestro así:

“Solía derramar sobre sí mismo cántaros de agua fría por la mañana, lo que producía ruidos incesantes”. Y no solo eso, aquella forma de arrojar agua sobre si mismo, de la que Beethoven afirmaba que le ayudaba a aclarar sus ideas, provocaba insoportables filtraciones de agua que molestaban sobremanera a los vecinos que vivían debajo suyo. 

No debió de ser Beethoven un vecino fácil y llegó a mudarse hasta en treinta y cinco ocasiones a distintos inmuebles de Viena. Poco podía hacer su sirvienta de confianza, la Señora Schnaps, para reconducir aquel desbarajuste en el que vivía, aunque también hay que decir que esta no salía tampoco bien parada en palabras de Beethoven:

“Ella también lava mal. (Frau Schnaps) Incluso pone manchas nuevas antes de quitar las viejas.”

Probablemente, para aguantar a Beethoven tantos años, o bien Frau Schnaps era una enamorada de su música o alguien que, por sus cualidades, no tenía muchas otras ofertas para un trabajo mejor.

El panorama se torna aún más gris si atendemos a las palabras de Bettina Brentano, una joven escritora que conoció al genio en 1810 y que dejó escrito en una de sus cartas:

“Es de Beethoven de quien quiero hablarte hoy. Tiene tres viviendas en las que se esconde alternativamente. Una en el campo, otra en la ciudad y la tercera en la "Báster" -un barrio obrero de Viena-; allí, en el tercer piso, es donde le fui a visitar. Su casa tiene un aspecto extraño. En la primera habitación, dos o quizá tres pianos, sin patas, y tiradas por el suelo aquí y allá, varias maletas que contenían sus cosas y una silla con sólo tres patas. En la segunda habitación se encontraba su cama, consistente tanto en verano como en invierno en un saco de paja y una manta muy fina. También había una palangana de lavabo colocada sobre una mesita, y la ropa de cama por el suelo.”

No era Beethoven persona de lujos y el abandono en su hogar era total. Max, el hijo del famoso compositor Carl María von Weber, nos da más información al respecto:

“Lo encontramos en una habitación pobre y yerma. El desorden era absoluto. Esparcidos por el suelo había dinero, partituras, prendas de vestir.... y un orinal a medio llenar. Sobre una cama sucia había un montón de ropa. Una gruesa capa de polvo cubría el piano. En la mesa había tazas y platos descascarillados con restos de comida del día anterior. El propio Beethoven vestía una bata andrajosa, con los codos totalmente rotos.

Y si bien parece que todo alrededor de Beethoven estaba presidido por el caos más absoluto, en su cabeza todo cobraba sentido y no paraban de hilvanarse ideas y composiciones maravillosas, en las que cada nota estaba exactamente donde debía estar para crear una belleza incomparable. Así funciona a veces la mente de los genios. Baste recordar que en medio de ese totum revolutum nació la Novena Sinfonía.

"La música es una revelación superior a toda sabiduría y filosofía, es el vino de una nueva procreación, y yo soy Baco, que prensa este vino glorioso para los hombres y los emborracho con el alcohol" (Ludwig van Beethoven)

Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY SA-2.0 - Fuente Original

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