Los personas con poder son amigas de las cortinas de humo para ocultar sus debilidades o sus excesos; y es que desviar la atención es sin duda la mejor opción cuando no se tiene otra defensa. Alcibíades, el gran estadista y general griego, era sin duda un maestro en esas lides.
Alcibíades, que tuvo como tutor a Pericles y como maestro a Sócrates, pronto se convirtió en un gran orador de brillante futuro que también destacó como estratega en el campo de batalla. Según Plutarco, el problema de Alcibíades era que tenía tanto talento, predisposición al estudio y buena educación como sobresaliente era su deslealtad, su falta de escrúpulos y su rendida entrega a los placeres. No son raros los cuadros, como el que colocamos al final (obra del pintor ruso Henryk Siemiradzki), que representan a Alcibíades siendo rescatado por Sócrates de casas de placer. El filósofo procuró siempre llevarle por el camino de la virtud y alejarlo del vicio y la corrupción pero con escaso éxito, pues al mínimo despiste de Sócrates su alumno volvía a las andadas. De hecho hay quien apunta que cuando llegó la muerte de Alcibíades, tras el incendio de su casa y ser asaeteado con flechas, el motivo fue un problema de faldas. Incorregible el muchacho, como supongo pensaría Sócrates en más de una ocasión.
Pero de lo que queríamos hablar es de las argucias políticas de Alcibíades Clinias Escambónidas (450-404 a.C.) que es el nombre completo de nuestro protagonista. Al tiempo de ostentar responsabilidades políticas y encontrándose cuestionado, Alcibíades compró por un alto precio un hermoso perro que lucía una llamativa cola. Se paseaba con el can por toda la ciudad y este era motivo de comentario de todos, sin embargo, no tardó Alcibíades en hacer que le cortaran al perro su lustrosa cola y cuando se paseó de nuevo con el animal, ahora visiblemente mutilado en parte de su hermosura, los comentarios arreciaron y el pueblo fue muy crítico con el incomprensible acto cometido por el político con su pobre perro. Cuando sus amigos se lo reprocharon y le pidieron una explicación, Alcibíades se limitó a contestarles, muy tranquilo y risueño que era precisamente eso lo que buscaba, que los atenienses se dedicaran a criticar que le hubiera cortado la cola a su perro y mientras tanto se olvidaran de cosas peores y de investigar y cuestionar su proceder político. Ayer como hoy. Nada nuevo bajo el sol.
El busto de Alcibíades pertenece a la colección de los Museos Capitolinos de Roma y es una copia romana de un original griego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario