La siesta, tan española y tan denostada fuera de nuestras fronteras, puede que no sea un patrimonio tan exclusivo de la piel de toro. En realidad, esa costumbre de echar una cabezadita justo después de la comida es de origen romano, al menos semánticamente. No en vano, Roma, sus normas, su idioma y su estilo de vida estuvieron presentes en la península durante nada menos que siete siglos.
Los romanos marcaban su horario por las horas de luz y las de oscuridad. Para ellos, el día, las horas de luz que se comprendían entre la salida y la puesta del sol, se dividían en doce horas, que según la época del año podían durar más o menos, todo un lio que era solventado gracias a los relojes de sol (horologium). Así tenían hora prima nada más salir el sol, secunda, tertia, quarta, quinta, sexta, séptima, octava, nona, décima, undécima y la duodécima que era a la que se ocultaba el astro rey. Son nombres que guardan su eco en las horas canónicas utilizadas en la edad media y en los rezos monacales.
El caso es que después de la hora quinta en la que tras terminar sus obligaciones, comían los romanos, llegaba la hora sexta (entre las 12'00 y las 15'00 horas) en la que los que podían permitírselo se pegaban una reparadora siestecita, nuestra siesta, la hora de descansar. Evidentemente de "Sexta", paso a "Sesta" y de ahí a "Siesta". Ya lo decía Marcial:
“Roma prolonga las diversas ocupaciones hasta la hora quinta -es decir, hasta la hora de la comida-, la sexta es la del descanso de los fatigados, la séptima será el final de este, la octava hasta la novena, basta para los ejercicios con el cuerpo frotado de aceite, la novena exige romper con nuestro peso los lechos que nos han preparado” (Marcial, IV,8,3-6).
Para Covarrubias, en su "Tesoro de la lengua castellana" (1611), la siesta "es el tiempo que transcurre entre el mediodía y las dos de la tarde" y "sestear" no es más que "reposar a la sombra en la hora de sexta, que es la del medio día". Y como los romanos lo tenían todo pensado, después de la cabezadita venía, para los afortunados que podían (y pueden) dedicarse un poco de tiempo a si mismos, el "Otium", nuestro tiempo de "Ocio".
Y no solo eso nos dejaron los romanos en nuestra organización de la jornada y del tiempo. La hora séptima coincidía siempre con la mitad de las horas del día, el "meridies", el mediodía, que servía entonces y ahora para dividir las horas de la mañana (A.M. - Ante Meridiem) y la tarde (P.M. - Post-Meridien).
La noche (nox - noctis) por su parte solo se dividía en cuatro tramos llamados "Vigilias", una palabra que estoy seguro traerá recuerdos a todos los que en el servicio militar tenían que hacer las guardias o vigilias nocturnas distribuidas por turnos.
Como es evidente que estos romanos y sus costumbres e idioma están por todos lados, ya hablaremos otro día de su influencia en como nombramos los meses o los días de la semana.
Para ilustrar la entrada hemos recurrido a un cuadro de Vincent Van Gogh: "La siesta". Una obra pintada no en España ni en Roma, si no en Francia.... Al final va a ser universal esta "mala costumbre" de la cabezadita de mediodía. El cuadro se expone en el parisino Musée D'Orsay
Imagen: De Wikimedia Commons - (CC BY-SA 3.0) - Fuente Original
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