domingo, 18 de octubre de 2020

Los piojos de Stalingrado


La batalla de Stalingrado fue un verdadero infierno. Más allá de los avatares de la propia guerra y sus horrores, en este encontronazo entre el ejército alemán y el ruso, durante 200 interminables días a caballo entre 1942 y 1943, se dieron muchas circunstancias que solo se pueden calificar como dantescas.

Dos millones de personas, entre soldados y civiles perdieron su vida en Stalingrado, casi 1.250.000 en el bando ruso y 750.000 en el bando alemán. Pero no todos murieron por las balas o los explosivos del enemigo, muchos no pudieron resistir las penosas condiciones de vida a las que les abocó una lucha tan prolongada en un ambiente tan hostil.

Prácticamente no había agua, la poca de la que se disponía era dedicada a beber y cocinar lo poco que podían llevarse a la boca. Las raciones eran ínfimas en ambos bandos y los alemanes desesperados ante la falta de avituallamientos terminaron comiéndose los caballos, de los solo dejaban las pezuñas con sus relucientes herraduras. El aseo era todo un lujo. No había ropa limpia y las tropas pasaban semanas sin poderse cambiar. El frio era inmisericorde especialmente con el bando alemán que no disponía de ropas adecuadas para combatirlo. En sus últimos momentos, el ejército alemán era una sombra de lo que fue, envuelto en harapos y famélicos solo intentaban resistir aquel infierno. El agotamiento, la sensación de poder morir en cualquier momento, el hambre y la sed hacían que solo vivir fuera insoportable. Con la falta de higiene y agua potable terminó por aparecer la disentería, las dermatitis, la sarna y los insectos se cebaban con los soldados. 

Como cuenta Anthony Beevor en su libro "Stalingrado" y se cita en la revista Historia y Vida nº 594, cuando finalizaba la batalla y el ejército alemán vivía sus peores momentos, era fácil saber cuándo uno de sus soldados, acurrucado para intentar mantener el calor, pasaba del sueño a la muerte. En el momento en que su corazón dejaba de latir una procesión de piojos salía de las mangas de sus sucias guerreras y de las perneras de sus gastados pantalones en busca de otro compañero vivo al que poder parasitar.

Por supuesto, en el bando ruso, se sufrieron también penurias igual de cruentas. Los horrores de la guerra son así.

Imagen: De Wikimedia Commons - Bundesarchiv (obra de Friedrich Gehrmann) - (CC BY-SA 4.0). Enlace a la Fuente Original

1 comentario:

  1. «Los horrores de la guerra son asi.»

    La guerra es el grado cero de la etica.

    La historia que se nos enseña practicamente se limita reseñar, glosa y naturalizar las causas y consecuencias de actos de guerra.

    Ahora toca meditar sobre nuestra civilizacion, ya planetaria, construida con guerras, donde la guerra es un hecho asumido y sus horrores eticos y materiales se dan por descontados, al tiempo que absueltos si se ejecutan bajo un uniforme y obedeciendo al sagrado mando.

    La guerra entre nosotros, en tiempos de paz y bajo el impulso del dinero, o sea de la deuda, pasa a ser guerra contra el medio entorno, contra todo lo no humano, sea vivo o inerte, lo cual, con el poder del petroleo y el desarrollo tecnologico y cientifico derivados, ha conducido a la desestabilizacion del ecosistema planetario, o sea de las bases de la vida, pues la vida pasa a ser un mero tramite para producir dinero, imposibilitandonos corregir el error, puesto que el mando y la vision del mundo inculcada está asociada a esta relacion infecta con los intereses de quienes detentan el mando, un mando aterrorizado por otros mandos en competiencia por el mando y que no puede ver otra prioridad que la acrecentar y garantizar el mando, cueste lo que cueste.

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