"El escritor es aquel al que escribir le resulta más difícil que a las demás personas"
Eso decía Thomas Mann, sabedor de que lograr la excelencia en algo que en principio puede hacer todo el mundo es ciertamente muy complicado. En cierta ocasión este escritor alemán, autor de obras como "La muerte en Venecia", "Los Buddenbrook" o "La montaña mágica" y Premio Nobel de Literatura en 1929, conoció a otro escritor de obra mucho menos reconocida y valorada que la suya pero que tenía a su propia persona y a sus libros en el epicentro de su conversación no dejando de mostrarse ciertamente pedante. Frente a Thomas Mann este escritor no dejaba de empequeñecerse, pero no de manera puntual y humilde, si no de forma persistente, de modo que cada poco intercalaba en la conversación frases del tipo: "Yo no soy sino un pobre principiante", "A mí, que todavía nadie me conoce", "Mi nombre no puede compararse con el suyo".... Mann terminó hastiado del escritor y en cuanto pudo zafarse de su presencia y en el tono cáustico que solía utilizar frecuentemente en sus afirmaciones le comentó a la persona que le acompañaba:
"Ese hombre no tiene derecho a empequeñecerse de esta forma. Para tener ese derecho, hay que ser bastante más importante de lo que él es"
Y leyendo esta anécdota no pude evitar acordarme de aquel adagio que en cierta ocasión le escuché a un amigo y que tanto me gustó: "No seas tan humilde que no eres tan grande", frase que en algunos sitios se atribuye a la estadista israelí Golda Meir.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Enlace a la Fuente Original
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