domingo, 11 de octubre de 2020

Fiódor Dostoyevski: "No puedo creer que me vayan a fusilar"


"No puedo creer que me vayan a fusilar" decía entre dientes un joven Fiódor Dostoyevski mientras, atados ya a los postes, vendaban los ojos a tres de sus compañeros ante el pelotón de fusilamiento que públicamente daría cumplimiento a la condena a muerte en la Plaza Semionov de San Petersburgo. El escritor había visto bajar de un carruaje los ataúdes que habrían de albergar sus cuerpos y tan pronto como hubieran ejecutado a los primeros condenados en su presencia, el mismo formaría parte del siguiente grupo que habría de recibir la pena máxima. Solo un milagro podría salvarlo de una muerte cierta que solo tardaría en llegar escasos minutos. 

A sus 27 años, todavía estaban lejos obras como "Crimen y castigo", "El jugador", "El idiota" o "Los hermanos Karamazov", de hecho por aquel entonces solo había llamado la atención con una obra llamada "Pobres gentes" a la que siguieron otras que recibieron muy malas críticas. Esa negatividad hacía su obra lo llevó a formar parte del Círculo Petrashevski, un grupo de intelectuales que se reunían de manera clandestina y que por sus actividades fue considerado un riesgo para el estado. La Revolución de 1848 en Francia que trajo consigo la Segunda República en ese país, hacía que el estado estuviera más atento que nunca a cualquier posible foco que trajera todas aquellas ideas revolucionarias a Rusia. Parece que Dostoyevski leyó de manera pública un documento prohibido, la muy crítica con el zarismo "Carta a Gogol" de Bielinski y por ello fue arrestado y encarcelado el 23 de abril de 1849 por conspiracion contra el Zar Nicolás I. Sus compañeros del Circulo Petrashevski correrían la misma suerte.

Tras ser condenado a muerte, el propio Dostoyevski relataría por carta a su hermano Mijail todo lo ocurrido. Una carta que decía así (extractos):

"¡Hermano, querido amigo! ¡Ya está todo decidido! Me han sentenciado a cuatro años de trabajos forzados en la fortaleza (creo que la de Orenburgo) y después tendré que hacer de solado raso.

Hoy, 22 de diciembre, nos han llevado al campo de tiro de Semionov. Una vez allí nos han leído a todos la sentencia de muerte, nos han dicho que besáramos la Cruz, nos han partido las espadas en la cabeza y nos han permitido lavarnos por última vez (camisas blancas).

Luego han atado a un poste a tres de los nuestros para ejecutarlos. Yo era el sexto. Nos iban a llamar de tres en tres, en consecuencia, yo iba en el segundo turno y no me quedaba más que un minuto de vida. Me he acordado de ti, hermano, y de los tuyos: durante el último minuto, en mi mente estabas tú y nadie más que tú y sólo entonces me he percatado de cuánto te quiero, amado hermano mío.

(…) Pero al fin han tocado retirada, los que estaban atados han vuelto con nosotros y se nos ha anunciado que su Majestad Imperial nos perdonaba la vida. (…) Tu hermano, Fiódor Dostoievski".

El escritor debió sufrir un pánico tan terrible esperando el desenlace de su fusilamiento, que cuando en el último instante un soldado llegó presurosamente a caballo portando el indulto y una vez este fue leído, Dostoyevski sufrió un ataque epiléptico que lo llevó al suelo. En sus cartas a su hermano dejaba claro como entendía aquel giro del destino como una segunda oportunidad: “Ahora hecho la vista hacia atrás y pienso en todo el tiempo que he desperdiciado. A partir de ahora, cambiaré mi vida, naceré bajo una nueva forma, volveré a nacer y mejoraré”

En cualquier caso el shock de aquella traumática experiencia tuvo que ser durísimo para el escritor pero no lo sería menos lo que le esperaba. No fueron un regalo sus años de prisión en Siberia, en un cuartel de Omsk que según el escritor por su ruinoso estado "debería haber sido demolido años atrás". De su encierro, en el que se sentía "silenciado dentro de un ataúd" también dejó eco en otra de sus cartas: 

"En verano, encierro intolerable; en invierno, frío insoportable. Todos los pisos estaban podridos. La suciedad de los pavimentos tenía una pulgada de grosor; uno podía resbalar y caer... Nos apilaban como anillos de un barril... Ni siquiera había lugar para dar la vuelta. Era imposible no comportarse como cerdos, desde el amanecer hasta el atardecer. Pulgas, piojos, y escarabajos por celemín"

Aquel ambiente de extrema dureza no le impedía tener los ojos bien abiertos y estudiar el alma humana y el bien y el mal cuando al borde del abismo resultan más veraces; experiencias que sin duda luego volcaría en sus libros y le ayudarían a perfilar unos personajes llenos de verdad. Así, en otra carta a su hermano decía: “Créeme, aquí hay personas hondas, fuertes, hermosas, que gran alegría produce el descubrir oro tras un caparazón áspero y duro”.

Después de aquellos años de prisión y como parte de su condena hubo de incorporarse al ejercito como soldado raso en el inhóspito Kazajistan. Solo en 1857, ocho años después de su arresto, el Zar Alejandro II decretó una amnistía que posibilitó la libertad de Dostoyevski y que este pudiera continuar con su vida. Dos años más tarde ya publicaba un nuevo libro y en 1861 lanzó "Humillados y ofendidos", en 1864 "Memorias del subsuelo" y 1866 sería un año mágico para él escritor con la publicación de "Crimen y Castigo" y "El jugador". Sus obras son de tal profundidad, que resultan una influencia trascendental en la literatura pensamiento posteriores, desde la filosofía de Nietzsche al existencialismo de Sartre o Camus. Puede que, inesperadamente, todo ello convierta al Zar Alejandro II (o quien sabe si previamente a Nicolas I por conmutar la pena), en uno de los más influyentes -y por supuesto involuntario- mecenas de la historia del arte.

El retrato de Fiódor Dostoyevski es obra de Vasily Perov y se expone en la Galeria Tetriakov de Moscú.

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0). Se enlaza la Fuente Original

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