miércoles, 21 de octubre de 2020

Michael Whittmann: "El Barón Negro" y el irrenunciable té inglés.


Los británicos siempre han sido muy suyos con las tradiciones y la guerra no es excusa para dejarlas a un lado. Arriba en la foto los pueden ver fumando un cigarrillo y tomando el té con su cesta de picnic en un momento indeterminado de la Primera Guerra Mundial. Tiempo después, ya en la segunda de las contiendas mundiales, los soldados británicos continuaban con los mismos rituales. 

Una semana después del desembarco de Normandía, concretamente el 13 de junio de 1944, una larga columna de vehículos blindados británicos formada por tanques Cromwell y M4A4 Sherman "Firefly" así como otros efectivos, paró a las afueras de la ciudad de Villers-Bocage para, a modo de desayuno, tomar un cigarrillo y por supuesto un té. 

No fue el mejor momento. En la zona se encontraba uno de los mejores tanquistas del ejército alemán, el Capitán Michael Wittmann (a la derecha), que por su contrastada valía y efectividad en el frente oriental, incluida la batalla de Kursk contra los T-34 rusos, ya había sido condecorado con la Cruz de Hierro y se le había asignado el mando de uno de los imponentes, aunque escasos, Panzer Tiger (Panzerkampfwagen VI Tiger) alemanes. Sus méritos le hacían ser conocido como "El barón negro" en claro paralelismo con el as de la aviación alemana de la Primera Guerra Mundial.

Tras localizar la columna, Wittmann (a la derecha), para no desperdiciar el factor sorpresa y no ser localizado por las transmisiones de radio, se lanzó en solitario sobre los vehículos británicos sin avisar a los otros cinco Tigers que formaban su grupo. Los tanques ingleses no eran enemigo para un Tiger y menos sin tener tiempo de alcanzar una posición adecuada. De este modo, aunque muchos tanques ingleses tenían el motor encendido, sus tripulaciones, cuando Withmann, comandando su Tiger desde la escotilla para tener mejor visión, empezó a atacarlos (en los dos primeros disparos destrozó dos tanques) solo pudieron apurar su té y echar a correr. El destrozo fue mayúsculo (foto al final). Un solo Tiger acabó en cuestión de pocos minutos con un total de 21 carros de combate y un número considerable de semiorugas y otros transportes de tropas. 

El desastre para las tropas británicas en Villers-Bocage fue clamoroso. El alto mando militar británico tomó inmediatamente cartas en el asunto. El suceso no podía volver a repetirse, de modo que en un alarde de ingenio bélico, dieron instrucciones precisas para que todos los tanques británicos incluyeran "de serie" un calentador de agua para que fuera posible preparar el té en el interior de los vehículos blindados, sin que fuera necesario de este modo abandonarlos para tomar el sagrado elixir inglés. 

Por su parte, Michael Wittmann fue nuevamente condecorado. Se intentó, como con los grandes ases de la aviación que se retirara de la acción y pasara a la instrucción de tanquistas para evitar que fuera baja por el enemigo. Pero prefirió mantenerse en primera línea. Wittmann murió el 8 de agosto en Gaumesnil, al sur de Caen. El avance aliado era ya imparable y su Tiger fue destrozado en batalla. Todavía existe controversia sobre a quien correspondió el "honor" de acabar con el tanquista alemán, que en ese momento tenía en su palmarés las bajas de 141 tanques enemigos, 132 cañones anticarros y multitud de vehículos de transporte. 

Fuentes: Artículo de ABC Historia "La épica batalla entre un solitario tanque nazi y un ejército aliado" (Manuel P. Villatoro - 04/08/2015) y nº 10 de la revista "Hoy Historia"

Imágenes: De Wikimedia Commons -Fuentes:   Imagen 1 (CC0) - Imagen 2 (recortada) (CC BY-SA 3.0 de) - Imagen 3 (CC BY-SA 3.0 de)

No hay comentarios:

Publicar un comentario