miércoles, 27 de enero de 2021

Espartaco, el símbolo de la libertad

 

Cuando el tracio Espartaco se rebeló en el año 73 a. C. y rompiendo sus cadenas de esclavo abandonó la escuela de gladiadores de Léntulo Batiato en Capua con tan solo 74 hombres, poco podía imaginar Roma los dolores de cabeza que iba a procurarle este hombre. Espartaco se había curtido en otros tiempos en las tácticas de guerra del propio ejército romano al haber formado parte de sus tropas auxiliares y conocía muy bien su forma de luchar, pero más allá de este conocimiento previo, Espartaco demostró un talento inusual para el arte de la guerra y junto a los también gladiadores Crixo, Enomao, Casto y Gánico derrotó durante tres años a las fuerzas romanas que intentaban dar fin a la que fue conocida como la Tercera Guerra Servil o la Guerra de los Gladiadores.

No era un tiempo normal para Roma que veía ocupadas a sus mejores legiones lejos de la península itálica. En Hispania Cneo Pompeyo combatía contra Quinto Sertorio y en Oriente luchaba Lucio Licinio Lúculo contra Mitrídates del Ponto. Por esa razón, y más allá de los propios méritos de Espartaco, Roma se vio obligada a enviar tropas poco adiestradas que fueron presa fácil para el tracio. Eso ocurrió con Varinio, Claudio Glabro, Clodiano, Arrio o Casio Longino. Cada victoria fortalecía la revuelta y cada vez llegaban más esclavos que rompiendo sus cadenas se decidían a luchar contra la todopoderosa Roma en busca de la libertad. De este modo, las fuerzas de Espartaco lograron pasar de aquellos escasos 80 hombres iniciales a cerca de 80.000, cifra que según algunos historiadores podría incluso superar los 100.000, un contingente al que resultaba todo un reto poder armar, adiestrar y alimentar. 

El ímpetu de sus tropas y la sed de venganza de algunos de los suyos llevaron a Espartaco a las puertas de Roma, aunque no llegó a tomarla. Roma por contra, con esa amenaza, tomó definitivamente en serio el peligro de la revuelta e hizo del mismo un punto de inflexión. El Senado encomendó al ambicioso Marco Licinio Craso que comandase diez legiones para acabar definitivamente con la rebelión de los esclavos. Era el principio del fin de Espartaco. 

Craso aprovechó las propias disensiones internas en las tropas del tracio, principalmente con Crixo que empezó a luchar por su cuenta con parte de las fuerzas y fue prontamente derrotado. Por otra parte, Craso impuso una férrea disciplina en sus tropas y alentó su total disposición a la lucha a base de crueles castigos como "la decimatio" o lo que es lo mismo, la condena a muerte de uno de cada 10 legionarios implicados en una acción de cobardía ante el enemigo. 

A estas alturas, Espartaco era conocedor de sus pocas opciones de victoria, máxime cuando el ejército de Cneo Pompeyo también había entrado en liza y amenazaba con unirse al de Craso. Solo quedaba luchar. El desenlace final llegaría en la Batalla del Rio Silario. Espartaco, decidido a luchar a pie junto a sus hombres en este embate decisivo, cuando le presentaron su caballo para acaudillar sus fuerzas, en un gesto sin duda dirigido a motivar a sus tropas lo mató con su espada mientras decía: "La victoria me dará bastantes caballos de entre los enemigos, y si soy derrotado, ya no lo necesitaré".

Y no lo necesitó. Casi 60.000 rebeldes murieron en la batalla, miles fueron crucificados y solo algunos lograron escapar. Se cree que Espartaco murió durante la batalla, aunque su cadáver, presa codiciada por el Imperio, nunca se pudo localizar. Ya saben, en aquella época supongo que sería como Elvis, para todos los esclavos, Espartaco seguía vivo. 

A decir verdad, su memoria llega hasta hoy, en ballets, esculturas, pinturas, composiciones clásicas como la que le dedicó Khachaturiam con su maravilloso Adagio, novelas y desde luego películas y series. Más allá de la maravillosa película rodada por Stanley Kubrick con el gran Kirk Douglas como protagonista y a la que pertenecen las últimas fotos, no resulta un mal entretenimiento la serie "Spartacus" (2010), que pese a sus numerosas licencias históricas, excesos de sangre y sobre todo de sexo, termina por hacerte queridos a todos sus intrigantes y desmedidos personajes. 



La escultura de entrada, "Espartaco rompe sus cadenas" es obra de Denis Foyatier y se expone en el Museo de Bellas Artes de Lille. Existe otra versión en mármol en el Museo del Louvre.  

Imágenes: Imagen 1 - De Wikimedia Commons (CC BY 3.0) - Imagen 2 e Imagen 3 Cortesía de Doctor Macro

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