“Una puta puede echarse 1.500 polvos al día, pero no le gusta que nadie la viole. Es lo peor que puede ocurrirle a una mujer. Y a mí me estaba ocurriendo a los 10 años”
Así de rotunda se expresaba Billie Holiday cuando recordaba su niñez. Y es que en 1930, con tan solo 14 o 15 años ya podía contar como había limpiado escaleras hasta el agotamiento, que había sido violada, que había sufrido las injusticias de un correccional y la cárcel y por último como tuvo que claudicar y iniciarse en el mundo de la prostitución para poder subsistir.
Así de vapuleada tenía la vida a aquella adolescente Billie Holiday que por aquel entonces era todavía solo Eleanora Fagan) cuando se encaminó a buscar trabajo por los bares y garitos de Nueva York a donde se había trasladado con su madre, solo 13 años mayor que ella. Necesitaba desesperadamente conseguir dinero para que no la echaran de la pensión donde vivía y espoleada por aquella situación se presentó en un tugurio de la Calle 133 de Harlem llamado "Pod's and Jerry's" con la intención de divertir a los asistentes como bailarina. El intento fue un verdadero desastre y estaban a punto de sacarla por las orejas del local cuando el pianista le preguntó si sabía cantar, dándole con ello una segunda oportunidad. La chica recordó todas aquellas letras que ya de muy pequeña escuchaba en la gramola del burdel de Alice Dean, en el que accedía a limpiar gratis si le dejaban escuchar a sus admirados Armstrong o Bessie Smith. La música se le había calado en el alma y le dijo al pianista que la acompañara con el tema "Travellin' all alone". La letra, tenía miga y empezaba diciendo más o menos: "Estoy tan cansada y sola, cansada como una piedra pesada". Cuando terminó de cantar, la gente que allí estaba quedó boquiabierta, maravillada y puede que no tanto por el talento vocal de aquella chica, sino por la singular y profunda emoción que era capaz de transmitir al cantar con aquella desgarrada voz suya. Alguien diría que cantaba como si le apretasen los zapatos, aunque más bien lo que le apretaba era el corazón y la vida, de hecho solía afirmar que había vivido en sus carnes no pocas de aquellas tristes y descarnadas canciones. Billie decía de aquella actuación suya en sus memorias: "Si a alguien se le hubiera caído un alfiler, habría sonado como una bomba. Cuando finalicé, todos aullaban y levantaban sus vasos de cerveza". Curiosamente Ella Fitzgerald en su primera actuación, en su debut en un concurso del Teatro Apollo también en el Harlem neoyorkino cuatro años mas tarde, pretendía actuar como bailarina y solo el miedo escénico la lanzó a cantar para salvarse del ridículo. Ganó el concurso y se convirtió en la única cantante capaz de discutirle a "Lady Day" el trono de la mejor cantante de jazz de la historia.
El dueño del local vio negocio en la pequeña Holiday y la contrató por 18 dólares a la semana, un dinero que daba para muy poco y que había que estirar mucho para poder malvivir. Las propinas eran parte de la solución y para conseguir alguna más solía improvisar en las canciones para alargarlas y conseguir más dinero. Pero no era un garito fácil aquel; los clientes solían dejar las monedas de propina para las cantantes encima de las mesas y estas debían recogerlos con sus genitales para regocijo de los rijosos clientes. Billie Holiday podía haber sido prostituta, podía contonearse un poco por las mesas sabedora de donde estaba y de que iba la cosa, aguantar el piropo de algún que otro borracho baboso, pero sabía muy bien que era la dignidad, de modo que, a pesar de la necesidad, se negaba a recoger las monedas de propina de aquella forma tan humillante. Se hizo respetar y cuando un cliente empezó a entregárselas en mano supo que había ganado aquella partida. Desde aquel día sus compañeras empezaron a llamarla "Lady", "una dama" que por su afición a adornar su pelo con un par de blancas gardenias bien podría haber sido "La dama de las gardenias", aunque sería el gran saxofonista Lester Young, "el Presidente" (Pres) junto al que tantas maravillas grabaría, el que le completó el apodo con el final de su nuevo nombre artístico -Billie Holiday- convirtiéndola ya para siempre en "Lady Day". "Billie" le venía de su padre que de pequeña la llamaba Bill, como si fuera un chico, cosa que a ella no le importaba por que le recordaba a su admirada Billie Dove, una actriz de la época; el resto de su nombre artístico tenía evidentemente mucho de festivo. Poco a poco Billie fue llamando la atención con su peculiar forma de cantar y no tardó en descubrirla un cazatalentos llamado John Hammond que la presentó a Benny Goodman de cuya Big Band terminó por formar parte durante un tiempo.... Había nacido una estrella, aunque no por eso la vida dejaría de golpearla inmisericordemente.
Love me or leave me....
Entrada dedicada a mi hermana favorita (la única que tengo), una gran admiradora de Lady Day.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Enlace a la Fuente Original
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